Saltar la grieta entre economistas y ambientalistas, por Facundo Frattini
Por Facundo Frattini
En el último tiempo se comenzó a visibilizar con mucha intensidad un debate que por importante no deja de ser estéril en los términos en los que está planteado.
Dos sectores que podríamos intuir, disputan con las mejores intenciones posibles si el desarrollo basado en actividades extractivas entraña o entrañará un peligro para el medio ambiente, argumentan y contra argumentan sin arribar en principio a consenso alguno.
Un sector de “ambientalistas”, en principio, se oponen a todo tipo de actividad de producción masiva cuyo desarrollo puede verse reñido o podría entrañar un peligro para el medio ambiente (mega minería, producción de soja, mega producción de cerdos y recientemente de salmones).
Del lado opuesto, un conjunto de “economistas”, plantean que ese tipo de actividades, las de producción masiva en términos extractivos, son extremadamente necesarias para alcanzar grados crecientes de desarrollo en tanto y en cuanto, las mismas, proveerían las divisas necesarias para superar la recurrente e insalvable restricción externa que genera las recurrentes crisis de balance de pagos fruto del estrangulamiento del sector externo que condiciona a nuestra economía con reiterados procesos de “stop and go”.
Claro que esta discusión en principio, está situada en la República Argentina, pero en los términos oportunamente planteados por Marcelo Diamand, podría darse en todo país productor de materias primas en vías de industrialización con una estructura productiva desequilibrada.
Los primeros, los ambientalistas, sostienen que el medioambiente estaría en peligro por el desarrollo de las actividades mencionadas, tanto las que se desarrollan en la actualidad, como por los futuros proyectos a desarrollarse.
Los segundos, los economistas, cargan sobre la insuficiente generación de divisas la limitación para dar el salto superador a los insuficientes niveles de desarrollo actuales.
Pero en esta dicotomía que parece tan clara, hay algunos agujeros en los que es preciso entrar para evidenciarlos en principio y discutirlos luego.
Otra mirada
La producción de gran cantidad de bienes que hoy se comercializan en nuestro país, esta recostada sobre la obsolescencia programada y sobre la obsolescencia percibida. A los ambientalistas se les podría preguntar si ello no entraña el suficiente daño para el medioambiente como para atenderlo ahora en lugar de luchar contra los futuros millones de chanchos que podrían llegar a producirse en el futuro.
A los economistas se les podría preguntar si en esta cultura del comprar y tirar que genera millones de toneladas de basura tecnológica por año motivada por las obsolescencias antes mencionadas está el desarrollo en tanto y en cuanto permite impulsar la demanda agregada que genera empleo y consumo.
¿La única opción acaso es producir muchos bienes que duren poco para que algunos pocos obtengan ganancia y otros muchos obtengan empleo? ¿No hay un costo implícito que le estamos cargando al medio ambiente porque no sabemos encontrar otro modo de organización social?
Lo cierto es que vivimos en una sociedad que pareciera preferir satisfacer las necesidades de lucro de los más poderosos agentes del sistema económico en lugar de satisfacer las necesidades vitales de la población, y se espera que lo segundo logré satisfacerse, en un futuro, como consecuencia de lo primero.
Lo cierto es que como sociedad desperdiciamos demasiados recursos de los cuales los más obscenos son los alimenticios y los energéticos por todos nuestros y nuestras compatriotas que no acceden a ellos en cantidad y calidad.
Por otro lado, la discusión sobre generación de divisas para superar la restricción externa suele olvidar la discusión sobre el destino de esas divisas. Si es posible un aumento feroz de una deuda usuraria y fraudulenta (como ocurrió durante el imperio del macrismo), si es posible la fuga, si es posible el consumo de bienes suntuosos o superfluos, si es posible la especulación financiera y su fuga en divisas, si muchos bienes de consumo elementales están oligopolizados por multinacionales cuyo fin es obtener ganancia y fugarla, no importa cuántos dólares generemos, no generarán ni desarrollo ni permitirán sortear la restricción externa.
No importa cuántos dólares generemos, si nos los birlan o los malgastamos, nunca nos conducirán al desarrollo; pareciera una cuestión de maduración colectiva la cuestión de la restricción externa más que una estrictamente económica.
Por otro lado, no es muy claro como un emprendimiento minero en Catamarca o la producción masiva de chanchos en los márgenes de la zona núcleo, o bien, la producción masiva de salmones en el extremo sur de nuestro país, le va a generar perspectivas de futuro a la gran mayoría de pibes y pibas del conurbano que son millones y que hoy pasan los días en la esquina matando el tiempo y gastando vida, en muchos casos consumiendo sustancias nocivas de diferente tipo y peligrosidad porque el modelo económico, así como formarse en el sistema educativo formal para enfrentar la vida y construirse un futuro, dejaron de ser valga la redundancia, una promesa de futuro.
Se podrán esgrimir infinidad de argumentos relacionados con la importancia de la reactivación económica, el crecimiento económico y los diferentes efectos benéficos de los diferentes multiplicadores (del empleo, del consumo, de la inversión, del gasto público, etc); no se pretende en el presente negar esa importancia y las posibles consecuencias benéficas de un rumbo económico trazado en esa dirección. Pero, si analizamos lo ocurrido en los últimos 20 años en nuestro país, quedo claro no solo que no alcanzan, sino que no están blindados ante un embate de neoliberalismo oligárquico o bien, de una calamidad como la que nos azota en la actualidad.
No se pretende, insistimos, negar la importancia de una macro ordenada, o bien asociar al crecimiento económico parte del desarrollo potencial a alcanzar. Se pretende plantear que con eso solo, simplemente no alcanza.
Don Oscar Tangelson, compañero y economista que parecía gustar de incomodar a sus pares, solía decir en muchas de sus charlas que por desgracia para los economistas los problemas económicos no tienen solución económica; tienen solución económica, política, antropológica, tecnológica, productiva, logística, cultural, etc.
En consecuencia, pensar que solo desde la ciencia económica y específicamente desde la macro se garantizará el camino al desarrollo, o bien, pensar desde el ambientalismo que puede cuidarse el futuro de nuestro planeta desentendiéndonos del bienestar de la población, es falaz cuando no infantil. Y deja afuera a un complejo y diverso conjunto de actores y profesionales de otros campos que pueden llegar a tener algo que aportar.
¿Y la logística?
Y se vuelve preciso en este punto hacer una declaración de principios:
Para el desarrollo del presente se considera fundamental parte del inciso 1 del artículo 37 de la violentamente derogada constitución del 49 que reza que “El trabajo es el medio indispensable para satisfacer las necesidades espirituales y materiales del individuo y de la comunidad, la causa de todas las conquistas de la civilización y el fundamento de la prosperidad general”.
En consecuencia, podemos afirmar que alcanzaremos grados crecientes de desarrollo poniendo a nuestro pueblo a trabajar, y esto es producir los bienes y servicios que ese mismo Pueblo necesita y está en condiciones de generar.
En los términos de la discusión actual, ponerse a trabajar para satisfacer las necesidades y encontrar soluciones a los problemas de nuestro Pueblo parece ser una consecuencia indirecta del ordenamiento macroeconómico, del crecimiento económico y de una infinitamente perseguida pero nunca alcanzada búsqueda de superación de la restricción externa.
El piso de desarrollo al que deberíamos poder aspirar es a que cada familia argentina pueda disponer de una vivienda digna, de alimentación sana, vestimenta, de acceso a agua potable, de acceso a la energía, de acceso a la salud, de acceso a la educación y al conocimiento así como acceso a las comunicaciones y a tecnologías que resulten útiles. Y ese acceso debe ser garantizado mediante el derecho a un trabajo digno para todos los integrantes de las familias en condiciones y con deseo de trabajar.
No siendo demasiado perspicaz, se puede observar que son todas actividades mano de obra intensivas, bajas en demanda de capital y que utilizan en gran medida materias primas puras o bien con bajo nivel de transformación.
No se pretende aquí plantear que es nocivo o no es necesario el desarrollo en alta tecnología y su aplicación, lo que se plantea es que para mejorar la calidad de vida, es decir alcanzar grados crecientes de desarrollo, en millones de familias hoy no hace falta tecnología de punta salvo en algunas pocas excepciones.
Si hoy sumamos a las argentinas y los argentinos que no tienen vivienda propia, a los que comen poco y mal, a los que no acceden a agua potable, energía, educación y conocimiento, y, salud, superamos holgadamente la mitad de la población con infinidad de casos que deberían avergonzarnos como sociedad.
En consecuencia se propone en este punto que la dicotomía real es si creemos que las soluciones a los problemas y carencias de nuestro Pueblo se resuelven con un conjunto de inversiones en actividades potencialmente riesgosas que provean las divisas que permitan saltar la restricción externa, que generen algunos miles de empleos en blanco, ampliando claro está la recaudación impositiva, o bien, cambiando la forma en que jugamos este juego y poniendo a los millones de desocupados y trabajadores de la economía popular a ser parte de la producción de bienes y servicios que podrían abastecer las necesidades del conjunto generando el piso de desarrollo antes mencionado.
Seremos taxativos en la siguiente afirmación, hace falta logística de recursos y planificación aplicada a la misma.
Estamos delegando demasiada responsabilidad en el “mercado” esperando que un sistema basado en la competencia de como resultado mayores niveles de equidad, un razonamiento que se convierte automáticamente en una entelequia.
El estado debe hacer uso de todos los recursos a su disposición, económicos, tecnológicos, cognitivos, logísticos, productivos, etc para poder ordenar y acompañar a los excluidos de nuestra sociedad y a los no tanto para que produzcan los satisfactores que necesitan amplios sectores de la misma para alcanzar grados crecientes de bienestar.
Al pensar que el desarrollo vendrá de las grandes inversiones en mega fábricas de chanchos o mega mineras hay una inconsciente fe en una especie de teoría del derrame indirecta administrada por la mano invisible del mercado.
Quien escribe el presente comprende cuales son los resultados esperados con las correctas medidas macro que a menudo se proponen y ejecutan desde los gobiernos nacional-populares, el punto es que el estado se desentiende de la micro.
Y no hablamos solo de micro economía, hablamos de micro educación, micro generación de empleo, micro logística, micro producción, micro planificación.
Debe comprenderse que con lo mencionado en el párrafo precedente no se pretende plantear que el estado desde algún organismo centralizado debe ir a decirle a un panadero cuanto pan producir o a un ferretero cual debe ser el margen de ganancia bruta de los tornillos.
Se trata simplemente de que, haciendo uso de los recursos disponibles, se ayude a quienes están en el margen y quienes no tanto, así como a los excluidos a insertarse en proyectos cuya factibilidad de concreción tanto como la posibilidad de acompañamiento esté garantizada.
Se pretende en el presente trabajo ser taxativo y preciso, al compatriota que todas las mañanas de frio insoportable o durante las tardes de calor abrazador en verano tira de un carro para juntar cartón u otros desperdicios el estado debe ir a buscarlo, para ofrecerle las oportunidades para que mejore su calidad de vida.
Las familias enteras que vagan por las calles buscando que comer o cartones y latas para juntar y malvender no tienen tiempo de esperar que se den las condiciones necesarias para que vengan inversiones para que crezca la economía y así les puedan llegar más o menos migajas de esa bonanza; tienen hambre, frio y carecen de un horizonte futuro ahora.
No alcanza con ofrecerles un plan social, una asignación familiar, darle una caja de alimentos, construirle una escuela, un hospital o una universidad cerca. Es sumamente necesario pero insuficiente. La disponibilidad de infraestructura para el ejercicio de derechos, no garantiza su ejercicio efectivo.
A esos y esas compatriotas les sobra voluntad y dignidad, pero carecen de las más mínimas y elementales oportunidades en tanto derechos en condiciones de ser ejercidos.
Esas familias que las contamos por millones, no viven dignamente; sobreviven en condiciones infrahumanas sin agua ni energía en condiciones seguras, sin alimentación saludable, sin vivienda digna ni vestimenta adecuada; sin acceso al conocimiento y con su salud en proceso de deterioro permanente por las violentas y excluyentes condiciones de vida.
No se plantea en el presente cambiar de sistema o hacer una revolución que podría llegar a asustar a los menos intrépidos. Hablamos de cambiar la lógica con la que jugamos en este juego social que nos tocó.
Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario afirmo alguien que de estas cosas algo entendía. O inventamos o erramos arriesgó otro que la veía de lejos más de dos siglos antes.
En este juego de satisfacer las necesidades antes mencionadas, construcción de viviendas, producción de alimentos, producción textil, infraestructura hídrica básica, provisión de energía básica, distribución de conocimiento, etc las restricciones no se basan en los recursos disponibles. El país sigue, pese a los recurrentes saqueos financieros, desbordante de recursos naturales y humanos sumado a capacidad productiva básica.
No es una cuestión de conocimientos, pues recorriendo las especialidades del diseño curricular solo de las escuelas técnicas de la provincia de Buenos Aires, podremos ver que en nuestros técnicos y agro técnicos que se gradúan año a año está el conocimiento necesario para construir viviendas, producir alimentos e industrializarlos, producir y reparar herramientas y maquinas simples, proveerse de energía, proveerse de agua potable y saneamiento, automatizar, producir textiles y complejizarlos, producir y reparar vehículos, por mencionar algunos de los conocimientos tan necesarios como disponibles.
Pero si aún tenemos dudas, deberíamos saber que el mercado no incluye per se si no hay lucro de por medio. El mercado como hemos mencionado en otra oportunidad es un muy buen ordenador de las relaciones económicas en muchos aspectos, pero el mercado no ordena la solidaridad, no incluye por principios y por justicia, no se autorregula sin destruir, no distribuye equitativamente la riqueza ni la redistribuye en caso de distribución regresiva, no facilita el ejercicio de derechos, no capacita para la producción de bienes y servicios no rentables, pero si necesarios.
Debemos encontrar como sociedad nuevos mecanismos que permitan volver a convertir al trabajo en el gran ordenador y dignificador social que supo ser en nuestras épocas de esplendor, pues, si como mencionamos anteriormente, el trabajo es el “fundamento de la prosperidad general”, su creación no puede depender únicamente de cuanto decidan comprarnos o invertir en nuestro país los ciudadanos y capitales extranjeros.