Reseña literaria: “Recuerdos de Mar del Plata”
Por Milagros Carnevale
Marina Caamaño vive en Ilhabela, Brasil. Tiene una residencia artística y es dueña de más de un gato. Hasta el momento tiene dos libros publicados, ambos por Caballo Negro: Gelatina tropical (cuentos) y Recuerdos de Mar del Plata, esta novela que trata de un viaje a la costa atlántica que hacen cuatro semi amigas con el pretexto de asistir al Festival de Cine de Mar del Plata. Porque realmente ir a ver películas es lo último que hacen. ¿Cómo concentrarse en ir al cine cuando hay tantas otras cosas divertidas para hacer?
Eva Marabatto, periodista de Telám, dice que Recuerdos de Mar del Plata tiene el espíritu de la película ¿Qué pasó ayer?, pero en versión femenina. Y yo agrego: sudamericana. Desde la playa brasilera Caamaño escribe sobre la playa argentina. Gitanas que leen las manos y roban plata, gente con gorrita negra por doquier, pizza y birra, restoranes que venden pescado, souvenirs, departamentos feos con vista al mar.
Carolina, que es la narradora, Romina, Naty y Sol se divierten cada una a su manera, muchas veces unas a costa de las otras. Como en todos los grupos, se forman subgrupos: Carolina y Romina son de clase media, normales y simples, se conforman con cualquier cosa, no se hacen problema por nada y se ríen de todo. Naty y Sol, en cambio, aparentemente pertenecen a un estrato más alto de la clase media e intentan vacacionar de acuerdo a eso. Se maquillan mucho, se visten bien, intentan entrar a las mejores fiestas. Entre noches de alcohol y peripecias se enreda un espiritismo bizarro, maldiciones, (mal llamadas) macumbas.
Las cuatro son brevemente malas, menos Romina quizás, que es el nexo entre las otras tres. Con respecto a esto, la autora dice, en diálogo con Telám: “La narradora es divertida y desprejuiciada pero también es mala. Por eso quiere generar cierta complicidad con el lector para que no se de cuenta de que es mala y de que muchas de las cosas que hace son maldades sobre todo a los demás, para que la apoyen y estén de su lado en toda esta historia. Pareciera que ella necesita sentirse apoyada y busca que el lector también odie a los personajes que ella detesta. Cuenta de un modo tal que contagia sus sentimientos. Quiere que el lector sea malo con ella y disfrute de esa maldad”.
Esto es muy interesante, porque en la novela los roles y las características de las chicas están taxativamente marcados: Naty es la mala, la egoísta, la canchera, la que no lava nada de lo que usa, la que come light mientras en la mesa hay papas fritas. Sol es la secuaz de Naty, medio tonta, segundera, soñadora. Romina no va ni viene, está en la suya. Y Carolina, la narradora, es la que comparte, que concilia, la que cuando compra algo compra para todas. Sin embargo, hacia el final todos esos roles se transforman y ahí es cuando las terminamos de conocer. Caamaño desarrolla sus personajes muy hábilmente, sin describir casi nada, pasando de acción a acción, de acontecimiento a acontecimiento. Este libro, que se lee de una sentada, en una tarde, podría perfectamente ser guionado, llevado al cine y, quién sabe, capaz participar del Festival de Cine de Mar del Plata.