"En la nueva etapa Estados Unidos será un actor importante, pero no será una potencia hegemónica como hasta hace algunos años"
Por Santiago Asorey
Andrés Berazategui es licenciado en relaciones internacionales, maestrando en estrategia y geopolítica y diplomado en análisis estratégico internacional. Además, es miembro del grupo de estudios y proyecto editorial Nomos. En el marco de una entrevista con AGENCIA PACO URONDO reflexionó sobre el conflicto geopolítico que enfrenta a las potencias atlantistas de la OTAN y la Federación de Rusia en Ucrania.
APU: Comencemos por el conflicto en sí, en Ucrania, y cómo rápidamente la disputa de las potencias atlantistas con China y Rusia ha desarrollado tensiones en todo el mundo, a partir de las presiones de Estados Unidos para imponer una guerra económica a Rusia. ¿Cómo se perfila el nuevo ordenamiento internacional a partir de este nuevo escenario?
AB: Se pueden señalar dos aspectos importantes, más allá de los declarados por Rusia en relación con la región de Donbás. Por un lado, los aspectos estrictamente geopolíticos: Rusia como potencia no puede permitir (como ninguna potencia que se precie de serlo) vecinos hostiles en su periferia. Las potencias se inquietan con amenazas cerca de sus fronteras. Más aún cuando Ucrania pertenece al ex espacio soviético, una zona que los rusos consideran de su natural e inmediata de proyección de intereses. Y más todavía porque Ucrania tiene una sensibilidad particular en la historia rusa, tanto por cuestiones histórico culturales, como militares (es la zona clásica de invasión de occidente hacia el este).
Por otra parte, hay un conflicto de más largo alcance: el desafío que Putin está llevando a cabo frente al orden liberal internacional. Putin ha cuestionado varias veces las políticas, los valores y las instituciones del orden liderado por los Estados Unidos. El presidente ruso no está de acuerdo con el proyecto liberal y la expansión de este modelo de orden, sino que pretende que se reconozca la nueva distribución global del poder y donde Rusia debe ser reconocida como un actor significativo. Este punto es particularmente sensible, porque cuestiona el orden internacional nacido con el fin de la guerra fría, es decir, no es algo coyuntural. Se trata de que Rusia pretende que se organice un orden donde se vea más favorecida, y el principal impedimento son unos Estados Unidos que pretenden expandir sus propios valores e instituciones de manera compulsiva. Este hecho ya es cuestionado cada vez más incluso en Washington, por lo que cabe esperar cambios significativos con respecto al orden internacional.
Con respecto a China, ha mantenido una cautelosa distancia con respecto al conflicto en Ucrania. Por lo que se puede ver en sus medios de comunicación, hay una extendida opinión de que el PCCh no está de acuerdo con la intervención en sí; pero para China es mucho más lo que tiene para ganar con Rusia como socio estratégico, por lo que tampoco va a oponerse activamente al Kremlin.
APU: “¿Qué está pasando hoy? Es la destrucción del sistema de un mundo unipolar que se formó tras la caída de la URSS", sostuvo Putin en declaraciones hace un mes. ¿Considera que hay un declive de la hegemonía atlantista?
AB: Ciertamente, hay un declive de los Estados Unidos y por ende un relajamiento del mantenimiento de las políticas del orden liberal internacional. Hay una China desafiante y cada vez más cerca de equilibrar atributos de poder en todos los segmentos de competencia con los Estados Unidos. Hay una Rusia revisionista que pretende modificar más fronteras y ha llegado a un entendimiento con China. Hay movimientos en Europa que pueden llevar a una creciente autonomía del viejo continente con respecto a los Estados Unidos. En nuestra América la bandera de integración ya se puso en marcha y aún ralentizada sigue como objetivo… es un mundo en transición: estamos pasando de un orden unipolar hacia otro de grandes espacios donde el gran espacio (grossraum, en lenguaje schmittiano) atlantista será uno entre otros. Estados Unidos será un actor importante, pero bajo ningún concepto será una potencia hegemónica como hasta hace algunos años.
APU: La subida del costo energético para las poblaciones europeas que dependen del gas e hidrocarburos de la Federación Rusa marca también un problema electoral para los líderes europeos que intentan defender una posición que es al menos cuestionable en las perspectivas nacionales. Sin embargo, Estados Unidos ha hecho prevalecer su mirada. ¿Qué explicación encuentra?
AB: Teniendo en cuenta que los acontecimientos están en pleno desarrollo, hay que ver hasta dónde llega eso de que los Estados Unidos han hecho prevalecer su mirada. Además, en Europa las miradas con respecto al suministro energético no son unánimes, por lo que se tomaron cautelosas medidas con respecto a ese tema. Creo que los alemanes, particularmente, están deseosos de que el conflicto en Ucrania termine cuanto antes y se vuelva a la normalidad (por cierto, ¿qué es hoy “la normalidad”?), al menos con respecto al suministro energético. No obstante, por las cuestiones en juego y que mencioné más arriba, creo que los asuntos de índole energético no son hoy lo más importantes. Creo que, en definitiva, estamos hablando de fuerzas subterráneas de la historia que ponen a prueba la fortaleza de las culturas y los pueblos en una lucha donde se enfrentan grandes voluntades colectivas. Y las tensiones que generarán estas voluntades podrán servirle a aquellos que sepan aprovecharlas, sea por intervenir abiertamente en la lucha, sea por la sabiduría que tengan aquellos que “están afuera” en el manejo de sus intereses.
Argentina ante el mundo
APU: La segunda parte de la entrevista es sobre el posicionamiento de Argentina, pero en perspectiva de la tercera posición histórica del peronismo.
AB: La tercera posición nació como una alternativa que promovía la realización individual en armonía (y en relación de subordinación) con el destino colectivo. En política exterior, teniendo en cuenta que la segunda posguerra mundial dividió dos bloques, uno que ponía el acento en el individualismo capitalista y el otro en el colectivismo marxista, la tercera posición marcaba los propios modos de organizar la vida social y política estableciendo además una neutralidad frente al conflicto este-oeste, por lo que evitaba el alineamiento con alguno de los dos bloques. Al mismo tiempo, esto dejaba vía libre para sacar ventajas y maximizar intereses con cualquiera de ambos cuando se necesitara, ya que no era una postura de oposición compulsiva: en definitiva, sin alinearnos políticamente ni en aspectos de seguridad, comerciábamos con ambos bloques, por ejemplo. La tercera posición promovía su propio modelo filosófico político en materia doméstica y buscaba libertad de acción en política exterior. Con respecto al enfrentamiento entre Occidente y Rusia por el actual conflicto en Ucrania no creo que la tercera posición pueda aplicarse, más que nada por dos cuestiones: Por un lado, no estamos en un momento bipolar análogo al de la guerra fría (cabe la posibilidad de que ocurra a largo plazo entre EEUU y China, pero aún es prematuro afirmarlo); en realidad, hoy estamos en tránsito hacia un mundo multipolar. Por otra parte, también estamos en vías de un mundo más pragmático y menos ideológico que en aquella época. En la actual coyuntura, suelo valorar la vigencia de la tercera posición —como lo he hecho en otro trabajo— como una instancia contrapuesta a la dialéctica entre el individualismo liberal y el colectivismo de las “nuevas luchas” al estilo Tony Negri, Holloway y otros. Una dialéctica que, por otra parte, en sus expresiones políticas concretas termina (al menos en Occidente) legitimada desde un discurso liberal, tanto desde la izquierda como desde la derecha, si acaso estos conceptos signifiquen algo hoy.
APU: ¿Cómo analiza el voto argentino en la ONU en la expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos?
AB: Lo considero incorrecto. Cabía la posibilidad de, al menos, abstenerse. Es granjearse una desconfianza de manera gratuita, teniendo en cuenta que las implicancias prácticas de pertenecer a un organismo como ese son secundarias. Lo veo como un impacto simbólico más que material, por lo cual tampoco es que afecte sustancialmente a Rusia, pero no deja de ser una toma de posición de parte de Argentina y no es una toma de posición adecuada: es un conflicto en el que deberíamos adoptar la neutralidad. ¿Cuál era el beneficio de expulsarla? ¿Qué gana Argentina? ¿De qué manera ese voto nos posiciona mejor? No veo nada positivo en la decisión.
APU: Argentina se encuentra también a un desafío vinculado a los condicionamientos que le implica el acuerdo con el FMI. La construcción de una Central Nuclear en el cual participa la Corporación Nuclear Nacional de China se encuentra en riesgo por las presiones de Estados Unidos, ¿qué análisis propone sobre este punto conflictivo?
AB: Con respecto al FMI, es un lastre absoluto. Limita seriamente nuestras opciones en materia económica, pero también en las de política exterior, ya que la deuda es un condicionante político, por más que nuestros políticos quieran exponerlo en términos estrictamente financieros. Esto debería ser entendido por todos y además debería debatirse públicamente: la deuda y los organismos internacionales de crédito son instrumentos de la proyección de poder de las potencias. El FMI no pide solamente llevar a buen puerto la política fiscal o tal o cual variable macroeconómica. Y haces bien en relacionarlo con la central nuclear. Si no ponemos las barbas en remojo, esa y otras iniciativas se verán obturadas por unos EEUU que están en plena competencia con una China en ascenso. La pregunta que siempre debemos hacer es “¿qué nos conviene más?”. Y no nos conviene estar atados a deudas, como tampoco nos conviene acudir a EEUU para que nos “ayude” a lidiar con nuestros problemas. Es cierto que cuando uno negocia, algo tiene que ceder. ¿Pero cuándo nos fue bien negociando con el FMI? Los organismos internacionales nacen, son modelados y principalmente financiados por los grandes actores internacionales y son plataformas para la proyección de su poder: hay que entender esto de una buena vez por todas.