Autonomía tecnológica: merecido homenaje a Jorge Sábato
Por Leandro Andrini
El 4 de junio se celebra, en Argentina, el día de la Vinculación Tecnológica. La fecha elegida no es azarosa, rinde justicia homenajeando a Jorge A. Sabato, uno de los precursores de la vinculación tecnológica en el país.
“Sabato fue una personalidad polifacética como pocas”, dice José R. Galvele en Sabato en la CNEA, agregando que se lo conoció como “organizador de un Centro de excelencia en metalurgia, en un país que hasta ese momento no tenía tradición en el tema”, que se interesó por “la industria y la tecnología del país, y que crea el Servicio de Asistencia Técnica a la Industria” (SATI), y que planteó “la imperiosa necesidad de abrirnos a Latinoamérica”. Fue “un idealista entre pragmáticos, un humanista entre tecnólogos”, sostiene Carlos Martínez Vidal en Sabato en la CNEA, y recuerda una de sus frases –válida para el presente que atravesamos–: con tanta mishiadura cuesta mucho pensar en cosas grandes. Aun así, y con tanta mishiadura, a Sabato no le costó (y mucho menos dejó) de pensar en cosas grandes. Tanto sus ideas como sus actos impregnaron los debates de los sesenta y setenta sobre ciencia y tecnología en América Latina, y de esto da cuenta El pensamiento latinoamericano en la problemática ciencia-tecnología-desarrollo-dependencia, porque, como dice Horacio González en el prólogo de la re-edición de esta obra, pasadas “más de tres décadas, y en vista de la aparición de un nuevo horizonte de trabajo colectivo en torno a estos temas, cobra singular valor la propuesta de Jorge Sabato –físico especializado en metalurgia nuclear–, de agrupar estos trabajos con intención polémica y compromiso latinoamericanista”. O en un pasaje anterior en el que González indica que leyendo “estas páginas se tiene la impresión de que la historización del concepto de ciencia y técnica no ha ganado, ahora, notas demasiado nuevas de profundización en el debate. ¿Cuál debate? Precisamente aquel sobre el modo en que, entendidas como fuerzas sociales y colectivas, las tecnologías y las hipótesis científicas deben ser interpretadas en el seno de la sociedad que las produce, de la civilización que las ampara, de las producciones económicas que las sustentan, antes que ser consideradas como variables independientes respecto al mundo histórico”. Va de suyo que Sabato no entendía a la ciencia y a la tecnología como variables independientes del mundo social, del mundo histórico, sino y, por el contrario, como parte integrante de ese mundo, inclusive para transformarlo.
Martínez Vidal indica que no hay que perder el legado que dejó Sabato por dos razones. Primero, porque “no fuimos capaces o mejor dicho no nos permitieron las fuerzas internas (los imbéciles locales –para usar su lenguaje [de Miguel Wionczek]– y los que en los países ricos viven bien de nuestra dependencia), aplicar las lecciones de su triángulo al cambio de la realidad latinoamericana”. Y segundo, “porque apenas unos años después de su muerte las manos invisibles de origen conocido están procurando borrar cualquier progreso, por pequeño que fuese, logrado en la región en los setenta respecto a la creación de cierta capacidad científico-tecnológica autónoma. Otra vez pasamos por los tiempos en que se nos promete que la inversión extranjera y la tecnología externa nos van a llevar a la felicidad permanente”.
El nombre de Sabato está indisolublemente asociado a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), y la CNEA podemos pensarla como la representación de una política de Estado en materia de ciencia y tecnología, política que merece tenerse en cuenta y valorizarla en la perspectiva histórica.
José Ovejero García relata que “15 de diciembre del año 1954, la CNEA contrata al Profesor Jorge A. Sabato a prueba por seis meses, para organizar e instalar un laboratorio con capacidad de resolver los problemas metalúrgicos referentes a los reactores nucleares. La organización de este laboratorio, futuro Departamento de Metalurgia, con Sabato como director durante 15 años, comienza a gestarse en enero de 1955”. Párrafos más adelante, Ovejero García dice que en el año 1957 en la CNEA se tomaron dos decisiones importantísimas. “La primera, instalar un reactor nuclear de investigación”. Y la segunda, “la más importante en toda la historia de la CNEA, resolvió que ese primer reactor no iba a ser adquirido en el extranjero (como lo habían hecho Brasil, Venezuela, España, Pakistán, Turquía, etc.) sino que debía ser construido en el país”. Al respecto, Martínez Vidal se refiere a que el primer reactor nuclear para experimentación RA-1 inaugurado el 20 de enero de 1958 era solidario al concepto de autonomía tecnológica introducido por Sabato tiempo antes, agregando que “con Sabato negociamos y vendimos a los alemanes (Degussa-Leybold) el know how de fabricación para los elementos combustibles del RA-1. Ese trabajo fue presentado a la ll Conferencia Internacional sobre "Aplicación Pacífica de la Energía Atómica", realizada en Ginebra en 1958 y organizado por la Agencia Internacional de Energía Atómica. Este hecho significó un reconocimiento a nivel internacional y el prestigio adquirido permitió un fuerte impulso para nuestro sector de tecnología en la Comisión de Energía Atómica”. Oscar Galante y Manuel Marí sitúan al año 1957 como “el comienzo del PLACTED o, como gustaba decir Sabato: la Escuela de Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo”.
Martínez Vidal nos cuenta que “en enero de 1965, por Decreto N° 485/65, se encargó a CNEA el Estudio de preinversión de una central nuclear para la zona del Gran Buenos Aires y Litoral”. Bajo la dirección de Sabato, y como concepto regente/orientador el de autonomía tecnológica. Esto es, la CNEA “profundizó su estrategia de autonomía tecnológica y el Departamento de Metalurgia introdujo el nuevo concepto de una adecuada apertura del paquete tecnológico, que consistía en ir desagregando un gran proyecto hasta sus ítems o rubros elementales. Se llegaba así a tal nivel, en que cualquier país podía hacer aportes significativos a un proyecto imposible de efectuar si se tomaba éste en su conjunto. Ello permitió tener un marco de referencia teórico-práctico, y sumó experiencia para las futuras centrales nucleares. Al comparar las propuestas, se buscó la mayor participación posible de la industria nacional, no sólo por su importancia económica, sino por el salto tecnológico que podría generarse. Se produjo la discusión previa a la Central Nuclear de Atucha, en la cual Sabato fue uno de los actores fundamentales: ¿Por qué energía nuclear y no térmica o hidráulica? ¿Combustible de ¿Uranio natural o enriquecido? Para responder, CNEA debió comenzar a elaborar criterios y lineamientos de una Política de desarrollo tecnológico-industrial y una Política Nuclear explícitas”.
En marzo de 1972, en el número 15 de la revista Ciencia Nueva, Sabato le contaba a su entrevistador/a que como “se sabe, desde 1957 a la fecha todos los elementos combustibles de los reactores nucleares de investigación instalados en la Argentina han sido fabricados en el país (en el Departamento de Metalurgia de la Comisión Nacional de Energía Atómica) pero este elemento que estuvo produciendo energía en el reactor alemán MZFR no es un elemento combustible de investigación sino de potencia y por eso su fabricación en la Argentina representa un avance significativo dado que las exigencias de calidad y performance en un reactor de potencia son muy superiores a las que corrientemente se presentan en un reactor de investigación”, refiriéndose a la incorporación de combustible nuclear argentino en el reactor alemán. Además, agregaba que “importa destacar que el combustible no sólo fue fabricado en la Argentina, sino que la tecnología empleada en su fabricación fue desarrollada en la Argentina” y que hubo “otra novedad: el elemento para el MZFR fue fabricado en estrecha colaboración con una industria argentina, SIAM Electromecánica. Se hizo así no porque SIAM tuviese experiencia en metalurgia nuclear (en realidad no tenía ninguna) sino para comenzar a interesar a la industria argentina en lo que va a ser —en pocos años— un gran negocio: la fabricación de combustibles para las usinas atómicas”.
En otro paso de la entrevista, Sabato sostiene que para “desarrollar la energía nuclear en un país no basta con la metalurgia nuclear en el sentido estrecho de los combustibles nucleares. En una Central de Potencia por ejemplo, hay problemas mecánico metalúrgicos de primera importancia que nada tienen que ver con uranio o circonio y sí con aceros, soldaduras, fisuras, etc. No se puede pensar que el país adquiera capacidad en la industria nuclear si no la tiene en su industria electromecánica-metalúrgica; es su base de sustentación, es su punto de partida natural. Por lo tanto, decidimos que nuestro laboratorio debería estar capacitado para prestar apoyo científico técnico a toda esa industria y ayudarla a alcanzar los altos niveles de calidad y eficiencia, que son imprescindibles para realizar obras nucleares. Nuestro horizonte de problemas iba mucho más allá del uranio y los elementos combustibles y debíamos estar preparados para tales responsabilidades”.
Las nueve páginas de la entrevista Quince años de metalurgia en la Comisión Nacional de Energía Atómica merecen ser leídas para comprender de qué se trata una política en ciencia y tecnología; al menos de qué se trata una política de ciencia y tecnología según el pensamiento y la acción de Sabato.
Tal como ya fue citado “Sabato fue una personalidad polifacética como pocas”, y en una nota sobre él es imposible abarcar la totalidad de las dimensiones a las que se abocó. Para quienes se interesen tanto en la obra propia de Jorge Sabato como lo que se ha escrito y producido sobre él, sus ideas, y sus gestiones, es recomendable la Biblioteca PLACTED y el Repositorio de ESOCITE.
En épocas de importación hasta de ideas, en las que parece que en estas latitudes no hemos tenido mujeres y varones que hayan pensado desde este suelo y para este suelo, se vuelve importante rescatar los aportes conceptuales más interesantes de Sabato, sistematizados por Martínez Vidal, prioritariamente, entre otros/as autores/as. El primero de los aportes de Sabato es el de autonomía tecnológica, que además de enunciarlo lo puso en práctica desde la CNEA, tal como brevemente quedó enunciado en los hechos descriptos párrafos anteriores. Y ligada a este concepto es la mirada en la construcción (de lo que él pretendía Escuela) de Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo. Su obra se ocupó de lo que, a partir de sus intervenciones, se conoce como gerenciamiento de I+D (Investigación + Desarrollo), y el gerenciamiento de grandes proyectos y de empresas del Estado (experiencias CNEA –que continúa hasta la actualidad- y SEGBA). Otro de los conceptos trascendentales ha sido, también como ya se explicó, el de apertura del paquete tecnológico para grandes proyectos de inversión (que fue aplicado por primera vez a la Central Nuclear de Atucha). Sabato tuvo una activa participación en las discusiones y elaboración de la Ley de Compre Nacional (Ley N° 18.875/70) durante el Ministerio de Aldo Ferrer, y planteó una política de desarrollo tecnológico industrial ligada a las compras del Estado. En 1972, en ¿Laboratorios de investigación o fábricas de tecnología? Sabato planteó el concepto de tecnología como mercancía, y aceptado este concepto, inmediatamente surge el de comercio de la tecnología con su consecuente mercado de tecnología. Esto conduce a estudiar la interrelación estructura productiva – tecnología, y en particular la producción de tecnología para la producción.
Para lo último hemos dejado el triángulo Sábato – Botana de amplia repercusión a nivel Latinoamericano en los 60 – 70’s, tomado, inclusive, por la escuela de economía de la innovación en la década del ’90 (B.-A. Lundvall; C. Freeman; etc.). Esta idea (i.e. este triángulo) fue publicada en 1968 en el trabajo La ciencia y la tecnología en el desarrollo futuro de América Latina en el que se indica que a partir de “la gran revolución científico-tecnológica de la segunda mitad del siglo XX, es imposible imaginar un esfuerzo sostenido y constante en ciencia y tecnología sin tener en cuenta un presupuesto básico: que la generación de una capacidad de decisión propia en este campo es el resultado de un proceso deliberado de interrelaciones entre el vértice-gobierno, el vértice-infra-estructura científico-tecnológica y el vértice estructura productiva”. De esta forma se describe el triángulo, siendo vértices de la base el de infraestructura científico-tecnológica y estructura productiva, y el vértice superior el asignado al gobierno. Según Gastón Lucca, el “triángulo de Sábato es un modelo de política científico-tecnológica el cual postula que para que realmente exista una estructura científico-tecnología productiva en primer lugar es necesaria la presencia de tres agentes. El primero de ellos es el Estado, el cual participa en el sistema como diseñador y ejecutor de la política. El segundo es la infraestructura científico-tecnológica, como sector productor y oferente de la tecnología. Y por último el sector productivo, el cual es demandante de tecnología. No obstante, la mera existencia de estos actores no es suficiente para el éxito de esta estructura”.
Por último, citando a Martínez Vidal, viene la voz del propio Sabato al homenajear a su amigo Enrique Silberstein. “Enrique Silberstein murió el 5 de octubre de 1973, a los 53 años. No lo mató el cáncer –como dijeron– sino la desesperanza, la misma que mató a Dante Panzeri, a Oscar Varsavsky, a Oski, a Cora Ratto de Sadosky, a Ricardo Platzek... La desesperanza de ver que la vida se les iba y el infame espectáculo de la prepotencia y la mediocridad, de la mentira y la obsecuencia, de la corrupción y el acomodo, continuaba sin interrupción y que ellos, los creadores, los luchadores, los mejores, quedaban al costado de la historia, masticando su impotencia, gritando su mensaje. Pido excusas por estas palabras, demasiado solemnosas o solemnudas. Y en particular se las pido a Enrique, que huía de la solemnidad como de la peste”. Y esta cita, es para volver esperanzadoramente sobre ese futuro planteado por estos pensadores-hacedores, para decir que sus palabras y acciones no deben quedar al costado de la historia, gritando (silenciosamente) su mensaje.
Por tal motivo, vale hacer extensiva la siguiente invitación:
Los días 3 y 4 de junio de 2022 se llevarán a cabo las II Jornadas Federales de Vinculación Tecnológica, en homenaje Jorge Sábato.
A través de la Plataforma de Servicios Colaborativos de VinTecAr 4.0, se realizarán diversas actividades y talleres, donde participarán expertos, que se combinarán en línea con paneles para analizar problemas y soluciones relacionados con la implementación de la Ley N° 23.877, de promoción y fomento de la innovación tecnológica, en sus organizaciones.
La vinculación tecnológica es un modelo que se emplea en el mundo entero para mejorar el desarrollo económico y social, la matriz productiva, organizacional, tecnológica y científica de un país o región.
Contará con la participación de: CEDyAT, ForoCPyT, Unnoba, UTN, Red de Gestores Tecnológicos, Polo Tecnológico de Rosario, Polo Tecnológico Cetem de Florencio Varela, Asociación Tecnológica del Sur, Instituto Ciudades del Futuro, Asociación Internacional de Profesionales en Puertos y Costas – Aippyc, Ciecca, Fundatec, RedVitec, Cámara Argentina Aeronáutica y Espacial (CArAE), junto con otros organismos.