Arte: Majo Caporaletti, texturas para no olvidar
Por Sergio Kisielewsky
Ir a la sede central del Banco Nación y encontrarse en la planta baja con una exposición de pinturas es todo un hallazgo para el hombre y la mujer de a pie. En un alto en el trajín diario del mundo de las finanzas y los trámites abre las puertas a los sentidos las obras de la dibujante y pintora Majo Caporaletti. Allí expone parte de su producción de lunes a viernes en la Galería de Arte Alejandro Bustillo en Rivadavia y 25 de Mayo hasta el 29 de julio entre las 10 y las 13 horas.
Si la sombra y la luz es un misterio para el abordaje pictórico lo suyo es destreza en el dibujo y el color en una perspectiva a la que vale la pena asomarse. Admiradora de las obras del Renacimiento comenta a la AGENCIA PACO URONDO que el punto de partida para construir imágenes es variado, puede ser una obra literaria, un paisaje, la música o la luz en sus diversas zonas de impacto. También la presencia de las sombras son fuentes de inspiración y anclaje, fuerza y memoria a la vez, zona de clivaje y cansancio de los materiales de un cuadro a otro sin solución de continuidad con la presencia de máscaras y rostros, un tono que no se agota en el estilo figurativo, hay algo más que cada uno puede descubrir a gusto y detenimiento frente a los cuadros.
Dice que muchas son las horas que le dedica al oficio y sin duda potenció sus fortalezas en el trazo y el estilo durante las jornadas de estudio en la Universidad de las Artes (UNA) hasta alcanzar la Licenciatura en Artes Visuales. Con menos de cuatro décadas de vida, nació en 1986, alcanzó una serie de muestras con títulos más que sugerentes: “De cómo construir el propio refugio”, “La forma del vacío”, “Invisible”. También en el haber están los premios y distinciones como en el Museo Tamburini de Córdoba, en el Salón de San Fernando, con el Grupo Las Muchas en el Congreso de la Nación. Estudió y expuso sus dibujos en Francia con una serie de obras sobre la figura humana en el Ecole Nationale Superieure des Beaaux-Art de París donde asistió a clases difíciles de olvidar pues no muy lejos de allí pintaron Van Gogh, Rembrandt y Caravaggio por nombrar algunos de sus pintores admirados.
Si la estética barroca circula por su muestra como una escena que representa tal vez el vacío de la vida y alcanza su propio fin en el trazo y en el color, el temperamento cambia de manera sutil y atemporal donde surgen amplios paneles de colores vivos y se advierte que en los caballetes de su estudio están algo más que coloreados por una pintura imborrable. Nació en el bajo porteño y todo indica que lo suyo pinta universal, un secreto que no le dice a nadie, quizás una de las herramientas predilectas de una verdadera artista.