Siempre volvamos a Tecnópolis, por Leandro Andrini
Por Leandro Andrini
En estos tiempos, ya no existe duda, a nivel global, de que la ciencia y la tecnología o, más específicamente lo tecnocientífico, derivan de políticas y devienen en políticas (públicas y de Estado, mayoritariamente). El debate sobre la neutralidad de la ciencia caducó en 1945, salvo que, a dicha neutralidad, en Argentina, la importamos como ideología hegemónica hasta bien ingresados los años ’90, y en especial justificadora de un proyecto tecnocientífico desligado de las políticas públicas y de Estado. Esto no significa que no se hubiesen expresado otras voces (quien tenga interés por el tema puede comenzar por el debate ofrecido en la publicación Ciencia Nueva a principios de los ‘70 sobre “Ciencia e Ideología. Aportes polémicos”).
El motivo del párrafo precedente es debido a la inauguración de Tecnópolis, ese espacio público que como dijo el presidente Alberto Fernández “es el Parque del conocimiento más importante que tenemos”. Ni más ni menos, se trata de la muestra ferial de ciencia, tecnología, arte e industria más grande de Latinoamérica, con una diversificada propuesta que, –tal su lema– «Argentina soberana, creando futuros», busca poner de manifiesto el presente en relación a las potencialidades del país para crear futuro desde una construcción de soberanía. Y vale decirlo: la ciencia y la tecnología están estrechamente vinculadas a los procesos de construcción de soberanía.
Es necesario un poco de memoria respecto de Tecnópolis. Recordemos que nació como prolongación de los festejos del Bicentenario, y se pensaba inaugurar el 19 de noviembre de 2010 con motivo –precisamente– del Día de la Soberanía en los predios de parques de Figueroa Alcorta. En octubre de 2010, el intendente Mauricio Macri, aduciendo problemas de tránsito, negó la habilitación de los predios. El gobierno nacional decidió suspender momentáneamente la muestra, hasta conseguir lo que hoy es su ubicación definitiva, localizándola en Villa Martelli en un predio de 50 hectáreas, donde se encontraba, otrora, el Batallón 601 de Ejército, y que sirvió de ensayo golpista carapintada, entre otras cosas.
El 14 de julio de 2011, Cristina Fernández de Kirchner inauguró la primera muestra que tuvo por lema «Decir presente Mirando al Futuro». Le siguieron «Energía para Transformar» (2012), «El desafío del Conocimiento» (2013), «Un mundo por descubrir» (2014), «Futuro para siempre» (2015), y podemos citar «Punto de Encuentro» (2016).
A la edición 2016, ya bajo el gobierno de Mauricio Macri, hubiese sido mejor denominarla «Punto Final». En la órbita de Secretaría de Contenidos del Sistema Federal de Medios Públicos, conducida por Hernán Lombardi, se dispuso el “intercambio de exposiciones y contenidos científicos y culturales, asesoramiento y apoyo metodológico en la gestión de exposiciones itinerantes y creación de eventos” según consignó El Destape. Además, en el 2016, se procedió a la semiprivatización del evento ferial mediante la Resolución 5/2016 en la que se convocaba a “a todos los actores sociales, públicos y privados, nacionales y extranjeros que se encuentren comprometidos con la difusión de la cultura científico-tecnológica, la innovación y el desarrollo industrial, a presentar propuestas relacionadas con la Ciencia, el Arte y la Tecnología, dentro del marco plural y federal que debe presidir toda convocatoria pública”, fijando los cánones de locación y los tipos de eventos, desdibujando así la idea original y fundante de Tecnópolis.
Vamos a algunos puntos críticos sobre la tecnodespolización realizada por el gobierno de la Alianza Cambiemos (PRO + Radicalismo + Coalición Cívica).
Lo primero a remarcar es que se trató de la muestra con menor acceso de público de todas. Ya en la inauguración asistieron cuarenta y cinco mil personas (debemos contrastarlo con las ochenta mil de la inauguración 2022). Lo segundo, es que se desmantelaron varias estructuras, entre ellas las del parque temático Pakapaka (como decía Clarín en esa fecha, el muñeco que “personifica a Zamba, el niño de las tiras infantiles del canal Pakapaka, en las que repasa momentos de nuestra historia junto al General San Martín, Manuel Belgrano y otros próceres, fue retratado en la basura tras el desmantelamiento de su parque temático” y H. Lombardi argumentaba la decisión, entre mezcla de cinismo y tecnocracia, “el estado en que se encontraba no era seguro, Zamba estaba podrido por dentro”). Tercero, y dentro del espectro negacionista instaurado por el gobierno de Cambiemos, se destruyó la Plaza de la Memoria, en cuyo reemplazo se colocó una muestra de la CONADEP con la leyenda “hubo 8960 desaparecidos durante la última dictadura cívico militar”. Cuarto, se creó el denominado club de estilo donde se invitaba “a vivir la experiencia de una It girl, mostrando cómo las mujeres son protagonistas en las redes sociales a través de la belleza, la vida saludable, el humor, la música y los libros” (una versión de políticas públicas fiel al segmento “qué pavada…” de Esta Semana en Springfield). El lugar elegido para el club de estilo fue el icónico stand dedicado a la energía nuclear en Argentina, perteneciente a la Comisión Nacional de Energía Atómica. Por último, y no menos importante: el despido de trabajadoras y trabajadores dentro del área asociada a Tecnópolis.
Como vimos, en 2017, 2018 y 2019 no existió Tecnópolis. Podemos citar cuatro hechos, además de la no realización de Tecnópolis durante esos tres años, que son concordantes y coherentes con las políticas de desmantelamiento del Estado conforme el ideario del liberalismo y neoliberalismo que prolifera en estas latitudes. El primero es que en septiembre de 2018 Macri degradó a Secretaría de Ciencia y Tecnología al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, pasando a depender del flamante Ministerio de Educación, Ciencia y Cultura. El segundo es el recorte de becas doctorales y posdoctorales CONICET y el recorte de ingresos a la carrera de investigación científico-tecnológica. Tercero, como bien demostró Jorge Aliaga, es que se paralizaron “proyectos en curso en áreas como defensa, satelital y nuclear, suspendiendo todo intento de impulsar el desarrollo de la industria tecnológica nacional desde el Estado” unidos a los recortes presupuestarios y de recursos humanos. Y, cuarto, el recorte en el presupuesto destinado a la educación universitaria. Estos puntos constituyen un evidente retroceso para el sector de ciencia y tecnología en el país.
Volvamos a este presente, con las dificultades que tiene, desde la pandemia que asoló al mundo en estos últimos dos años y medio, una guerra que desde comienzos de 2022 tiene en vilo la geopolítica mundial –con todo lo que ello implica–. Pensemos cómo en este tiempo se revirtió la deuda que el macrismo dejó en el área de ciencia y tecnología. Un punteo no exhaustivo se encuentra en esta nota. A lo que hay que agregar la aprobación de la Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, aprobada el 24 de febrero de 2021 y promulgada mediante el Decreto 157/2021. En este decreto puede leerse cómo será el aumento presupuestario hasta alcanzar el 1% del PBI en el año 2032, entre todos los puntos de la Ley, que tiende a federalizar al complejo científico-tecnológico nacional, a la vez que dotar de mayor infraestructura y generar políticas activas de vinculación y transferencia de conocimientos tecnocientíficos.
Concomitante a esto, debe tenerse presente el programa Equipar Ciencia, que constituye en una “inversión de $ 7800 millones para la adquisición de 167 equipos de mediano y gran porte” durante este 2022, porque –en palabras del Ministro Filmus– “no cualquier modelo de desarrollo exige ciencia y tecnología. Si la riqueza es procurada por la importación de productos primarios sin elaborar entonces no necesita la ciencia y la tecnología. La posibilidad de incrementar ciencia y tecnología es porque consideramos que es una inversión. Una matriz de exportaciones basado en agregar valor a partir de la ciencia y la tecnología no están sometidos a vaivenes. Es fundamental invertir en esta dirección”.
Tomemos un caso más de políticas públicas que propenden a la inclusión, en este caso el Programa de Becas Estratégicas Manuel Belgrano, que “es un sistema de becas para promover el acceso, la permanencia y la finalización de estudios de grado y pregrado en nueve áreas de política pública consideradas claves para el desarrollo económico del país y la igualdad social”. En la primera convocatoria (2022) se consideraron que las nueve áreas claves son disciplinas pertenecientes a “Alimentos, Ambiente, Computación e Informática, Energía, Gas, Minería, Movilidad y Transporte, Petróleo y Ciencias Básicas”. Tengamos presente, siempre, el recorte de las becas PROGRESAR que realizó el gobierno de la Alianza Cambiemos, y tengamos presente que las becas PROGRESAR es una beca estímulo para la culminación de estudios primarios o secundarios, y para quienes continúen en la educación superior o se formen profesionalmente, orientando “la acción estatal en el sentido de las necesidades de desarrollo y crecimiento de la Argentina, garantizando condiciones igualitarias de acceso a la educación, la permanencia y el egreso”.
Volvamos a Tecnópolis…
Ayer re-abrió esta megamuestra, que debe enorgullecernos como habitantes de este país. De pensar en el futuro, y de construir mancomunadamente el proceso por el cual podemos decir que somos y seremos un país soberano. Pensemos en las diferencias existentes entre las políticas de un modelo y otro, miremos los hechos, los actos, para que cuando a algunos sectores de manera antojadiza deciden decirse lo mismo, lo tengamos sopesado, y saber que no es ni lo mismo ni igual. Porque, como sostiene Nicolás Olszevicki, si se quiere “verdaderamente triunfar, esa lucha no puede ser corporativa: de la inversión en ciencia no se benefician solo los que hacen ciencia, y la comunicación tiene que hacerse cargo de poner esto en evidencia una y otra vez. Porque para que la inversión en ciencia y tecnología sea sostenida, para que no gobiernen nunca más los que creen que Argentina es un país periférico que sólo puede nutrirse de lo que se hace afuera, necesitamos también que aquellos que no pertenecen al sistema entiendan la importancia de defenderlo en contra de las iniciativas del neoliberalismo periférico que pretende destruirlo”.