Alcances y perspectivas para un país en desarrollo
La clase política argentina insiste en autoaniquilarse a medida que el descontento y el deterioro social crecen. Las prioridades sociales aumentan y van a contramano de las propuestas y agendas de la política. El país requiere de una nueva plataforma política, transformadora y eficaz para el manejo de la crisis, promoviendo una revolución ética y moral y el pleno desarrollo humano.
La defección de la clase política argentina
La crisis social que atraviesa nuestro país no solo se nota en el deterioro de los ingresos de los argentinos, sino que se percibe también en la extensión de la miseria en las zonas urbanas y rurales, en el empobrecimiento de las clases medias y populares y en la disminución de oportunidades de ascenso para todos. Una crisis social ocasionada también por los cambios de liderazgos colectivos; los líderes en argentina no surgen tanto como consecuencia de su interpretación de los problemas del país, sino, como resultado de factores artificiales; o por que se hace dinero de la noche a la mañana, por caminos no siempre claros, o porque se manipulan los instrumentos administrativos para obtener abusivamente poder político y electoral. Todo esto influye en la actitud general de todos los argentinos. Influye en la confianza que le merece nuestro pueblo a sus gobiernos, al papel de sus dirigentes y al comportamiento de sus líderes.
Tal defección de la clase política argentina ha deteriorado el funcionamiento de la democracia que se mantiene vigente después de 40 años. Es por este motivo que si nuestro proceso democrático ha contribuido a la paz y al fortalecimiento de sus instituciones– relativamente– los partidos políticos, al contrario, han llevado al deterioro al sistema de representación, con lo cual nuestra democracia de transición ha llegado al punto culmine para abrir paso a una democracia participativa.
En esencia podemos decir que además de todas las crisis que conocemos, podemos aseverar que vivimos una gran crisis moral. Y la crisis moral cuando afecta al pueblo, se expresa sobre todo en el momento en que los intereses privados y los intereses particulares, tienden a prevalecer sobre los intereses públicos y los intereses colectivos.
No es aquí que se quiera contribuir a la teoría de la anti política que expresa el candidato neo derechista Javier Milei, porque sabemos que su discurso es funcional a los intereses privados, ilegítimos y de poder para desmovilizar al pueblo, y tal desmovilización lleva a mayor concentración del poder y la riqueza. Si no que estas líneas buscan expresar un contenido diferente, es la de interpelar a la política argentina, desnudar su crisis, su defección, a los fines de contribuir a una nueva propuesta que desarrolle un nuevo marco participativo de la población.
En medio de este complejo panorama de dificultades, los partidos políticos se muestran incapaces de resolver la crisis que atraviesa nuestro país. Aparecen inferiores a sus obligaciones y a sus responsabilidades. La crisis nacional prolongada amenaza la democracia y la libertad de los argentinos. Si esta emergencia en que se halla nuestro país no la sabemos sortear los argentinos, corremos el peligro de perder, en poco tiempo, la lucha por una democracia absoluta. Cuando el pueblo entra en el oscurantismo que le propician, fenómenos como el de Javier Milei pueden ser peligrosos para el desarrollo democrático del país.
En las últimas elecciones de 2021 hemos comprobado que el abstencionismo ha tenido un significado político de importancia. En comparación con las elecciones 2019, el padrón electoral contaba con 33.848.339 empadronados y el total de votantes fue alrededor de 25.859.967, con una participación absoluta del 76.04% y una abstención del 23.96%. En la elección de 2021, lo que denominamos elecciones de medio término, el padrón electoral era de 34.385.460 empadronados y los votantes fueron de 23.230.194, con una participación del 67.55% y una abstención del 32.45%. Con 537.121 votantes más que la elección de 2019, la elección de 2021 se redujo en 2.600.000 personas. Este abstencionismo tuvo un significado político.
A diferencia de otros espacios que subestimaron estas cifras de abstención adjudicando ser una elección de medio término para elegir diputados y senadores, tampoco podemos dejar de decir que una parte del pueblo en su conjunto le ha dado la espalda a sus representaciones políticas. Tampoco afirmamos aquellas posturas sociológicas de algunos analistas que abrevaban por una “derechización” del votante argentino, si se tienen en cuenta las elecciones de 2019 y 2021, los espacios como los de Espert, Gómez Centurión o Javier Milei tan solo han crecido un 1%, pero esos 500.000 votos no dejan de ser un llamado de atención.
El triunfo electoral de Luis Inacio Lula Da Silva en Brasil, derrotando a Jair Bolsonaro, nos da un ejemplo de que los pueblos no se suicidan. Sin embargo, para evitar una catástrofe política en la Argentina, es tiempo de que los partidos políticos se transformen en herramientas de conducción de su pueblo, o en su defecto debemos proponer una herramienta política nueva, renovadora, que no solo argumente acciones programáticas de gobierno, sino que además sea capaz de llevar adelante una verdadera revolución ética y moral comprometida con los deseos y aspiraciones de su pueblo.
Las prioridades sociales
Ya hemos mencionado que la renovación primero debe ser política, esta es una prioridad, sin una nueva forma de realizar el quehacer político es imposible atender las prioridades sociales de gran alcance. Y esta renovación política tiene como elementos fundamentales contar con una clase dirigente honesta y eficaz, que exprese la voluntad de sus votantes. Un cuerpo burocrático eficiente, humanizado y comprometido con las necesidades del pueblo. Todo esto bajo el marco de una verdadera revolución ética y moral en el manejo de los dineros públicos.
Para comenzar a hablar de prioridades sociales hay que atender varios temas de importancia significativa. Uno de los asuntos prioritarios en la transformación social del país está asociado a la satisfacción de las necesidades básicas y el desarrollo humano. Y en este sentido la situación actual es compleja.
Periódicamente podemos observar como la pobreza y la indigencia aumentan prolongadamente; según el informe realizado por el observatorio de deuda social de la UCA, existen 17 millones de argentinos en situación de pobreza, lo que representa el 43% de la población. La indigencia también aumentó a tasas preocupantes, afectando a 8,5 millones de personas. En los últimos diez años estos números aumentaron 15 puntos porcentuales.
Estos números solo sirven para graficar estadísticamente el nivel de deterioro social al que estamos asistiendo, básicamente por tres factores, la inflación, el desempleo y la caída de los salarios. Sin embargo no solo estamos asistiendo a una crisis social o económica, política o cultural, sino que es una convergencia de cada una.
Un fenómeno muy particular se da, por ejemplo, entre el porcentaje de trabajadores pobres, que paso del 15.5% al 27.4% entre los años 2017 y 2020. Este un proceso que comienza en los años 90, que sufre la crisis del 2001 y que no logra recuperarse a pesar de que entre el 2002 y 2008 tuvieron ciertas mejoras. De todos modos, este sector fue muy perjudicado durante la pandemia y aún hoy continúa empeorando.
Lo que ocurrió durante la pandemia fue un agravamiento de las condiciones de vida de la población argentina. La situación concreta es que la precarización en sectores micro informales no es que crece, no es que todo el mundo quiere ser informal o su propio jefe, sino que lo que decae es la estructura productiva del mercado laboral y los puestos de trabajo que se generan, por eso las posibilidades de empleo se reducen, por eso hay que inventarse un trabajo, y todo ello pertenece a ese sector de menos calidad en la estructura productiva.
Se debería insistir en transformar la estructura institucional y burocrática del actual Ministerio de Desarrollo Social. Es insostenible en el tiempo su manera de concebir el desarrollo humano. Esa transformación debe estar acompañada de un nuevo proyecto económico, pero sin duda debe promover necesariamente el desarrollo humano.
Algunas de las acciones que deberían promoverse para fomentar el pleno desarrollo de las capacidades humanas tendrían que sustentarse a través de los siguientes principios: A) La economía al servicio de las personas y las personas al servicio de la economía; B) El desarrollo es humano y no sobre los objetos; C) Ninguna economía es posible al margen de los servicios que prestan los ecosistemas; D) Los recursos que provienen de la naturaleza no tienen dueño ni se reconocen como propiedad privada de ningún individuo; E) Fomentar el desarrollo de entornos protectores a la vulneración de derechos.
La orientación, el objetivo, la finalidad de estos principio son el desarrollo a escala humana, la satisfacción de las necesidades básicas y la generación de niveles crecientes de autodependencia locales en cada uno de los territorios del país, es decir, que cada comunidad pueda ser productora de su propio desarrollo en articulación orgánica con su medio ambiente a tal fin de promover procesos globales que vayan de lo personal a lo social, de la planificación a la autonomía y de la sociedad civil con el Estado. En definitiva, estamos hablando de realizar comunidades organizadas para la satisfacción de las necesidades básicas y el desarrollo humano de sus habitantes.
Una alternativa política transformadora
Lo explicado respecto a la defección de la clase política argentina y la preocupación por las prioridades sociales son solamente una forma de explicar que tanto las camarillas, las maquinarias, el marketing, la rosca intrapartidarias, las peleas internas entre la política y el poder judicial, la incapacidad burocrática de los organismos estatales, la imposición de candidatos electorales, entre otras, van a contramano de lo descripto respecto a la situación social de nuestro pueblo. Ha llegado el tiempo de hablar honestamente de que la política ha fracasado y que la democracia tal como es no ha cumplido sus objetos transitorios de garantizar la paz, la educación, la salud, la vivienda y el bienestar social. Es el momento de recrear una alternativa política apta de reconocer y reconocerle al pueblo que todo se ha hecho mal. Y hablando honestamente es como se deben crear las acciones necesarias para garantizar el apoyo del pueblo argentino.
No tenemos otra posibilidad que la de insistir en la construcción de una verdadera democracia política, social y económica. No se trata de un objetivo nuevo, pero si de una voluntad nueva y autentica de realizarlo. Este espacio de transformación nacional implica coraje, estoicismo, entusiasmo y perseverancia, pero por sobre todas las cosas un espíritu de amplitud y voluntad política a todos aquellos sectores nacionales que de verdad busquen la transformación de la sociedad argentina.
No solamente debemos garantizar una plataforma para lo que se denomina comúnmente “campo popular”, sino también para que la representación sea amplia para todo el conjunto de la población que sufre el deterioro cotidiano de sus condiciones de vida. Es decir, tiene que ser una plataforma que garantice una verdadera unidad nacional.
Eso no significa que se vayan a crear alianzas o coaliciones ajenas a los intereses de la ciudadanía, ni que tampoco se logren hacer con sectores que han defeccionado ante los verdaderos intereses del pueblo que ellos mismos han dado la espalda. Hay vastos sectores representativos que aún no han participado de la vida política, hay otros espacios que si pero que no han tenido la oportunidad de demostrar sus capacidades y directamente hay quienes nunca han sido convocados. La voluntad política de crear un espacio transformador tiene que estar demostrado en su composición interna, de lo contrario no será transformadora sino transformista.
Y ese es el objetivo de una nueva política, poner en juego una revolución ética y moral y dar el ejemplo de ello. Estamos a las puertas de un nuevo mundo, y queremos ser protagonistas de la transformación.