Libros: “Lugano 1 y 2”, de Patricio Foglia
Lugano 1 y 2 es el nombre de un complejo habitacional, pero también es el nombre de un libro que se habita de distintas formas. Leo a Patricio y pienso en Zelarayán que llamó a su primer libro La obsesión del espacio, porque quizá esas páginas, al fin, se convertían en el espacio sin límites que había anhelado para desarrollar su arte. Qué es la escritura sino la concreción de lo imposible.
Lugano es la resignificación de un espacio que en los poemas se vuelve inmenso, infinito, que no tiene demarcación ni fronteras; puede ser mar, pecera de hámster o laberinto, porque lo convierte en un universo a explorar. Donde casi todo lo que ocurre transcurre entre la tarde y la medianoche, en el horario de la contemplación, a la caída del sol, cuando se siente el peso del cuerpo.
El libro de Patricio puede leerse de varias maneras. Lo leo de un tirón y encuentro una historia única. Veo los hilos de la trama, la cartografía que une varias regiones en un solo territorio. Vuelvo a leerlo y descubro tres libros y una sola mirada que traza los recuerdos desde perspectivas diferentes. Aquel que mira desde el médano y configura principios, finales y personajes. El que construye paralelos con vidas ajenas, indaga sobre otras experiencias. Toma de cada una algo que lo identifica. Una vida desde muchas vidas. Múltiples posturas desde donde mirar el mundo.
En el poemario de Patricio Foglia hay una arquitectura invisible que muestra la profundidad más allá de las formas. La reminiscencia de un lugar muy pequeño y la mirada que alcanza la inmensidad del mar. ¿Será que la mirada infantil es infinita? ¿Qué percibía ese niño? ¿Qué soñaba ese niño más allá de las cuatro paredes?
Cuantos más límites tenía en la realidad, más se ampliaba su mirada interior. Donde un adulto ve fronteras, un niño ve el espacio infinito.
El libro está dividido en tres partes, La escafandra, Lugano 1 y 2, y Papeles secundarios.
El poeta toma el traje de buzo antiguo con su escafandra y vuelve al mar, al cúmulo revuelto de recuerdos, a ese peregrinar de cada tarde, de cada encuentro. Se funde con las profundidades, atraviesa periplos subacuáticos, llega a la oscuridad, cruza nebulosas, se convierte en nadador olímpico.
El yo poético mira al poeta de otros tiempos, de lejos lo contempla, percibe su audacia, la de avanzar hacia las aguas con la seguridad de un héroe griego, la inocencia de ofrendar su cuerpo a la piedad, la sensatez de creer en un dios profano y acuoso.
La máscara es el refugio, la máscara es protección y blindaje. ¿Qué es el mar para el poeta? ¿De qué está compuesto el oleaje al que sucumbe su cabeza? ¿Qué lleva y que trae la marea? ¿De quiénes son las huellas que quedaron en la arena? ¿Tal vez el poeta sea el mar y la escafandra aquello que avanza sobre él cada tarde? ¿Hay un momento de la vida en que nos encontramos en la orilla del mar con una escafandra abandonada?
La escafandra es un conjunto de poemas con relación de continuidad, como si cada poema representara una escena diferente. Hay riesgo, hay exploración, pero sobre todo ganas de seguir caminando, de perseguir el horizonte que se percibe.
Hay gente que posa el oído
en un caracol para sentir
el rumor del mar. Yo miro cada tarde
el avance del traje por la arena
y siento en mi pecho la música
de un solitario atardecer en la playa.
Lugano es la resignificación de un espacio que en los poemas se vuelve inmenso, infinito, que no tiene demarcación ni fronteras.
Lugano 1 y 2 es la metáfora descubierta. El mar es un cubículo pequeño, una pecera que contiene pero que también encierra, un espacio que no necesita escafandra para habitar. El poeta es el pez/ hamster enclavado en su infancia. Un hámster visible, expuesto a las miradas ajenas, que también ve y capta lo que sucede a su alrededor, entonces se escabulle en los rincones para encontrar la respuesta en la soledad. Sin embargo, dice: no hay escapatoria. Hay desesperación en ese niño-rehén, niño-objeto, niño-bien conyugal, niño-elemento de disputa, niño-botín de guerra, niño-burro de carga.
En Lugano 1 y 2 los poemas son sucesiones, secuencias visuales, peceras sobre peceras, civilización de roedores, nubarrones compartidos con otros hamsteres, pero también hay un abuelo mago y un barrio donde nadie juzgaba a nadie. Donde está el peligro, está la salvación, como dice Hölderlin.
Mis padres me usaban de burro de carga
hablando mal, el uno del otro.
me tocaba transportar material radioactivo
y el líquido espeso de las conversaciones
se filtraba en su goteo
pero a mí no me importaba convertirme
en un burro fluorescente
brillando en medio de la noche.
En Papeles secundarios, el poeta les da voz a personajes diversos de la historia del arte. Una especie de exorcismo donde cada uno habla y revela su conflicto, el nudo de su trauma. En primera persona describen sus angustias, piden perdón, se redimen, agradecen, dan su veredicto final. Es la emancipación de aquellos personajes secundarios pero trascendentes en la historia de los protagonistas. Les da valor, les otorga importancia, porque les da la oportunidad de la toma de la palabra. El veredicto que faltaba para conocer la verdadera historia, la que está a contrapelo y se ignora. La justicia poética. La certeza de la gratitud al final del camino, aunque haya sido un camino de clavos. Y a su vez la identificación, las respuestas, la infancia, la traición, el dolor, la confusión puesta al servicio de la poesía.
Max Brod
Sabías cómo iba a terminar esto,
te había dicho, si de verdad me creés
capaz de quemar tus papeles
te estás equivocando de persona.
Algunas noches no duermo, pensando
quién soy yo para publicar tus pesadillas.
Franz, discúlpame si hubo un malentendido,
pero preferí seguir tu ejemplo,
tratar de ser como vos,
una espacie de nuevo santo
que carga con su conciencia,
el peso de la culpa
para que tu obra exista
para que ayude a construir, al final del camino
nuestro templo en la diáspora y su tormenta.
Patricio Foglia escribe y quien lee toma “la escafandra abandonada/tan llena de preguntas”, peregrina sobre la escritura y ve una suerte de Aleph, “la puerta del retorno y su llave”, la posibilidad de encontrar el “principio y el fin en una sola línea”.