¿Milei se puede bajar del balotaje?

La sociedad argentina se enfrenta al próximo ballotaje del 19 de noviembre, donde los candidatos Sergio Massa, actual ministro de economía, y el diputado Javier Milei competirán en una elección que no solo decidirá los próximos cuatro años de mandato presidencial, sino que también impactará tanto en el rol como en la continuidad histórica del Estado soberano argentino.

En su discurso de derrota, el candidato anarco-capitalista expresó: "Hoy vengo a dar por terminado ese proceso de agresiones y de ataques; estoy dispuesto a hacer tabula rasa, barajar y dar de nuevo". Estas palabras resultaron desconcertantes para quienes lo escuchaban atentos y perplejos, ya que revelan un nuevo enfoque en su estrategia electoral que claramente no representa sus verdaderas ideas ni las de sus fanáticos seguidores.

¿Cómo volver de las afirmaciones ampliamente conocidas contra Patricia Bullrich, a quien llamó asesina tira bombas, contra Horacio Rodríguez Larreta, a quien calificó de zurdo de mierda, o contra Lilita Carrió, a quien etiquetó como traidora arrastrada? ¿Cómo reconciliar estas afirmaciones con la idea de que el Estado es un pedófilo en un jardín de infantes con los niños atados a cadenas y envaselinados, o que la justicia social es una aberración, que el comienzo de los problemas argentinos fue en 1916 con la elección del presidente radical Hipólito Yrigoyen y mediante el sufragio universal, o que el Papa es el diablo en la tierra?

El economista libertario tiene como referente histórico a Winston Churchill, exprimer ministro de Gran Bretaña, quien es autor de la frase: "la verdad es tan valiosa que siempre debería ir custodiada por una escolta de mentiras." Tomando esa sentencia, no sería errado pensar que Milei, al hacer un llamado a la unidad con Juntos por el Cambio, verdaderamente se trata de las escoltas de mentiras que solo custodian su verdad, que es la de destruir la función del Estado como ente regulador y aglutinador de la vida en comunidad.

A partir del cambio brusco en su estrategia, la posibilidad real de que su partido, La Libertad Avanza, sea colonizado por lo que él llama políticos corruptos, empresarios oportunistas, periodistas ensobrados y otros actores de la "casta," plantea una seria preocupación sobre la integridad de Milei, quien se presentó ante la sociedad argentina como incorruptible y defensor de la libertad extrema.

Más allá de las preocupaciones por la reacción personal ante la invasión de su templo liberal, también cabe preguntarse si Milei está dispuesto a soportar la presión del círculo rojo que integra la oligarquía parasitaria en el entramado del Estado nacional, y contra la cual pretende gobernar, o si renunciará a su candidatura ante una realidad adversa que evidencia con más claridad su enfoque mental polémico, basado en insultos y agravios hacia aquellos que cuestionan su pensamiento único y que serían sus supuestos nuevos socios.

Esta actitud que lo enfrentó a sus posibles aliados electorales desató una verdadera lucha entre la casta que desea más que apoyarlo evitar por todos los medios su llegada al sillón de Rivadavia. Una lucha que él mismo marcó a fuego, por el negacionismo ante la atrocidad del terrorismo de Estado, por sus propuestas que apuntan directamente a cambiar el sentido común, como la creación de un mercado de órganos, la libre venta y posesión de armas y un país transformado en una neocolonia.

No faltan ejemplos de renunciamiento a la candidatura presidencial en la historia de la Argentina. El último fue protagonizado por el expresidente Carlos Saúl Menem en 2003. El interrogante nace sencillo y claro: ¿se producirá un nuevo renunciamiento veinte años después por un candidato que tiene como figura central al propio Menem? Solo resta esperar.