"Acá en Suecia, lo público y lo estatal no están en discusión"
“Acá es el comentario: todo el mundo me pregunta cómo es posible que alguien como (Javier) Milei pueda llegar a ser Presidente”, relata la psicóloga argentina Ayeray Medina Bustos sobre sus días actuales en Suecia.
Graduada en nuestro país y doctorada PhD en Inglaterra, Ayeray adquirió hace pocas semanas la ciudadanía sueca. En tierra nórdica cursa el trayecto necesario para revalidar, en idioma local, su título profesional. Su hermana Anahí reside en Suecia desde hace dieciocho años, ha hecho allí dos maestrías -en las Universidades de Lund y de Linköping, las dos públicas- y trabajó como profesora de lenguas modernas y otras asignaturas de escuelas de negocios. Actualmente se desempeña como asesora de empleos y carreras.
Las hermanas son, como su familia, sobrevivientes del terrorismo de Estado argentino.
Ambas coinciden en el relato que ofrecen a AGENCIA PACO URONDO: ignoran la razón por la que se ha asumido a Suecia como ejemplo de privatización de la educación, que es completamente gratuita para la ciudadanía local y de la Unión Europea, y residentes extranjeros permanentes. Lo mismo ocurre, indican, con la salud. El transporte es público y los bancos, todos nacionales. “No existen, como en Argentina, el Galicia o el Francés”, marca Ayeray. Desde luego, Suecia tiene Banco Central: fundado en 1668, es el más antiguo del mundo. Y moneda propia, la corona sueca, cuya relación con el dólar es similar a la del peso el 10 de diciembre de 2015.
Las oleadas derechistas que cada tanto afloran no conmueven el “fuerte sentimiento por lo público” que las hermanas Medina Bustos encontraron en un país que ha sido utilizado como ejemplo históricamente por socialdemócratas locales pero en los últimos tiempos pasó como emblema de un esquema privatista neoliberal que no se verifica en la realidad. Al menos, en lo que tiene que ver con el concepto de lo público. Incluso la familia real ha optado por la educación pública: el hijo y la hija de la futura reina Viktoria –que nació, ella misma, en un hospital público y universitario- cursan en Campus Manilla, un centro de educación estatal de Estocolmo.
La presencia del Estado, refiere Ayeray, “acá está fuera de discusión. Aunque en el Parlamento entraron legisladores de derecha, nunca son como Milei: no atacan, como él, la noción de lo público y estatal. Tampoco podrían hacerlo, porque no contarían con el apoyo de los suecos, que son fuertes defensores del sistema público”.
Muy diferentes a los vouchers planteados por Milei, existe allí –como en Argentina y buena parte del mundo- un sistema de becas. “Tengo la experiencia de haber estudiado con becas en una Universidad pública. A los extranjeros nos daban una más alta. La mía era equivalente a 21 mil euros, porque contemplaba la compra de libros, el alquiler de un lugar donde vivir y solventar los gastos del día a día. Ahora, que estoy haciendo mi legitimación como psicóloga, curso también en una Universidad pública y no pago absolutamente nada”, narra Ayeray. “Se invierte mucho en libros y, al igual que se hizo en Argentina, se entregan computadoras a docentes y estudiantes”, completa. Lo mismo ocurre con quienes trabajan en investigación en las Universidades o se desempeñan en las municipalidades.
El sistema de educación superior público de Suecia “es muy bueno y amplio”, agrega, antes de recordar que “Cristina (Fernández) quería hacer algo así en Argentina. Pude verlo cuando fui invitada por la Universidad Nacional de San Martín para dar una charla. Me encontré con una Universidad supermoderna. También veo que son muy fuertes nuestras Universidades tradicionales, como Córdoba o Buenos Aires”.
Sin dejar la primera persona del plural para hablar de nuestro país, reclama: “no podemos perder nunca eso, es lo más valioso que tenemos, un Estado presente en la educación y la salud”.