Luis Caputo, el pibe de oro
Hay apodos y apodos, están los que afirman algo que se descubre con facilidad y los que nombran por contraste como seguramente sucedió con el Ministro Caputo cuando Macri dijo de él – con la impunidad de la que se jactan los poderosos - que era el Messi de las finanzas.
Vincular a Caputo con Messi ofrece la ventaja tanto de ensuciar la enorme felicidad colectiva que nos brinda el capitán argentino como naturalizar que pueda salir algo bueno de las finanzas, que al estar completamente desvinculadas de la producción solo pueden ofrecer especulación, deuda creciente y fuga de divisas.
Hace unos días, por una denuncia pública que llevó adelante Sergio Palazzo, Diputado Nacional y Secretario General de la Asociación Bancaria, nos enteramos que se llevaron a escondidas y sin ningún registro institucional una parte de las reservas de oro del Banco Central sin que exista comunicación oficial que lo respalde.
Su pedido de informes dirigido al presidente del Banco Central, Santiago Bausili, realizado el 15 de julio aún no tuvo respuesta ya que el plazo para contestar que estipula la Ley 27.275 de acceso a la información pública es de 15 días hábiles con posibilidad de prorrogarse por un plazo similar.
Según la información brindada por los propios trabajadores del sector, el Banco Central habría realizado dos envíos al exterior de reservas de oro, uno el 7 de junio y otro el 28 de junio, por un valor equivalente a los 450 millones de dólares. Esa cifra equivale a un 10 por ciento de las reservas de oro totales que atesora nuestro país.
Descubierta la maniobra fraudulenta la primera reacción del Ministro de Economía fue no darle importancia, afirmando en un canal de noticias que buscaba obtener un pequeño interés económico al colocarlo en el mercado, pero nadie del gobierno se animó a respaldar su declaración dada la inestabilidad del escenario financiero local.
Lo cierto es que existe enorme desconfianza entre los acreedores por la falta de reservas, que según declaraciones recientes del Vicepresidente del Banco Central, Vladimir Werning, tendrían un rojo de 3 mil millones de dólares y que hasta ahora han sido inútiles los intentos del gobierno para que el FMI facilite un nuevo préstamo tanto por la falta de respuesta a sus recomendaciones (mayor devaluación y acumulación de reservas) como por las propias tensiones que atraviesa la política norteamericana.
La incertidumbre que genera la falta de información oficial hace suponer que el oro de los argentinos fue llevado al exterior para empeñarlo como garantía y conseguir dólares de manera urgente a través del Banco Internacional de Pagos de Basilea (Suiza) o del Banco Central de Londres, con el riesgo latente de que pueda ser embargado por los litigios de los fondos buitres, que festejaron el gol como propio aunque haya sido en contra, interesados en ejecutar las sentencias de primera instancia en los juicios contra YPF y el Cupón PBI.
Si bien las finanzas resultan a veces difíciles de entender (o nos las presentan de una manera compleja “para meternos el perro” como decía Arturo Jauretche), es bastante obvio que cuando las riquezas se van para afuera y acá aumenta la pobreza solo se benefician quienes se llevan los recursos de estas tierras y aunque ya no tienen la brutalidad de la conquista, porque son otras las formas del saqueo, impiden que podamos desarrollarnos según nuestras propias capacidades, que son inmensas.
Mientras nuestro país priorice el mercado internacional a costa del bienestar de los argentinos y siga entregando impunemente su oro, que a veces cambia de color para ser verde como la soja, negro como el petróleo o blanco como el litio, no solo que tendremos una economía dependiente y primarizada –que es lo que se propone consolidar Milei a través del RIGI aprobado recientemente en la Ley Bases- sino que jamás dejaremos de administrar pobreza.
Lo que si debemos reconocerle al gobierno, en la decisión inédita de entregar voluntariamente sus propias reservas de oro, es su consecuente batalla imaginaria contra el populismo porque sigue haciendo todo lo contrario a lo que se espera de un país soberano.
Y aunque solo sea un mito opositor de aquella época que al asumir Perón su primera presidencia los pasillos del Banco Central estaban abarrotados de lingotes de oro, queda cada vez más claro que ninguna mejora puede esperarse sin recuperar la fortaleza económica del Estado Nacional.