Palestina, Argentina y la escenografía solidaria

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Palestina, Argentina y la escenografía solidaria

24 Octubre 2024

“No existe solidaridad sin crítica.” Edward Saíd

Argentina, y Buenos Aires en particular, han sido el escenario para una serie de actividades y acontecimientos en torno a las calamidades de Palestina. Un abanico de grupos organiza protestas y reuniones de todo tipo, así como veladas de discusión: eventos culinarios, lecturas de poesía con bailes folclóricos en la embajada palestina y sus alrededores, que han atraído a la mayoría de los miembros de la comunidad palestina, muy al contrario que el evento «Tango Queer por Palestina», que ejemplifica mejor cómo la verdad puede ser más extraña que la ficción. Hay asados por Palestina, hay marchas que se encauzan desde clubes multiculturales o del Partido Obrero y de distintos sectores de una izquierda argentina aun más fragmentada que los distintos frentes palestinos,—antes de que China intentara con éxito mediar en un acuerdo de unidad palestina (el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, ha prometido incluso que visitará Gaza muy pronto).

En un acto reciente en esa universidad del corroído barrio de Constitución, la facultad de Sociales de la UBA, que también es semillero de militancia trotskista de clase media, tuvo lugar una mesa redonda entre ponentes contrastados que llegaron al consenso de que es urgente hacer algo en Argentina con respecto al conflicto. En el encuentro organizado por "Judíes x Palestina" (la organización emplea una ortografía neutra en cuanto al género, aunque el género gramatical desempeña un papel mucho más destacado en el árabe que en el español) parecía haber una importante división generacional entre los ponentes, con los panelistas mayores a favor de una auténtica aplicación de la solución de los dos Estados, tal y como exigió la ONU desde el auge de su militancia (y de su relevancia) en 1967, mientras que los oradores más jóvenes insistieron en que un Estado único plurinacional, en el que los judíos israelíes se convertirían de la noche a la mañana la minoría étnica con menos votos, es la fórmula más realizable y justa y, de algún modo, menos proclive a desembocar en una guerra civil, (como si la guerra civil con muerte masiva de civiles no fuera la situación actual). Las demandas de un posicionamiento más radical llegaron desde el público. Ariel Feldman, redactor jefe adjunto israelí-argentino de la filial latinoamericana de la revista Jacobin, subrayó que no ve ninguna solución para el conflicto, y declaró que los asentamientos ilegales en Cisjordania son inamovibles. Se trata de una creencia que se ha puesto de moda dentro de la izquierda desplazando a aquellas voces veteranas como las de Norman Finkelstein, Noam Chomsky y Mouín Rabbani junto a las posiciones formales de la mayoría de los grupos palestinos (incluidos Hamás, la Iniciativa Nacional Palestina del Movimiento Reformista Fatah) y del partido comunista israelí Hadash, cuyo lema es el optimista «Dos Estados, un solo futuro». (Da la casualidad de que uno de los líderes de Hadash, Efraím Davidi, es un argentino que se exilió de la ciudad de La Plata en 1976 y que habló en los actos organizados a principios de este año por LJA). Feldman sugiere, provocativamente para la audiencia mayormente judía, que el primer paso para resolver el conflicto es que los judíos en la sala cuestionen el judaísmo laico, y piensen en problematizar su judeidad como una construcción o como la raíz del problema y tal vez disolver esta identidad. Una revuelta “epistémica” como panacea en medio de la destrucción. Esto por supuesto constituye una invocación mística (o al contrario, del espíritu racionalista) y tal vez una vía foucaultiana de abordar el genocidio en curso desde la academia: En lugar de canalizar las pasiones e identificaciones existentes para catalizar el activismo cívico y legal y el derecho internacional para hacer relevante el activismo argentino sobre el estado geopolítico, debemos en cambio calmarnos y mirar hacia adentro, a los "discursos" supuestamente problemáticos o a los sesgos cognitivos y " las construcciones" y desmantelarlas en el nivel discursivo donde están ancladas en el "texto" de nuestra realidad. Luciana Alter, vocera de Judies x Palestina, por su parte, se diferenció de todos los demás panelistas en su negativa a condenar las acciones de Hamás el 7 de octubre. Nadie nombró a las diversas víctimas argentinas, incluido José Luis Silberman, de 67 años, que podría haber llegado a Israel como refugiado de la dictadura argentina y que fue asesinado en el kibutz Nir Or. A pesar de que Jorge Elbaum, escritor y cofundador del Llamamiento, hizo hincapié en el papel cardinal desempeñado por EE.UU. en facilitar la militarización y la derechización de la política israelí y el genocidio resultante, la vocera de JXP propuso marchar simplemente a la embajada israelí,--en lugar de hacer una parada frente a la embajada estadounidense, tal vez en el camino hacia o desde la embajada israelí.

En lo que todas las facciones parecen estar de acuerdo es en que no podemos sumirnos en una inercia impotente ante las masacres.

Excéntricamente, en Buenos Aires hasta ahora el consenso ha inspirado múltiples actos de «tango queer por Palestina», proyecciones de películas y debates sobre las atrocidades que ya se veían claramente en Al Jazeera, y lecturas de poesía, sin que esté claro qué se supone que se pretende conseguir con ninguna de estas acciones. No es de extrañarse que las agrupaciones, aunque todos simpatizan en gran medida con el pan-latinoamericanismo que se extendió por los países del Mercosur en la era Kirchner-Chávez-Correa, no amplíen su cosmovisión para ver cómo se puede fraguar un frente pan-latinoamericano unificado. Las muchas, grandes e intelectualmente diversas comunidades árabe-americanas y judías progresistas de Chile, Argentina, Brasil y México especialmente, entre muchas otras de Centroamérica y el Caribe, si se interconectaran podrían establecer un frente por la paz tan valioso como el de los manifestantes anti-Biden y pro-Palestina del movimiento «No Comprometidos» (Uncommitted) en EEUU, un movimiento compuesto en gran parte por árabe-americanos y judíos progresistas que se unen en una indignación compartida y una confraternización judeo-árabe políticamente potente. Esto va mucho más allá de los eventos gastronómicos, que las kufiyas, que el moralismo y el fatalismo, las proyecciones de documentales mediocres, la cumbia y el tango queer por Palestina o las especulaciones sobre si utilizar o no técnicas de meditación foucaultianas o lacanianas para "deconstruir" el superyó ashkenazí. Un evento de principios de este invierno que casi ha pasado desapercibido por muchos de estos activistas, aunque tuvo lugar en parte gracias a la histórica cooperación de la embajada palestina con el Llamamiento Argentino Judío y el instituto armenio de la memoria Fundación Luisa Hairabedian, convocando abogados que participaron en la megacausa de la ex ESMA, fue una reunión menos concurrida (debido a su tema, quizás esotérico, del derecho internacional) en el teatro Hasta Trilce sobre las leyes de la Jurisdicción Universal. La Jurisdicción Universal, desarrollada por primera vez en el siglo XIX para combatir la piratería en alta mar, fue invocada una vez en 2009 por activistas británicos que protestaban contra la Operación Plomo Fundido, pidiendo la detención de la entonces primera ministra israelí, Tzipi Livni, que canceló su viaje relámpago al Reino Unido como consecuencia de este poderoso recurso judicial. Rodolfo Yanzón, el abogado de derechos humanos de la ex ESMA que intervino en el acto había organizado juicios performativos inspirados en el tribunal internacional de crímenes de guerra de Bertrand Russell. En ese encuentro, cubierto por la Retaguardia, el canal argentino de derechos humanos conocido por televisar y documentar juicios contra criminales de guerra argentinos, Yanzón habló de sus continuas y laberínticas luchas para representar a los refugiados palestinos en su caso contra la ocupación israelí desde el corazón del sistema judicial argentino. El joven protegido de Yanzón, el abogado de derechos humanos Carlos Federico Gaitán Hairebedian, describió una experiencia ligeramente similar cuando planteó la cuestión del genocidio armenio en el sistema judicial argentino y recibió llamadas telefónicas de una cancillería agonizada por las presiones e instigaciones procedentes de Ankara para que pusiera fin a todas estas «travesuras». También se contó con la presencia de Damián Ravenna de la Asamblea Permanente de los DDHH.

Argentina ha tenido durante mucho tiempo un papel de liderazgo innovador en el continente, al catalizar la vanguardia de nuevos cambios e iniciativas, al ser la primera en cuestionar el presunto derecho del Norte global a la supremacía, y al abolir el olvido que llegó en forma de leyes de Amnistía. Nuestro gobierno, capitaneado por los hermanos Milei y por Villaruel, ha complementado su política de resucitar los días de amnistía para los criminales de guerra argentinos, con su abrazo a los peores y más reaccionarios elementos del espectro político israelí, precisamente durante un período en que los crímenes de guerra alcanzan intensidades sin precedentes. Nunca ignoremos las escandalosas realidades y hechos de la historia que vinculan nuestras tragedias comunes. Estudiosos como el uruguayo-israelí Gerardo Leibner, y los argentinos Herman Schiller y Lautaro Brodsky, entre otros, han popularizado últimamente una conversación largamente reclamada sobre el papel negligente y a veces activamente cómplice que la embajada israelí y su visitador israelí desempeñaron durante la Junta argentina, el abandono de los familiares de desaparecidos judíos que llamaban a la puerta de la embajada en busca de ayuda, la imperdonable cooperación en materia de armamento e inteligencia en nombre de los intereses compartidos de Israel en una «guerra contra el terrorismo» argentina, incluso cuando los supuestos terroristas eran jóvenes idealistas de la comunidad judía. El número de desaparecidos judíos sugiere una traición y un fallo de inteligencia mucho mayor que el del 7 de octubre. Como dijo Israel Shahak, sobreviviente israelí del Holocausto, en 1985:

«Amnistía Internacional acusó, con razón, al antiguo régimen argentino no sólo de torturas, asesinatos, etc., sino que obligó a muchos miles de prisioneros judíos a arrodillarse ante fotos de Adolf Hitler. Contra esto no hubo ninguna protesta israelí en la época de mayor amistad, y suministro de armas y demás. Cualquiera que crea que el Estado de Israel, tal como está constituido en la actualidad, ayuda a los intereses judíos, debería pensar en este único hecho. Cuando en el más nazi de los regímenes duraderos, ... tal situación pudo ocurrir y no hubo ninguna protesta israelí y ninguna protesta de una importante organización judía americana, eso debería dar a la gente material para pensar.»

Ha llegado el momento de que los argentinos lleven a Israel ante los tribunales de la misma manera que lo hizo Sudáfrica. El activismo jurídico internacional de América Latina ante el empantanamiento israelí-palestino puede adoptar múltiples manifestaciones, pero lo más importante es que ofrezca una plataforma de seriedad que respete la urgencia y la dignidad de las víctimas y que aspire a alguna forma de impacto más allá de la mera producción de imágenes sentimentales y de ritual simbólico y discursivo. Los palestinos han visto demasiado de ese estilo de solidaridad decorativa y necesitan y merecen algo mejor. Palestina debe dejar de ser tratado como un interés subcultural en la política argentina y su lucha por los derechos humanos.