Hospital Laura Bonaparte: “La salud mental siempre es eje de recorte bajo la idea de que encerrar puede ser solución”
La tarde del viernes 4 de octubre los trabajadores del Hospital Nacional Laura Bonaparte denunciaron el cierre de la guardia y de las nuevas internas, a partir de la decisión del Ministerio de Salud de iniciar un “plan de reestructuración”. La medida causó sorpresa y preocupación, en el marco del ajuste y desguace estatal llevado a cabo por el gobierno de Javier Milei, dada la importancia e historia del lugar. Si bien hay contempladas nuevas mesas de trabajo, el clima desde entonces es mayormente de incertidumbre.
De Nicolás Avellaneda a Alberto Fernández
El recorrido del nosocomio a lo largo de nuestra historia es bastante amplio, abarcando distintos siglos, presidencias y cambios de denominaciones. Como punto de partida, en 1875 se nombró una comisión para constituir el Hospital Militar que sería inaugurado casi catorce años después, durante el mandato de Miguel Juárez Celman en 1889. En ese entonces, se encargaba de recibir a heridos del Ejércitos, derivados de los hospitales de emergencia de cada campaña.
En 1940 se transformó en el Hospital Nacional Central para Enfermos Tuberculosos y, tras varios idas y vueltas, tareas administrativas y de estar abandonado durante un tiempo, incluso al borde de la demolición, pasó a ser la sede del Centro Nacional de Reeducación Social (CENARESO), creado en 1973 en el en el ámbito del Ministerio de Bienestar Social de la Nación, para brindar asistencia a la problemática de las adicciones y desarrollar tareas de investigación y capacitación. Fue la primera experiencia a nivel nacional de un espacio interdisciplinario y gratuito especializado en la materia. Los primeros meses trabajó bajo modalidad exclusiva ambulatoria y en 1974 se internó el primer grupo de pacientes.
Desde su creación hasta la actualidad el hospital se vio afectado por vaivenes administrativos, disputas de paradigmas médicos y psiquiátricos y diversas modificaciones legales y regulatorias. Desde la década de 1980 fue incorporando distintas prestaciones y prácticas, como la clínica médica, el laboratorio de análisis, las comunidades terapéuticas, odontología y farmacia, entre muchas otras. El recorrido del modelo de atención evidencia la complejidad del espacio de las tareas que lleva adelante. A fines de 1996, finalmente, se formaliza su estructura organizativa como organismo descentralizado del Ministerio de Salud de la Nación.
En 2012, tras la Ley 26.657 de Salud Mental -sancionada dos años antes-, se ordena la intervención general de la institución en el marco de políticas públicas que apuntaban a garantizar los derechos humanos de las personas con algún padecimiento mental. Tras diversas prórrogas, en 2016 pasó a llamarse Hospital Nacional en Red Especializado en Salud Mental y Adicciones “Licenciada Laura Bonaparte” y en 2023 cesaría el arbitraje. Hoy es la principal referencia en funcionamiento, investigación y articulación con todo el país.
La “reestructuración” de Mario Lugones y Javier Milei
A fines de septiembre desembarcó en la cartera de Salud Mario Lugones, fundador y presidente de la Fundación Güemes y quien estuviera a cargo del sanatorio homónimo. Si bien ya asesoraba al ex ministro Mario Russo, su llegada buscó profundizar la perspectiva general de La Libertad Avanza. De hecho, una de sus primeras medidas fue solicitar la renuncia del Consejo de Administración del Hospital Garrahan por otorgar un bono a los y las trabajadoras.
De esa manera llegamos al 4 de octubre y al anunciado “plan de reestructuración” para “priorizar la asignación de los recursos en los pacientes que lo necesitan”, que inició con la derivación de pacientes a otras instituciones. Con un perfil economicista por demás, alejado de los paradigmas de la salud mental, y falseando datos de ocupación e internación, el gobierno buscaba justificar sus medidas. Si bien no se ha publicado ninguna norma que afecte de forma directa al Hospital, la alerta se mantiene desde el primer momento y, por eso, quienes lo integran han impulsado diversas manifestaciones, incluyendo festivales.
Los y las profesionales señalan además que desde la dirección del mismo se han desligado del conflicto, argumentando que las decisiones son del Ministerio de Salud. Apenas se han acercado y nunca se han referenciado a nivel general con todos los trabajadores. Más allá de decenas de despidos durante septiembre -y, por lo tanto, las dudas sobre la continuidad de los puestos-, lo principal es qué ocurrirá con las personas en tratamiento. En ese marco, AGENCIA PACO URONDO dialogó con Camila Seijas, trabajadora social del Hospital Nacional en Red Especializado en Salud Mental y Adicciones “Licenciada Laura Bonaparte”.
Agencia Paco Urondo: ¿Cuál es la situación actual del conflicto con el hospital?
Camila Seijas: Si bien la situación del Hospital ha mutado en algunos ejes, continúa siendo lábil e incierta. Se confirmó, y se firmaron, la continuidad de los 612 puestos de trabajo, por tres meses hasta diciembre -dinámica que se venía sosteniendo desde el cambio de gestión en diciembre de 2023-. Asimismo, en el discurso oficial se cesa con la idea de cierre y muta hacia la reestructuración, razón por la cual -renuncias del ministerio mediantes- finalmente se sostendrá la "mesa de trabajo" entre autoridades del mismo y referentes gremiales e institucionales del Hospital. Es preciso destacar que continuamos a la espera de que se retracte la decisión del cierre del área de internación, que no ha sucedido hasta el momento. La situación administrativa en la órbita asistencial es similar a la del día donde inició todo.
APU: ¿Qué creen que se esconde detrás de esa propuesta de “reestructuración”? ¿El Bonaparte podría ser la punta de lanza, para bien o mal, del plan de gobierno con los hospitales nacionales?
CS: Hay varias líneas a repensar. A título personal, creo que fue una prueba piloto en la órbita de medir impacto y posibilidad de movimientos, en relación a la gerencia de los hospitales nacionales y su reorganización en función de la idea deficitaria existente, indistintamente a la calidad de atención y la accesibilidad como indicadores que sostienen su continuidad de atención, en este hospital y en otros como el Garrahan.
Por otro lado, en lo macro y en función de lo que se fue refiriendo, si no apuntan al cierre sí lo hacen a que los servicios de atención del hospital disminuyan su nivel de atención y, en consecuencia, su presupuesto de sostén. Por lo tanto, sería "más accesible" su traspaso a Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo. También apuntan a disminuir la calidad en función del desgaste de los laburantes, a través del cese de labor por parte de profesionales en relación a bajos salarios, las altas demandas, etc.
APU: ¿Cómo se ha ido consiguiendo su renombre el hospital a lo largo de los años?
CS: En primera instancia, el hospital tiene muchísima historia, siempre de carácter nacional. Es muy importante porque, más allá de todo lo que pasa cuando se reglamenta la Ley Nacional de Salud Mental, se dispone que el hospital acompañe dicha reglamentación y se construya como modelo de atención en relación a los cambios que se producían en función de esa nueva legislación. En 2016 pasó a tener su denominación actual. Laura Bonaparte tiene toda su historia como parte de Abuelas de Plaza de Mayo, tiene muchos familiares desaparecidos y como psicóloga tiene mucha incidencia internacional también.
El Hospital acompaña la ley y, en ese sentido, tiene que ver con hitos que lo hacen diferente a otros espacios, como la atención interdisciplinaria. Presupone que a cualquier dispositivo que te acerques vas a ser atendido por un equipo, no por un solo psicólogo, trabajador social o psiquiatra, que va a estar pensando de forma conjunta y con múltiples miradas para evocar y pensar estrategias respecto a tu tratamiento particular. Lo hace diferencial a otros espacios que están más segmentados profesionalmente a la hora de poder atender.
Por otro lado, habla de la persona inmersa en su medio social colectivo y el fortalecimiento del lazo social para dejar de pensar desde lógicas manicomiales. Por lo tanto, empieza a tener un montón de lugares anexos a lo conocido como netamente terapéutico, como el espacio de terapia y la psiquiatría, para poder trabajar en todo el proyecto y el recorrido de esa persona. De ahí el Centro Cultural, que también está abierto a la comunidad, el espacio socioproductivo o la línea de atención nacional 24/7 a la que puede llamar cualquiera.
APU: ¿Tiene que ver con la perspectiva adoptada?
CS: Piensa a la persona y a la salud mental dentro de un todo. En ese sentido es importante su carácter nacional porque lo que destaca el hospital es que acompaña, capacita, forma y supervisa a todo el territorio argentino. No sólo desde la llamada que puedas hacer en la línea que mencioné, donde hay convenios que, por ejemplo, disponen que Córdoba durante la noche no tiene atención, entonces se atiende directamente de la línea nacional, sino que todas las instituciones estatales o de otra índole que quieran formarse y pensarse desde su territorio pueden hacerlo de la mano del Bonaparte que los va a acompañar por teletrabajo, tele-salud, o por distintas modalidades de capacitación.
Eso es acompañar la ley nacional, que dispone que para atenderte en el marco de la salud mental tenés que estar cerca de tu casa y no tener que movilizar hacia lugares lejanos que no sean tu centro de vida. La ley de salud mental reglamenta que la internación es una estrategia última y excepcional en el caso de que no funcionaran todas otras intervenciones de carácter quizás más colectivo, más abierto a la comunidad, en el espacio propio de la persona. La internación, al contrario de como se piensa hasta hoy en muchas instancias, es una alternativa última. Tampoco es así, pero citando lo que han hecho algunos medios, con esto de tener bajas internaciones, en realidad habla bien del hospital y de los equipos de salud que van acordes a la ley de salud mental porque están trabajando con las personas de forma inclusiva en su medio y en lazo con la sociedad, que era lo que no sucedía antes.
APU: ¿Cuál es su análisis general sobre la salud mental en nuestro país?
CS: La gran cuestión, que viene hace años en disputa, tiene que ver con los paradigmas de atención. Hay un hito clave que es la promulgación en 2010, reglamentada dos años después, de la Ley de Salud Mental, que marca un antes y un después respecto a cómo la vamos a atender. Una de las primeras cuestiones es que la persona que se encuentra afectada por alguna sintomatología, cuadro de salud mental o en situación de consumo de sustancias, deja de ser objeto de intervención y pasa a ser sujeto de derechos. Es clave porque todo el paradigma de atención, primera escucha e internarse o no se modifica.
Antes de su promulgación había un paradigma bastante tutelar y de manicomio, que la ley viene a poner en jaque. Había personas viviendo hacía años en hospitales monovalentes en el marco de un diagnóstico de salud mental. La ley viene a impulsar, y cristaliza normativamente luchas desde hace muchísimos años de profesionales, colectivos de la salud mental, usuaries y familiares, que estas personas deberían efectivamente tener posibilidades de armar un proyecto de vida, reinsertarse en la sociedad y que son parte de la población. Es decir, correr el foco de la idea de peligrosidad en relación a la salud mental. Son personas que merecen un trabajo, amistades, formar lazos sociales, el amor y un montón de cosas que son usuales para todes, por qué no lo serían para ellos.
APU: ¿A qué tipo de paradigma se pasa?
CS: Se pasa al paradigma de los derechos humanos y, a partir de ese momento, el hospital pasa a ser hito de acompañamiento de esta reglamentación y a darse en la sociedad una profundización del debate en el marco de estos dos paradigmas. Por un lado, una cuestión manicomial de una mirada médico-hegemónica, en donde lo que define el plan farmacológico es lo que va a hacer bien o no a la persona, cuando ya sabemos que un tratamiento requiere de un montón de otras aristas que no tienen que ver con si estás medicado o no. La idea de manicomnización en muchas instancias privadas y espacios de atención antes de la ley implicaba que la persona esté totalmente dormida en relación al plan farmacológico referido y no había posibilidad de mover nada en esa subjetividad.
APU: ¿Y ahora?
CS: Ahora es una proyección de ese debate en mayor profundidad. Es más fácil encerrar a los locos en un lugar que tomarse el trabajo de brindar tratamientos que requieren muchísimo tiempo y acompañamiento profesional para que esas personas puedan efectivizar una vida cotidiana y un proyecto de vida acorde a sus intereses y deseos que pueden o no tener limitantes en función de sus diagnósticos.
La salud mental siempre fue un poco dejada de lado, empieza a ponerse más en escena a partir de la ley y, sobre todo, de la pandemia porque las consecuencias a nivel de salud mental son monstruosas en todas las clases sociales de nuestro país. Comienza a manifestarse en mayores ataques de pánico, en desregularización de la posibilidad de generar conectividad y lazos sociales en pibes, adolescentes y adultos, entre muchas otras cuestiones. Además, en un sistema capitalista cada vez más arrasador, en una coyuntura nacional cuya profundización genera mayor vulnerabilidad en todas las clases sociales.
APU: ¿En qué sentido?
CS: La movilidad social está siendo casi imposible y empieza a haber sobre-estrés de cómo llegar a fin de mes. Todo repercute en la salud mental que hoy tiene menos herramientas, porque viene golpeada de la pandemia, y menos capacidad. Son escasos los espacios que tienen una respuesta tan integral como nuestro hospital y de la mano de poder pensar a una persona en todo su ser, en qué pasa en su casa, en qué hay cerca para que pueda ir a relacionarse con otros, en lo que implica el horario de atención del hospital -tiene un rango para que pueda ir a laburar y no deja de tener su tratamiento-, en que el hospital tiene, por ejemplo, un área de kinesiología, ginecología y clínica general para que se pueda enlazar con equipos profesionales porqué se da un cuadro complejo en el marco de salud mental.
Se puede atender en lo que requiera y no es tan así en otros hospitales generales, porque quizás no tienen tantas herramientas de manejo. Por más que la ley reglamente que tiene que haber una guardia de salud mental todavía falta mucho para terminar de enlazar todos los servicios y de poner sobre la mesa que la salud mental es algo de todes, que tiene múltiples formas y que está todo el tiempo entre nosotres y nos merecemos igual atención y no estar encerrados en un lugar porque no encajamos en la idea de normalidad. Esa es la disputa que se sigue manteniendo y se cristaliza hoy en un entramado que también viene a empujar que como los hospitales son deficitarios hay que buscar la forma de reestructurar. La salud mental siempre es un eje de recorte porque no es tan trascendental y está la forma de encerrar, entonces si se puede resolver así entonces no hace falta tanto.
APU: ¿Cuáles son los próximos pasos a seguir en relación a la situación del hospital?
CS: Estuvieron en la mesa de trabajo les delegades, coordinaciones de los distintos servicios del hospital y el área de salud de Nación. Si bien fue un buen diálogo en torno a la idea de reestructuración, se dio lugar a que las distintas referencias del hospital pudieran hablar de las complejidades que hay y qué proyectos se pretenden a la hora de poder pensar soluciones, se absorbió por la parte ministerial y ahí quedó. Se contempló una nueva fecha para seguir en esta mesa en relación a la idea que plantea el gobierno actual.
Les trabajadores estamos esperando, de forma muy pausada y con pie de plomo, porque entendemos que se han abierto canales de diálogo y es preciso poder responder a ese ida y vuelta. Por otro lado, seguimos en estado de alerta porque aun así, y todo lo referido hasta ahora, las internaciones del hospital continúan cerradas, a la espera de la formalización de su apertura que hasta ahora no se ha materializado. Tenemos que tener en cuenta que un hospital de carácter nacional de tercer nivel como es el nuestro no puede considerarse, en términos técnicos, de esa forma si no tiene las internaciones específicas en salud mental. Por tanto, ese cierre y esa continuidad pone de manifiesto que pasamos a ser un centro de salud de primer nivel y eso es mucho más transitable a otra jurisdicción.
Hubo un festival el sábado pasado, rememorando que sin internaciones no hay hospital, y el jueves y viernes estuvieron las jornadas de Salud Mental del Hospital de orden institucional, donde se presentaron papers e investigaciones. Es importante para poner sobre la mesa en un carácter más académico lo que hacemos diariamente. Vinieron personas de Brasil a exponer y hubo más de mil inscriptos, lo que habla de la relevancia y el trabajo diario, entonces estamos tratando de focalizar en estos hitos para demostrar nuestro laburo en números, que es lo que piden justificar.