Editorial de la revista Pensamiento Nacional: "Ser o no ser"

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    Foto: Kaloian Santos
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Editorial de la revista Pensamiento Nacional: "Ser o no ser"

17 Enero 2025

No pasa día que no hablemos de algo referenciándolo como de “sentido común”.

Según Wikipedia el “sentido común es la capacidad de valorar situaciones de la vida cotidiana y tomar decisiones acertadas. Es una forma de razonar que se considera natural, universal y que no requiere un aprendizaje previo”.

Digamos que, para empezar, está bien. “Sentido común” vendría a ser, socialmente, un valor muy apreciado porque se establece en lo que la mayoría está de acuerdo y, por tanto, está bien.

Sin embargo existen otras lecturas que le bajan el precio al “sentido común”. En la actualidad, queda cada vez más claro que el “sentido común” no es generado tanto por la población, sino que es inducido por el Poder y sembrado por sus brazos armados: los medios de comunicación.

Vamos a un ejemplo. Tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, encuestadoras estadounidenses consultaron a los ciudadanos de esa nación en torno a cuál fue el país que había triunfado en el conflicto. La respuesta recibida fue abrumadora: A la guerra la había ganado la Unión Soviética.

Los números no dejaban lugar a dudas. Los soviéticos habían entrado en la guerra poco después del ataque alemán a Polonia, en setiembre de 1939, como aliados del ejército nazi, y combatieron hasta el final del conflicto. Casi seis años transcurrieron hasta que el ejército rojo pudo entrar en Berlín, en abril de 1945. El costo que la U.R.S.S. pagó por ello fue tremendo, unos 21 millones de muertos.

Los EE.UU., por su parte ingresaron a la contienda el 7 de diciembre de 1941 tras el ataque japonés a Pearl Harbour, cuando hacía ya dos años que se combatía en Europa, no interviniendo en la guerra europea sino hasta 1943, cuando sus fuerzas armadas desembarcaron en el norte de África. En junio de 1944 se produjo el ataque a la fortaleza de Hitler. Tropas estadounidenses, británicas, canadienses, polacas y francesas libres desembarcaban en Normandía. Un año después terminaba la guerra.

El costo en vidas pagado por los EE.UU. fue de 500 mil muertos.

En el frente occidental los aliados debieron enfrentar a un ejército alemán constituido por unas dos docenas de divisiones, cifra que estaba lejos de las 120 divisiones que luchaban desesperadamente por contener el avance soviético en el frente oriental.

Esto es lo que había ocurrido y era, también, lo que las encuestas realizadas en los EE.UU. a fines de los 40 y principios de los 50 dejaban traslucir. Para los estadounidenses no había dudas, la II Guerra Mundial había sido ganada por los soviéticos.

En los 60 las encuestas efectuadas sobre el mismo tema, si bien mostraban los mismos resultados, también registraron que había aumentado mucho el porcentaje de los ciudadanos que señalaban que había sido su país y no la U.R.S.S. quien había triunfado en la II Guerra Mundial.

Ya en la década de los 70 la cosa se dio vuelta en forma definitiva y los norteamericanos que respondieron a la pregunta de las encuestadoras señalaron masivamente que habían sido los EE.UU. quienes ganaron la guerra.

¿Qué pasó? ¿Cómo se explica que, en tan solo dos décadas, la opinión pública del país del norte hubiera cambiado tanto su posición sin números que respaldaran sus respuestas? Bueno, lo que ocurrió se llamó “Hollywood”.

Hoy nadie pone en discusión que a la II Guerra Mundial la ganaron los EE.UU., como tampoco se discute que también ganaron la guerra de Viet-Nam, a pesar que la realidad indique que de ella salieron derrotados. “Hollywood” ha permitido que los Estados Unidos ganaran todas las guerras de las que participaron. El poder del cine ha sido tan decisivo en ello que hoy nadie discute que esa nación es la más poderosa del planeta en un campo de batalla. Se ha transformado en una cuestión de “sentido común”

Sin embargo, la realidad marca también que no les ha ido bien en ninguno de los conflictos bélicos en los que se ha metido. Tan solo pudieron triunfar en Granada y Panamá, en algunos otros conflictos de baja intensidad y, por supuesto, en innumerables golpes de estado que han dado en los países de su patio trasero.

A pesar de haberle arrojado encima un tonelaje de bombas superior a la que lanzaron sobre Alemania durante la II Guerra mundial, los Estados Unidos no han podido con Irak, nación que tiene una población menor que la Argentina. Tampoco pudieron con Afganistán y Somalia, de donde tuvieron que irse.

Hollywood modeló, con sus films, nuestro “sentido común” sobre este tema.

En este tipo de construcción de “sentido común”, hoy las ultraderechas han sumado una nueva herramienta que son las redes sociales. Estas les han permitido crear, entre otras bellezas, las “noticias falsas”. Frente a ellas las personas están inermes porque no tienen posibilidad alguna de chequear los contenidos o porque están mentalizados a pensar que, “si está publicado, es porque es verdad”. A partir de ahí lo que nos pasa es culpa pura y exclusiva del Estado. No de las distintas administraciones que pasan por él y deciden cosas, sino el Estado en sí mismo. Repetido hasta el hartazgo, esta tontería se convirtió en algo de “sentido común” para, al menos el 56 % del electorado argentino en las últimas elecciones.

Todavía hoy la mayor parte de las personas no se ha percatado que las redes sociales son algo más que un elemento que acorta distancias y permite establecer vínculos. Además de ello, las redes pueden crear una cultura, una mentalidad y un discurso propio, que poseen efectos directos en nuestra cotidianeidad. A partir de ahí no ha sido difícil establecer e instalar los mensajes de la ultraderecha.

Con esa fórmula han logrado que la ciudadanía aceptara un diagnóstico que hablaba del estado calamitoso del país que recibieron. Lo que es peor, lograron que se aceptaran las recetas que instalaron como las más adecuadas para salir del estancamiento. Por supuesto, las que son de “sentido común”

De esta manera millones de ciudadanos votaron una propuesta que indicaba la imperiosa necesidad de efectuar un violento ajuste en la economía y que esa medida no sería pagada por la población porque estaba dirigida puntualmente a la casta política.

Con ello podemos ver cómo la población ha tomado como de “sentido común” que la situación del país debe solucionarse a través de un ajuste brutal a través de una metodología altamente represiva que destruye día a día la calidad de vida de la población argentina. Hoy, sobre un total de 47 millones de habitantes, tenemos 26 millones de personas bajo la línea de pobreza, 8 millones bajo la línea de indigencia (4 millones se agregaron en este último año). Hay una expansión del empobrecimiento y del hambre, con una perspectiva de profundización del saqueo de los recursos naturales y del daño ambiental. De continuar transitando este camino correremos el peligro de tener en frente expectativas de disolución nacional.

Imagine el lector hallarse frente a un ciudadano de una nación equis, altamente endeudado y con su economía destruida y que esté contento porque un gobierno electo lo va a solucionar todo destruyendo empleo, endeudándolo aún más, permitiendo el ingreso de productos en forma indiscriminada pulverizando lo que queda de industria local. Sin dudas que pensaríamos que estamos frente a un demente. Pues bien, esto ha sido votado por el 56 % del electorado argentino. ¿Y por qué? ¿Acaso la población enloqueció? En absoluto. A fuer de ser repetida en forma abrumadora por las redes y los medios hegemónicos, esta descabellada fórmula se convirtió en “sentido común”

Ahora vamos a lo notable del caso. El gobierno cuenta hoy con una aceptable aprobación popular. Es tan importante que está llevando a los anarco-capitalistas a pensar en que un triunfo en los próximos comicios son una posibilidad cierta.

Decía Fiodor Dostoievski: “La mejor manera de evitar que un prisionero escape es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión”. Ellos logran esto citando en forma permanente la palabra “Libertad”. Tanto lo repiten que han terminado por instalar en la gente el “sentido común” de que ellos representan a la libertad. Pero ¿Qué libertad? ¿la de quedarse sin trabajo?, ¿la de no comer?, ¿la de no poder estudiar?

La pregunta que, desde el campo popular, debemos hacernos es ¿Por qué todo esto es posible? Una fácil respuesta es decir que la gente se rayó. Otra es que la culpa la tienen los medios hegemónicos y las redes sociales. Sin dudas que estos nuevos soportes comunicacionales tienen su grado de responsabilidad como veíamos al comienzo, pero no lo explica todo.

Antes que contestarnos la pregunta de por qué la población aún confía en un gobierno dañino y cruel, deberíamos ver primero ¿Por qué nuestra propuesta no cuajó en el electorado? ¿Por qué la ciudadanía aún confía en la propuesta de la extrema derecha? No será que apoya eso porque no existe ninguna otra alternativa que lo seduzca y que le muestre un camino donde transitar que sea otro y no el de este dolor interminable?

¿Qué pretendemos señalar con esto? Simplemente pensar que, por ahí, la respuesta no está en el afuera sino puertas adentro de nuestro movimiento.

Veamos. Hoy queda claro que la propuesta de LLA, de hacer un gran ajuste de golpe tuvo más aceptación que la gradualización que la propuesta del campo popular contenía, un ajuste que, para el electorado, pintaba como interminable y que no era otra cosa que lo que el gobierno de Alberto Fernández había estado haciendo en los dos últimos años sin vislumbrar mejoría alguna. Quedaba más que claro que, el votante se inclinaría por “aceleremos y acabemos pronto con esto de una vez”

Pero no fue este el único error que el Peronismo cometió. El peor lo está cometiendo hoy. Nuestra propuesta, a pesar que la nación y su población está mucho peor que cuando entregamos el poder, continúa siendo la misma.

¡Señores dirigentes del Peronismo! Pertenecemos al único partido político que puso a la República Argentina en el camino del desarrollo a través de monumentales obras de infraestructura que hoy resultan impensables, que creó empresas públicas necesarias y todo sin endeudamiento externo, con la población educada e integrada en un proyecto de nación.

Hoy parece que nos hubiéramos olvidado de los planes quinquenales y que solo ambicionamos acceder al poder para constituirnos en un gobierno un poco más distribucionista.

Señores ¡Esto no alcanza! Si pensamos que la cuestión pasa hoy por la división entre partidos más o menos distribucionistas estamos fritos.

Hace un año decíamos: “El gobierno de Milei no puede durar mucho. Con tan solo 36 legisladores, no es mucho lo que va a poder lograr. Transcurrido un año vemos que el gobierno ha obtenido todo lo que se propuso gracias, en buena medida, a los votos tránsfugas de nuestro bloque. Eso no puede pasarnos. Esto es algo que también observa el electorado. Así va a ser muy difícil que la población no piense que somos lo mismo.

El Conycet, INTA, Aerolíneas, ferroviarios, Jubilados, ciudadanos preocupados por la pérdida de soberanía en el Paraná, son algunos de los sectores que están movilizados peleando y militando contra el cruel ajuste de Milei. No son pocos quienes piensan que los hemos dejado solos.

Señores dirigentes del Peronismo: Desde Pensamiento Nacional sugerimos repasen nuestra historia como movimiento. Lean lo que hemos sido capaces de construir y repliquemos esas cosas. Presentemos al electorado una alternativa de crecimiento nacida de nuestra historia, que contemple a las personas no como individuos sino como un gran colectivo, neutralizando esa pretensión de balcanizar la sociedad que tiene el actual gobierno anarco-capitalista.

Presentemos una propuesta que ponga al país en un camino de crecimiento, industrialización y conocimiento. Ya lo hicimos de la mano de nuestro líder. Él nos ha dejado una doctrina que contiene las herramientas necesarias para volver a hacerlo.

Construir una alternativa de estas características, o parecidas, es una obligación que tenemos para con la ciudadanía y el país. No hacerlo nos pondrá en un futuro difícil y lo único que lograremos será seguir el camino de la UCR, balcanizada y atomizada.

De ahí que la cuestión es casi shakesperiana. Pasa por “Ser o no ser”. Si somos dignos de esa doctrina que nos legó Perón o ser un partido más. Si realmente “somos”, deberemos plasmar una alternativa política constituida por medidas que cubran las necesidades, pero que también den dignidad a nuestro pueblo. Recién ahí podremos considerarnos dignos del legado de Perón.

Si construimos una alternativa así, podremos concurrir a los programas de TV y debatir con cualquiera. De no hacerlo, de nuestra interna tan solo se ocupará Yanina Latorre en algún programa de la tarde.