Türkiye en la encrucijada: revisando el sistema a cien años de la República

  • Imagen
    Türkiye

Türkiye en la encrucijada: revisando el sistema a cien años de la República

14 Abril 2025

A cien años de la fundación de la República, laica, democrática y unida, Türkiye se sacude con una oleada de protestas en contra de las decisiones del gobierno de Tayyip Erdoğan. El impulso callejero congrega varios factores que confluyen en una escalada que avizora un horizonte incierto. Esta es una señal que magnifica no sólo el rechazo a la detención del alcalde de Estambul (la mega ciudad que albergó a varios imperios y representa el 31% del PBI nacional) sino que conjuga el descontento social ante las perspectivas de una situación política y económica que permea socialmente: la inflación creciente, la falta de oportunidades para los jóvenes, la presión tributaria y fiscal, la percepción de la pérdida de derechos y la deriva de un régimen que lleva dos décadas en el poder. Un régimen desafiado en aquella autoridad que hoy muestra síntomas de desgaste no sólo en ciudades como Estambul sino también en Ankara e Izmir.

 

De alcalde electo a símbolo de resistencia contra la maquinaria judicial del AKP

Las manifestaciones que hoy sacuden a Türkiye son el resultado de un descontento acumulado en capas sucesivas. El antecedente de la actual masiva movilización social se remonta a 2013, cuando la defensa del Parque Gezi por un lado y la represión a los manifestantes por el otro, reveló el malestar de una generación urbana en defensa de un espacio público y en oposición a esa y otras tantas políticas gubernamentales consideradas contrarias a la herencia de Atatürk.
 Aquel fue el primer gran síntoma del desgaste de años de gobierno del AKP, por primera vez. Aunque la protesta callejera de entonces fue perdiendo vigor, nunca se extinguió del todo.

Tayyip Erdoğan arribó al poder en Türkiye en el año 2003 de la mano del partido AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) fundado en el año 2001. Su antecedente en la escena política fue haber sido elegido como alcalde de Estambul en 1994. En 2002 el recién creado partido había ganado las elecciones generales y a partir de entonces la figura de Erdogan comienza la construcción de poder como primer ministro hasta el año 2014. El triunfo de Recep Tayyip Erdoğan en las primeras elecciones presidenciales directas de 2014 -con el 52% de los votos frente al 38% del diplomático Ekmeleddin İhsanoğlu- representó más un símbolo que un cambio sustancial. Bajo el sistema parlamentario que rigió desde 1923, su cargo seguía siendo protocolar, pero la victoria le dio oxígeno político para su proyecto transformador.

Tres años después, en abril de 2017, el gobierno del AKP forzó un giro histórico: un ajustado referéndum constitucional (51.4% a favor) aprobó dieciocho reformas que desmantelaron el sistema de gobierno en tres aspectos sustanciales:

1-    Concentración absoluta del poder ejecutivo en la presidencia
2-    Eliminación del cargo de primer ministro
3-    Subordinación del poder judicial al Ejecutivo

Cuando el nuevo sistema entró en vigor en 2018, Erdoğan ganó las primeras elecciones presidenciales plenas con el 52.6% de los votos. Desde ese momento, Türkiye dejó atrás su tradición parlamentaria para adoptar lo que algunos expertos llaman “un hiperpresidencialismo sin frenos”.

Redujo la cantidad de ministerios a 16 y un dato que no debe pasar desapercibido: eliminó aquél que se encargaba de las relaciones con la Unión Europea. El contexto del año 2018 arrastraba las experiencias del intento de golpe de estado de 2016, los ataques del PKK y Daesh además de la crisis económica que golpeaba cada vez con mayor contundencia.

 

Gezi: la chispa que nunca se apagó

Las manifestaciones del Parque Gezi hoy tan rememoradas marcaron internamente las banderas rojas que iban a reaparecer con fuerza contundente en 2025.

Ekrem İmamoğlu aparece en el escenario político de alto nivel con la victoria en las elecciones municipales de Estambul en 2019. La máxima popular expresada por el propio Erdoğan “quien gana Estambul gana el país” golpeó con fuerza al AKP que perdía la ciudad más importante, centro económico y financiero de Türkiye. Cuando el gobierno intentó anular esos comicios alegando un fraude masivo, solicitó el recuento de votos en los 39 distritos de la ciudad de Estambul, -la diferencia entre el CHP y el AKP era de 25000 votos-. İmamoğlu no se limitó a recurrir a los tribunales: salió a las calles con un discurso conciliador pero firme, llamando a "defender la voluntad popular". En la repetición del escrutinio Imamoglu se alzó con una diferencia de 800 mil votos. Su consigna "Todo va a mejorar" (Her şey çok güzel olacak) resonó especialmente entre jóvenes y clases medias urbanas, ampliando su base más allá del tradicional electorado del CHP.

Ekrem İmamoğlu encarna hoy el puente entre el Türkiye laico de Atatürk y las demandas de una generación joven que ve en él una esperanza de cambio. Su conexión con el CHP —el histórico Partido Republicano del Pueblo fundado por el “padre de los turcos” en 1923— no es casual: este partido, que impulsó reformas revolucionarias como el voto femenino en 1934 (una década antes que Francia) y la abolición del califato, resurge ahora como alternativa real tras su victoria en las tres mayores ciudades del país. La ironía es palpable cuando observamos cómo la historia se repite, pero invertida: Erdoğan, quien en los años 90 capitalizó su propia persecución política para ganar simpatías, emplea ahora esas mismas tácticas desde el poder para intentar neutralizar a İmamoğlu, su rival más peligroso.

Los recientes intentos de marginar a İmamoğlu —desde la anulación retroactiva de su título universitario en marzo de 2025 hasta su arresto por cargos ampliamente cuestionados— han tenido un efecto contrario al esperado. Lejos de debilitarlo, estas acciones han fortalecido su imagen como víctima de un sistema manipulado, al tiempo que exponen la paradoja de un gobierno que negocia con el PKK mientras acusa a su principal opositor de terrorismo. Las calles han respondido con una mezcla de creatividad y resistencia: protestas que se multiplican como células independientes, códigos QR que esquivaban la censura en redes, y consignas que convierten cada represión en combustible para el movimiento.

El resultado de las elecciones del año 2019 reveló al gobierno una sólida resistencia a un conjunto de políticas gubernamentales que se habían exacerbado a partir del intento de golpe de Estado en el año 2016 perpetrado por facciones del ejército y de las fuerzas de seguridad que respondían a Fetullah Gülen, un clérigo exiliado en los EEUU antes aliado y luego declarado enemigo del actual presidente turco. 

Las purgas, los despidos, la persecución, la censura, los encarcelamientos posteriores a ese hecho del 2016 hacia todo aquél sospechado de haber colaborado con esa afrenta al poder, maduraron hasta cristalizar en una masa ciudadana descontenta y en reclamo de apertura. Sin embargo, las elecciones del año 2023 dieron un nuevo respaldo al AKP y al presidente Erdoğan que ganaba en segunda vuelta con el 52% de los votos a pesar de la crisis económica, la elevada inflación y las gravísimas consecuencias del terremoto que azotó al sur del país en febrero de ese año el cual desnudó una vez más las grietas y disidencias con una gestión de dos décadas.   El paisaje da cuenta de un país fuertemente polarizado. 

El 31 de marzo de 2024, la contundencia de la victoria de Ekrem Imamoğlu en nuevos comicios municipales pareció abrir el capítulo que se transita hoy en Türkiye de cara a las elecciones presidenciales de 2028. Dos oponentes, dos opciones para el país, dos candidatos. Lo que está por verse es si en definitiva la propuesta de cada uno refiere a dos modelos de país. Hoy, acusado de corrupción y de colaboración con grupos terroristas pro kurdos, no deja de crecer en su estatus político, justamente en momentos en los que el propio gobierno está negociando acuerdos con el líder del PKK Abdullah Ocalan (partido que es considerado terrorista por el gobierno) y cuando la población en la calle resiste ante las decisiones de un gobierno que es acusado de corrupción. 

 

¿Economía en caída libre, la principal enemiga del gobierno?

Durante casi dos décadas, la estabilidad económica fue uno de los principales pilares del poder del AKP. Bajo el liderazgo de Erdoğan, Türkiye vivió un período de alto crecimiento entre 2002 y 2013, marcado por inversión extranjera, expansión del crédito y mejoras en infraestructura. Para millones de ciudadanos, especialmente en Anatolia central, el AKP significó movilidad social, acceso al consumo y una narrativa de prosperidad compartida.
Sin embargo, ese modelo comenzó a erosionarse tras la década de 2010. Desde 2018, la lira turca ha perdido más del 82% de su valor frente al dólar, producto de crisis cambiarias sucesivas y políticas monetarias poco ortodoxas. En 2025, la inflación continúa en niveles críticos (75% oficial, 130% independiente), con alimentos subiendo un 150% interanual (TÜİK, marzo 2025) (ENAGrup – Inflation Research Group, 2025).
El 57% de las familias turcas destina más del 70% de sus ingresos a alimentos, según datos del Banco Central recopilados por TÜİK, en un país donde los precios de productos básicos han crecido a un ritmo mucho mayor que los salarios.

La juventud, históricamente asociada al progreso, hoy representa la cara más frustrada del presente. El desempleo juvenil es del 22.1% según el TÜİK, pero supera el 40% en grandes ciudades como Izmir, especialmente entre menores de 25 años (TÜİK - Youth Unemployment 2024). Esta generación es también la más educada de la historia turca, pero enfrenta un mercado laboral informal y saturado. En 2023, más de 150.000 profesionales abandonaron el país, según cifras del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.

La crisis migratoria agrava el malestar económico. Türkiye alberga a más de 4.1 millones de refugiados sirios, según datos combinados de ACNUR y TÜİK. En ciudades como Gaziantep, la presión sobre el mercado laboral ha llevado a una caída del 40% en los salarios informales, según informes del Centro de Estudios sobre Migración y Empleo de la Universidad de Kırıkkale.

Los escándalos de corrupción han pasado de ser casos aislados a convertirse en un patrón sistémico. El caso más emblemático es el de Yunus Emre Alzoğlu, exdirector de Halkbank, acusado de participar en un esquema de lavado de más de $20.000 millones para evadir sanciones a Irán, según documentos judiciales filtrados y citados por el New York Times.

La tragedia de los terremotos de 2023 expuso otra dimensión del problema: según Transparency International, alrededor de $40.000 millones en ayuda internacional no fueron debidamente auditados. La falta de viviendas dignas y la lenta reconstrucción alimentan el descontento de los sobrevivientes.

Una encuesta nacional de MetroPoll revela que el 68% de los ciudadanos considera que la corrupción forma parte integral del sistema político actual, reflejo de una creciente desconfianza incluso en sectores que históricamente apoyaron al AKP.

 

Türkiye: un aliado al que todos critican, pero que todos necesitan

Türkiye exhibe una activa presencia en cuestiones relevantes de la política internacional no sólo por una ubicación geopolítica privilegiada sino por su disposición para generar activos internacionales.

Mientras su situación interna se deteriora, su valor geopolítico le garantiza “impunidad internacional”. El control del Bósforo -por donde transita el 3% del petróleo mundial y el 20% del grano global- convierte al país en un custodio indispensable del comercio internacional. Esta posición explica el silencio calculado de Bruselas y Washington ante los sucesos que como resultado de la política interna implementada por lo menos desde 2016, fueran fuertemente criticados.

Como segundo ejército de la OTAN (con 435,000 efectivos) y guardián de la base aérea de Incirlik (donde EEUU almacena 50 bombas nucleares B61), Türkiye ejerce un poder desproporcionado para su tamaño. Esta dependencia se hizo evidente durante la guerra en Ucrania, cuando Ankara medió los acuerdos del grano -solo posibles gracias a su control del Mar Negro-. El gobierno de Erdogan supo poner en práctica la estrategia que en las Relaciones Internacionales llamamos “hedging” o de cobertura. Mientras provee de drones a Ucrania continúa sus relaciones comerciales con Rusia. Mientras forma parte de la OTAN abrió un espacio para sus relaciones con los BRICS. Es una pieza clave en las relaciones con Europa y EEUU en momentos en que la arquitectura de seguridad europea tambalea. Mientras construyó un muro en la frontera con Siria y tiene una abultada presencia militar en el norte de ese país, mantiene relaciones con el gobierno interino de Al Golani. El apoyo público al pueblo palestino no desdeñó nunca sus relaciones con Israel.

El Mediterráneo Oriental añade otra capa de complejidad. Las disputas por Zonas Económicas Exclusivas con Grecia y Chipre, sumadas a su presencia militar en Libia convierten a Türkiye en un actor de relevancia para la estabilidad regional. 

Mientras las calles turcas se convierten en termómetro del malestar social, esta erosión interna comienza a filtrarse a su política exterior, donde Ankara ya no puede ocultar la contradicción entre su retórica de potencia regional y sus crecientes debilidades domésticas.