Argentina: ¿Por qué gana la Presidenta Fernández y pierde Obama?, por James Petras
Traducido por Silvia Arana para Rebelión
Introducción
El 23 de octubre de este año, la Presidenta Cristina Fernández ganó la reelección con un 54% de los votos, 37 puntos más que el segundo. La coalición de la Presidenta también barrió con los escaños al Congreso, Senado y a las gobernaciones provinciales al igual que a 135 de los 136 concejos municipales del Gran Buenos Aires. En agudo contraste con el Presidente Obama, que según los últimos sondeos está por detrás de los candidatos presidenciales republicanos, y es probable que pierda el control del Congreso y del Senado en la próxima elección de 2012. ¿Cuáles son los factores para esta diferencia monumental de percepción de los votantes sobre dos presidentes en el cargo? Es fundamental hacer un análisis histórico comparativo de las políticas socio-económica y exterior al igual que de las respuestas a la profunda crisis económica de los respectivos gobiernos para poder explicar los resultados divergentes.
Metodología
Al comparar la performance de Fernández y Obama es necesario ubicarlos en un contexto histórico. Más específicamente, ambos presidentes y sus predecesores inmediatos, George Bush en EE.UU. y Néstor Kirchner en Argentina (el fallecido esposo de Fernández) confrontaron crisis socio-económicas de enorme importancia. Lo que es significativo, sin embargo, son las respuestas diametralmente opuestas a las crisis y los resultados divergentes. Por un lado, un crecimiento sostenido con equidad en Argentina, y por el otro, una profundización de la crisis y políticas fallidas en EE.UU.
Contexto histórico - Argentina: Depresión, revueltas y recuperación
Entre 1998-2002, Argentina vivió la peor crisis socio-económica de su historia. La economía se fue a pique de una recesión a una depresión económica a escala total, culminando con un crecimiento negativo de doble dígitos en 2001-2002. La tasa de desempleo llegó al 25%, y en algunos barrios de clase trabajadora por encima del 50%. Decenas de miles de profesionales de clase media empobrecidos se alineaban para recibir pan y sopa a sólo unas pocas cuadras de la Casa Rosada. Cientos de miles de trabajadores sin empleo, los "piqueteros", bloqueaban las principales rutas y algunos interceptaban los trenes de transporte de ganado y cereales de exportación. Los bancos cerraron quedándose con los ahorros de millones de personas. Millones de manifestantes de clase media organizaron concejos barriales radicales y se conectaron con las asambleas barriales de los desempleados. El país estaba enormemente endeudado, la gente profundamente empobrecida. El ánimo popular se encaminaba a una insurrección revolucionaria. El Presidente Fernando de la Rúa fue derrocado (2001), cantidades de manifestantes fueron asesinados y heridos, mientras la rebelión popular amenazaba con tomar la casa de gobierno. Hacia fines de 2002, cientos de fábricas en bancarrota fueron "ocupadas", tomadas por los trabajadores y dirigidas por ellos. Argentina declaró el default de la deuda externa. A principios de 2003, Néstor Kirchner fue elegido presidente, en medio de esta crisis sistémica y rechazó el pago de la deuda y al mismo tiempo se negó a reprimir los movimientos populares. En cambio, inició una serie de programas de emergencia pública. Autorizó un pago a los trabajadores desempleados (150 pesos mensuales) para que pudieran cubrir sus necesidades básicas; los desempleados constituían casi la mitad de la fuerza laboral.
La consigna más popular de los multitudinarios movimientos que ocupaban los distritos financieros, fábricas, edificios públicos y las calles era "Que se vayan todos". Se rechazó rotundamente a toda la clase política, los partidos y líderes, el Congreso y los presidentes. Pero mientras que los movimientos eran masivos, militantes y unidos en lo que rechazaban, no tenían un programa coherente para tomar el poder estatal, ni un liderazgo político a nivel nacional que lo condujera. Después de dos años de revueltas, el pueblo acudió a votar y eligió a Kirchner con un mandato de hacer algo o perecer. Kirchner escuchó el mensaje, al menos la parte que exigía crecimiento con equidad.
Contexto: EE.UU. y los gobiernos de Bush-Obama
Bush (en los últimos años) y Obama gobernaron durante la peor crisis socio-económica desde la Gran Depresión de los treinta. El desempleo y el subempleo casi alcanzaron un tercio de la fuerza laborable en 2009. Millones de casas hipotecadas fueron tomadas por los bancos. Se multiplicaron las declaraciones de bancarrota y los bancos estaban al borde del colapso. Las tasas negativas de crecimiento y una caída marcada del salario incrementaron la pobreza y multiplicaron la cantidad de personas que necesitaban ayuda alimenticia. A diferencia de Argentina, los ciudadanos canalizaron su descontento en las urnas. Atraídos por la retórica demagógica de "cambio" de Obama depositaron sus esperanzas en el nuevo presidente. Los demócratas ganaron la presidencia y obtuvieron una mayoría en el Congreso y en Senado. La primera prioridad de Obama y el Congreso fue volcar billones de dólares en el salvataje de los bancos, incluso cuando el desempleo se acentuaba y continuaba la recesión. La segunda prioridad fue la de profundizar y expandir las guerras imperialistas de ultramar.
Obama aumentó la cantidad de tropas en Afganistán a 30.000; expandió el presupuesto militar a $750 mil millones; lanzó nuevas operaciones militares en Somalia, Yemen, Libia, Pakistán y otros países, aumentó la ayuda militar a las fuerzas armadas coloniales de Israel; firmó nuevos pactos militares con países de Asia (India, Filipinas, Australia) próximos a China.
En suma, Obama le dio una prioridad máxima a la expansión del imperio militarista, agotando los fondos del tesoro con los que se podría haber financiado la recuperación de la economía interna y reducción del desempleo.
En contraste, Kirchner/Fernández redujeron el poder de los militares, recortaron los gastos militares y canalizaron recursos estatales hacia programas de empleo, inversiones productivas y exportaciones no-tradicionales.
Con el gobierno de Obama la crisis se volvió una oportunidad para revivir y consolidar el poder financiero de Wall Street. La Casa Blanca aumentó el presupuesto militar para expandir las guerras imperiales y profundizó el déficit del presupuesto, para luego proponer recortes de programas sociales esenciales con el fin de "reducir el déficit".
Argentina: De la crisis al crecimiento dinámico
En Argentina la catástrofe económica y la insurrección popular le ofrecieron a Kirchner una oportunidad para implementar un cambio básico del militarismo y el saqueo especulativo a programas sociales y a un crecimiento económico sostenido.
Las victorias electorales de Kirchner y Fernández reflejan su éxito en la creación de un estado social, capitalista "normal". Después de 30 años de regímenes neoliberales depredadores apoyados por EE.UU., esto fue un gran cambio positivo. Entre 1966 y 2002, Argentina sufrió dictaduras militares brutales que culminaron con los generales genocidas que asesinaron a 30.000 argentinos desde 1976 a 1982. De 1983 a 1989 Argentina sufrió bajo un régimen neoliberal (Raúl Alfonsín) que no resolvió el legado dictatorial y presidió el país con una hiperinflación de tres dígitos. Desde 1989 a 1999 con el Presidente Carlos Menem, Argentina fue testigo de la mayor venta de sus empresas más rentables, recursos naturales (incluido el petróleo), bancos, autopistas, zoológicos y hasta baños públicos a inversores extranjeros y socios cleptócratas a precios regalados.
Finalmente, aunque no menos importante, Fernando de la Rúa (2000-2001) prometió un cambio y en lugar de hacerlo profundizó la recesión que condujo a la eclosión catastrófica final de diciembre de 2001, con el cierre de los bancos, la bancarrota de 10.000 empresas y el colapso de la economía.
Contra este trasfondo de un fracaso rotundo y con el desastre humano causado por las políticas de "libre mercado" de EE.UU. y el FMI, Kirchner/Fernández declararon el default de la deuda externa, re-nacionalizaron varias empresas privadas al igual que el Fondo de Pensiones, intervinieron los bancos y duplicaron el gasto social, expandieron la inversión pública en el sector productivo e incrementaron el consumo popular, en camino hacia la recuperación económica. Hacia fines de 2003 Argentina pasó de una tasa negativa a un crecimiento del 8%.
Derechos humanos, programas sociales y política económica independiente del exterior
La economía argentina creció más del 90% en el periodo 2003-2011, más del triple que la de Estados Unidos. La recuperación estuvo acompañada de una triplicación del gasto social, especialmente en programas de reducción de pobreza. El porcentaje de argentinos pobres ha declinado del 50% en 2001 a menos del 15% en 2011. En contraste la pobreza en EE.UU., en la misma década, aumentó del 12% al 17% y sigue en una trayectoria ascendente.
EE.UU. se ha convertido en el país con mayor desigualdad en la OCDE: el 1% controla el 40% de la riqueza del país (aumentó del 30% en menos de una década). En contraste, la desigualdad en Argentina se redujo a la mitad. La economía de EE.UU. no ha logrado recuperarse de la profunda depresión de 2008-2009, durante la cual decayó más del 8%. En contraste, la economía Argentina cayó menos del 1% en 2009, y ha estado creciendo a un saludable 8% (2010-2011). Argentina ha nacionalizado el Fondo de Pensiones, ha duplicado las pensiones básicas y ha introducido un programa de asistencia social universal para los niños con el fin de contrarrestar la desnutrición y garantizar la asistencia escolar.
Por el contrario, hoy en EE.UU. un 20% de los niños están mal alimentados, las tazas de abandono escolar están aumentando en los adolescentes y la desnutrición afecta a más del 25% de los niños de grupos minoritarios. Con más recortes sociales en salud y educación en el horizonte, las condiciones sociales van a empeorar. En Argentina el salario se ha incrementado más de un 50% a lo largo de la década en términos reales, mientras que en EE.UU. ha disminuido casi un 10%.
La dinámica de crecimiento de Argentina ha estado alimentada por un creciente consumo interno y los ingresos de las exportaciones. Argentina tiene un sostenido balance comercial favorable basado en los precios del mercado y en una competitividad creciente. En contraste, el consumo interno en EE.UU. se ha estancado, el déficit comercial está cerca de los $1,5 billones y los ingresos se desperdician en gastos militares improductivos de más de $900 mil millones por año.
Mientras que en Argentina el impulso inicial para una política de default con crecimiento fue posible por una rebelión popular y un movimiento de masas, el descontento popular en EE.UU. fue canalizado hacia la elección de un financiero estafador de Wall Street llamado Obama. Éste procedió a entregar dinero para el rescate de la élite financiera en lugar de dejar que se vayan a la bancarrota, y de establecer las bases del crecimiento, la competencia y el consumo social.
La alternativa argentina a los rescates bancarios y la pobreza
La experiencia argentina va en contra de todos los preceptos de las agencias financieras internacionales (FMI, Banco Mundial), y de sus defensores políticos y propagandistas de la prensa financiera. Desde el primer año (2003) de la recuperación de Argentina hasta hoy, las "predicciones" de los expertos económicos fueron que su crecimiento no era "sostenible" -pero éste ha seguido siendo fuerte a lo largo de una década. Los analistas financieros sostuvieron que el default le cerraría a Argentina el acceso a los mercados financieros y que su economía colapsaría. Argentina se apoyó en la auto-financiación sostenida por los ingresos de las exportaciones y en la reactivación de la economía interna, y confundió a los economistas prestigiosos.
Mientras que el crecimiento continuaba, los críticos del Financial Times y del Wall Street Journal dijeron que terminaría cuando "la capacidad sin usar se agotara". En lugar de ello, los ingresos del crecimiento financiaron la expansión del mercado interno y crearon nuevas capacidades para el crecimiento, especialmente a nuevos mercados asiáticos y a Brasil.
Incluso en una fecha reciente, el 25 de octubre de 2011, periodistas del Financial Times todavía parloteaban sobre "la crisis inminente" al estilo de los fundamentalistas mesiánicos prediciendo un final apocalíptico. Machacan sobre la "inflación alta", "programas sociales insostenibles", "moneda sobrevaluada" y más predicciones sobre "el fin de la prosperidad". Todas estas advertencias ocurren frente a un crecimiento sostenido del 8% en 2011 y de una victoria electoral abrumadora de la Presidenta Fernández. Los escribas financieros anglo-americanos deberían enfocarse en el fracaso de sus regímenes de libre mercado en Europa y América del Norte en lugar de denigrar una experiencia económica de la cual podrían aprender una lección.
Refutando a los críticos de la escuela de Wall Street, Mark Weisbrot y sus asociados señalan (en The Argentina Success Story, Center for Economic Bad Policy Research, Oct. 2011) que el crecimiento de Argentina está basado en la expansión del consumo interno, el aumento de exportaciones de manufacturas a socios comerciales de la región al igual que la tradicional exportación agro-minera a Asia. En otras palabras Argentina no es totalmente dependiente de las exportaciones primarias; ha equilibrado el intercambio comercial y no es demasiado dependiente de los precios de las commodities. Respecto a la inflación alta, Weisbroth señala que "la inflación puede ser alta en Argentina pero lo que cuenta es el crecimiento real y la distribución del ingreso. en relación con el bienestar de la vasta mayoría de la población" (página 14) [énfasis del autor].
EE.UU. durante los gobiernos de Bush-Obama ha seguido un camino totalmente perverso y divergente al de Kirchner/Fernández. Han priorizado el gasto militar y expandido el aparato de seguridad en detrimento del aparato productivo. Obama y el Congreso han incrementado enormemente el aparato policial del estado, reforzando la influencia política de éste sobre las políticas presupuestarias reaccionarias, y de manera paralela han aumentado los casos de violaciones de los derechos humanos y civiles. En contraste, Kirchner/Fernández han llevado a juicio a docenas de militares y policías por violaciones de derechos humanos y han debilitado el poder político de los militares.
En otras palabras los presidentes argentinos debilitaron el bloque de presión militarista que exigía más armamento y presupuesto de seguridad. Crearon un estado más coherente con su proyecto político de financiar competitividad económica, nuevos mercados y programas sociales. Bush-Obama revivieron el sector financiero parasitario incrementando el desequilibrio de la economía. Kirchner/Fernández se aseguraron de que el sector bancario financiara el crecimiento de las exportaciones, manufacturas y consumo interno. Obama reduce el consumo interno para pagar a los acreedores. Kirchner/Fernández impusieron un recorte del 75% sobre los titulares de bonos (bondholders) para financiar el gasto social.
Kirchner/Fernández ganaron tres elecciones presidenciales, cada una con un margen mayor que la anterior. Obama podría ser presidente por un solo término, incluso con la campaña de mil millones de dólares financiada por Wall Street, el complejo industrial-militar y la configuración de poder pro-Israel.
La oposición popular a Obama, especialmente el "Movimiento de Ocupación de Wall Street" tiene un largo camino por delante para llegar a emular el éxito de los movimientos argentinos que derrocaron presidentes, bloquearon autopistas paralizando la producción y circulación, e impusieron una agenda social cuyas prioridades eran la producción por encima de las finanzas, el gasto social por encima del gasto militar. El "Movimiento de Ocupación de Wall Street" ha dado el primer paso hacia la movilización de millones de participantes activos necesarios para crear un músculo social similar al que trasformó Argentina; que pasó de ser un estado cliente de EE.UU. a ser un estado social, dinámico e independiente.