Ante las elecciones presidenciales en Brasil
Lula ha ganado la presidencia, lo que es motivo de alegría y felicitación, porque no es un triunfo común, sino que es un triunfo contra la enorme proscripción, persecución y cárcel que sufrió en los años previos. Envío de todo corazón mis felicitaciones a Lula y a toda su fuerza política. Pero las elecciones en Brasil dejan para todo el continente un sabor agridulce. El mundo entero observa con preocupaqción y asombro que Bolsonaro no haya reconocido su derrota, que no haya felicitado al vencedor y que encima aliente a sus partidarios movilizados con la fake news de que hubo algún tipo de fraude en las elecciones. Esta grave realidad sumada al muy estrecho margen de la victoria electoral de Lula debe movernos a reflexión.
Analizando los procesos políticos de Brasil, Perú, Paraguay, Chile, Bolivia y Argentina de los últimos tiempos pareciera que las democracias liberales de transición, que sucedieron en los años '80 a las dictaduras de la Doctrina de Seguridad Nacional y el Plan Cóndor, viven un proceso de decadencia. Es una ley general que los procesos que no son capaces de desarrollarse hacia realidades cualitativamente superiores primero se empantanan y luego entran en decadencia irreversible.
“Cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas a remojar”, reza un viejo refrán.
Los argentinos todos debemos ser conscientes de estas realidades para evitar que la crisis institucional argentina profundice la decadencia de la democracia liberal hacia escenarios de desintegración nacional. Los procesos de decadencia no se revierten con la política del avestruz.
El movimiento popular mayoritario, el peronismo, debe salir de su propia decadencia recuperando la vitalidad política y programática revolucionaria en sus bases y cuadros medios militantes, para contribuir a la solidaridad continental motorizando la salvación y refundación de nuestra propia Patria. “Sólo el pueblo salvará al pueblo”.