Apuntes sobre la goleada bonaerense
El resultado electoral del domingo en la provincia de Buenos Aires fue leído unánimemente como aplastante, y hasta los personajes del elenco gobernante menos proclives a aceptar la realidad debieron reconocerlo. Otra cosa es que admitan que el electorado no cuestionó únicamente las formas, sino que aplicó un correctivo a aspectos que no había contemplado cuando se entregó a la experiencia anarcocapitalista.
Fue el primer testeo electoral de Javier Milei en territorio bonaerense tras el balotaje de noviembre de 2023. Como ese duelo se reducía a dos candidatos, lo oportuno es compararlo con la primera vuelta, con la salvedad de que comicios presidenciales y elecciones legislativas provinciales nunca reúnen la misma participación. También suele haber margen para diferencias en la distribución de los votos.
Con todo, parece haberse impuesto la hipótesis de Cristina Fernández sobre la conveniencia de nacionalizar la elección para poner a prueba la adhesión al Gobierno, que el domingo se confirmó endeble. El desdoblamiento finalmente no lo impidió, porque el propio Milei se entregó al plebiscito, subido al ostensible complejo que le despierta Axel Kicillof. El resultado se nutrió además del componente territorial de los intendentes, que se jugaban bancas en los concejos deliberantes y la Legislatura provincial. Para un resultado similar, en octubre deberían repetir su convergencia ambos factores.
A ver, haber
Desde ese prisma, el principal desafío para Fuerza Patria consiste en reincorporar a la política a aquellos sectores que renunciaron al derecho al voto, resignación inédita desde que hace más de un siglo emergió la Ley Sáenz Peña.
Respecto de la performance que en octubre de 2023 tuvo la entonces Unión por la Patria, la pérdida bianual fue de 404.563 votos. La goleada que concretó se explica en que esa merma fue marginal comparada con la de la vereda adversaria, y en la diferencia de los niveles de participación entre ambas citas: en octubre de 2023 concurrió el 79,14% del padrón bonaerense, mientras que el primer domingo de septiembre de 2025 lo hizo menos del 61%.
La Libertad Avanza sólo pudo celebrar la deglución del PRO, porque incluso en Bahía Blanca perdió votos. De los 4.907.356 que LLA y Juntos por el Cambio sumaron en 2023, el caudal se redujo a 2.723.710 violetas de 2025. Aún considerando que hace dos años JxC incluía al radicalismo, la diferencia es colosal. Somos Buenos Aires, la reencarnación radical actual, no pudo alcanzar el medio millón de votos. De ese modo, el Gobierno nacional perdió entre 1,75 y 2,18 millones de sus electores en la provincia.
Los resultados obtenidos por el radicalismo y la izquierda trotskista pueden ser catalogados al menos como insatisfactorios. Ni unos ni otros consiguieron seducir a quienes se desencantaron de la representación política. En el caso del Frente de Izquierda, sólo cosechó 497 votos más que en la primera vuelta presidencial de 2023. Parece poco para un espacio que podría aspirar a ser natural receptor del voto antisistema que ya se quemó probando la vía derechista.
Activos
Tomados en términos relativos sobre el desencanto general que campea, la holgada victoria porcentual certifica que Kicillof desarrolla un buen gobierno para una provincia inviable. Buenos Aires reviste las complejidades propias de un país, comenzando por la desproporción coparticipable con que debe atender a las responsabilidades que a lo largo de las décadas le derivó el gobierno central, para atender a una población de 17 millones de personas. Al gobernador no le faltan problemas: inundaciones y sequías, grandes urbes y pequeños pueblos, cárceles y policías. Incluso socorrió a las universidades nacionales, abandonadas a su suerte por Milei.
Una mención específica merece la territorialidad que Kicillof desplegó, desde el primer encendido del mítico Clío. La recorrida personal por cada pueblo del extenso territorio parecía ya desterrada entre las costumbres de las primeras figuras de la representación política, aunque haya sido una práctica habitual en quienes consiguieron fuertes liderazgos antes del cambio de siglo.
Patrimonios netos
Casi toda la provincia le reconoció a Kicillof haber manejado una provincia tan difícil de administrar que ningún gobernador ni gobernadora ha salido de ella con resto para saltar a la Presidencia.
Acaso Kicillof pueda romper ese fenómeno. Por delante queda el trámite de las internas, tan inevitables en lo estratégico como perjudiciales en lo táctico. Es difícil pensar que el liderazgo de Cristina Fernández se diluya hasta lo nominal, como ocurrió con Raúl Alfonsín o Carlos Menem.
El escenario actual parece asemejarse más al de 1974, cuando se disputaba la herencia activa de Juan Domingo Perón, que no tuvo hijos. Si así fuera, no sería lo más aconsejable repetir errores que cumplieron sus bodas de oro. Tal vez haya suerte, y todo transcurra con una naturalidad mayor a lo temido.
De todos modos, en esta Argentina volátil y pendular, pensar diciembre de 2027 en septiembre de 2025 suena a un ejercicio futurista.