Araceli, ¿quién te dijo que el feminismo odia a los hombres?
Por Melany Grunewald
Dijo Araceli González: “No soy feminista, las respeto muchísimo, pero yo tengo un hijo varón precioso y un esposo hermoso, y respeto mucho a los hombres también”. ¿Cómo ha pasado de repudiar la frase de Cacho Castaña ("si te violan, relajate y gozá") a esta conclusión en la misma semana?
Aclaremos algunos puntos, ya que es muy necesario. Una cosa es estar en contra de la violencia de género, repudiar los acosos y violaciones que recibimos mujeres cis y trans. Otra cosa, es no pertenecer a un movimiento orgánico feminista. Sin embargo, una tercer cosa bien diferente es pensar en el feminismo como un movimiento que no respeta a los hombres, en lugar de comprenderlo como un movimiento de espacio de luchas para conseguir y defender derechos de mujeres y todas las expresiones de feminidades, como ideología, como forma de vida.
Araceli cayó en su propia trampa, aquella que le criticó hace apenas unos días a Cacho en la "mesaza" de Mirtha Legrand: no se ubicó en el lugar donde tiene que estar para hablar como madre, como mujer, como referente de una sociedad. Si dice “no soy feminista, las respeto muchísimo, pero yo tengo un hijo varón precioso y un esposo hermoso, y respeto mucho a los hombres también”, entonces, habrá que responderle y decirle: “No, mirá, lo que dice Araceli no es así. Yo te voy a contar, vení”.
Y ahí arranco a defender al feminismo, cuyo principal objetivo es la igualdad de derechos y oportunidades. Mujer en equidad al hombre. Ni por arriba, ni por abajo: a la par. Eso incluyendo a todas las feminidades que envuelven todos los géneros. Porque el feminismo no consta de medir el alcance a un derecho según sus genitales. Tampoco se maneja sólo en el campo de los derechos, sino que busca una transformación sociocultural, que se exprese en cada entramado social. La falta de respeto hacia el hombre, sólo por ser hombre, no es la regla de oro del feminismo. Es su antónimo.
Creer que el feminismo es odio hacia las masculinidades, es tan machista como Cacho, su frase y sus canciones. Como el sistema que nos atraviesa, que nos hace nacer machistas por default en una estructura patriarcal y capitalista, es decir, aunque creamos que no lo somos. El antídoto para tanto veneno es la deconstrucción: repensar las partes de esa estructura, reordenarlas, darles un color y forma, inclusión. Dicho en criollo, asimilar las actitudes machistas propias, aprender y transformarlas. Deconstruir no tiene que ver con el odio, es un acto de amor. Y viene de la mano con el feminismo.