Conducción política y actualización doctrinaria
Por Agustin Chenna
Desde la derrota definitiva del FpV, el 22 de noviembre pasado, la realidad política se encuentra en constante cambio. Perdido ya el eje central de unidad en el Frente para la Victoria que era, justamente, su aparente capacidad de ganar las elecciones presidenciales a pesar de las dificultades que surgieran en el camino –fracciones, derrotas de medio término, avances de la derecha a nivel nacional y regional, etc.-, nos encontramos ahora ante un avance de los sectores internos que, por convicción o negligencia, pregonan el fin del “kirchnerismo” y de la conducción de Cristina Fernández de Kirchner.
El panorama político, al menos a gran escala, nos recuerda al de la década del 60’: sectores “peronistas” que sin ningún pudor se ubican bajo el ala de la derecha; los que, sin correrse del peronismo en apariencias, generan la bajada de línea que apunta hacia la confrontación interna en complicidad tácita con el gobierno de turno (como olvidarnos del “Lobo” Vandor y su conocido “para salvar a Perón hay que estar contra Perón”); los que, a pesar de la derrota, se mantienen leales a un proyecto político… En este contexto, la escisión de los 6 diputados nacionales del Movimiento Evita del bloque “Frente Para la Victoria” sin “renegar del pasado” y reconociendo los derechos adquiridos durante “el gobierno popular liderado por Néstor y Cristina” parecería encajar perfectamente en lo que algunos dirigentes no han tardado en calificar de neo-vandorismo. En estas líneas, justamente, vamos a tratar de desmenuzar la única razón de existir de estos sectores: el discurso.
Pensemos esta situación: Un movimiento peronista, con nombre peronista, con dirigentes y militantes peronistas, que reconocen los derechos adquiridos por un gobierno peronista y la capacidad de conducción de su actual conductora, pero que deciden separarse del peronismo en todos los ámbitos legislativos y que reniegan en los diarios de los Mitre y los Noble de donde pertenecieron ¿Cómo es posible, si no es mediante el discurso, que esos sectores dirigentes no pierdan credibilidad ante sus bases y, ni siquiera, ante un considerable espectro del kirchnerismo? La palabra lo es todo.
Basta observar el comunicado de creación del bloque “Peronismo para la victoria” o los dichos del “Chino” Navarro o Emilio Pérsico, para desvelar los ejes sobre los que se basa el discurso aglutinante de estos sectores: 1) “Falta de autocrítica”; 2) “No perder los derechos conquistados”;3) El más importante: unidad.
Sobre la falta de autocrítica, está claro que se pide llevar a cabo a un tercero una acción que los propios dirigentes del Movimiento Evita no pueden realizar. Por otro lado, en lo relativo a la pérdida de los derechos conquistados, Emilio Pérsico plantea generar ciertos diálogos y/o concesiones con el gobierno nacional y provincial para asegurar la continuidad de ciertos programas sociales. Podría ser válido, si pecáramos de inocentes y no entendiéramos, en primera instancia, la capitalización política por parte del Evita de programas llevados a cabo por uno de los peores gobiernos oligarcas de la historia; y, en segunda instancia, que la solución al retroceso actual de los derechos es generar un frente realmente nacional y popular que retome el poder y gobierne para los más humildes –aprovechando para ejercer su conducción, además, a quien lideró ese gobierno durante los ocho años pasados- . Pérsico plantea pan para hoy y hambre para mañana.
Sin embargo, la palabra unidad es la que más genera confusión en todas las capas del kirchnerismo: dirigentes, cuadros medios, militantes de base, inorgánicos, etc. Esa “palabra mágica” –para bien o para mal-, que tanto le ha servido al peronismo en función de su transversalidad, hoy la utiliza lo peor del “peronismo” burócrata, liberal y servicial a la derecha para la conformación de un gran frente donde predomine, como se hizo durante mucho tiempo, la anti política. En primer término, ¿Qué implica la unidad? (en la obviedad del discurso quizás esta su efectividad). Que se necesite la unidad, implica que hubo un proceso previo de atomización. Esos sectores que nombra Navarro y que deben estar “abrazados” por este frente –en sus propias palabras podemos encontrar a Massa y Urtubey, entre otros- se separaron del kirchnerismo en distintas etapas, con distintas excusas, pero con una misma claridad ideológica. Su finalidad: ser servicial a los sectores neoliberales y oligárquicos. Por ende, al haber intereses contrapuestos que llevaron a esa atomización, entendemos que para que exista un proceso real de unidad debe haber concesiones.Y surgen, entonces, preguntas que no se pueden dejar pasar: ¿Esta el kirchnerismo preparado para hacer concesiones con Sergio Massa, aquel que defenestraba a CFK en la Casa Rosada ante representantes de la embajada estadounidense, según se supo mediante la filtración de los cables de la misma embajada? ¿Realmente parece un horizonte posible generar y encontrar puntos de acuerdo con Juan Manuel Urtubey, uno de los gobernadores más cercanos al gobierno de Cambiemos? Por tanto, parece un poco utópico el escenariode una unidad ideológica con el llamado peronismo disidente.
Pero, aún, queda una variable más por analizar que, creyendo en la bondad y lealtad al peronismo de los dirigentes del Movimiento Evita, me atrevo a postular: Una unidad no ideológica sino electoral para derrotar como sea al macrismo. Si bien es un escenario posible, ya que las próximas elecciones son legislativas y existe un margen más amplio de consenso que cuando se disputan cargos ejecutivos, deja más dudas que certezas. Sabiendo todos los sectores de la política nacional el alto piso con el que aún cuenta Cristina -y luego de la experiencia “Scioli 2015” en la que gran parte de la militancia se alejó del Frente Para la Victoria hasta el enfrentamiento inminente con Macri-, cuesta pensar que una boleta con Massa en la provincia de Buenos Aires sea ampliamente votada por el kirchnerismo, generando una fuga de los sectores más puros y liberándole, otra vez, el camino a la derecha de adueñarse del peronismo y sus banderas. Además, pensando que fuera posible todo lo antes nombrado, sigue sin ser una propuesta a largo plazo de cara a 2019 y que, incluso, podría generar una mayor dispersión del campo nacional y popular.
Al parecer, los planteos del Movimiento Evita no solo carecen de sustentos sólidos, sino que son fácilmente rebatibles. El campo nacional y popular está, y va a seguir, siendo atacado por dentro y por fuera, aún ante la incomprensión de los sectores externos del pueblo que los rodea. Ese pueblo y esa militancia masiva siguen manteniendo –y nada parece que vaya a cambiar- a una solapersona como la capaz de terminar con esta nueva etapa del neoliberalismo en Argentina: Cristina Fernández de Kirchner.