De la ilusión al escarmiento de la urnas: preguntas y algunas respuestas
Pasados dos días de la “batalla final” para dirimir la conducción presidencial de nuestro país, ahora llega el tiempo para el análisis. Habrá muchos y por supuesto de distinta índole y calibre. Los pros y los contras aparecerán con verdades reveladas que serán escritas en los diarios del lunes.
Dentro de las huestes del peronismo ya surgieron algunos interrogantes que aunque existan ya no tiene sentido de ser porque la elección ya fue y la derrota ha sido dura, muy dura. ¿Era Massa el mejor candidato? Una de las preguntas surgió luego del 55 a 44, siendo que este es el actual ministro de Economía en una situación muy delicada para los bolsillos de las y los argentinos.
También quedan interrogantes y muchos acerca de la muy buena elección de Milei, en cuanto a números me refiero, por supuesto. Hoy el ojo está puesto en discernir o tratar de averiguar quiénes fueron los que apoyaron a la opción libertaria. A primera vista el candidato de La Libertad Avanza mantuvo los votos obtenidos en las generales y sumó casi la totalidad de Juntos por el Cambio y también del peronismo cordobés, que en la primera vuelta votó a Schiaretti. El mapa nacional pintado de violeta da cuenta de que la arrasadora victoria fue en todo el territorio. Unión por la Patria solo resultó ganador en Santiago del Estero, Formosa y arañó el triunfo en PBA. “La madre de todas las batallas” esta vez casi termina 0 a 0.
Ahora volviendo a la pregunta sobre el voto libertario. ¿Cuáles son las características de ese votante? ¿Está de acuerdo en todo con las propuestas del presidente electo? ¿Es fascista? ¿Quiere la dolarización?
Sin ánimo de tener la verdad del asunto, intentaría creer que no todos los que se expresaron a favor de Milei en las urnas coinciden con las proclamas del candidato. Arriesgaría decir que solo su núcleo duro (el 30% obtenido en las PASO y las generales). El resto votó por el cambio y la esperanza. Voto por orfandad y por necesidad. También voto el anti peronismo pero ese siempre vota igual. En cambio Milei tuvo también voto peronista decepcionado con la realidad.
Entonces acá me permito unir algunas de las preguntas que se detallaron más arriba para tratar de llegar a algún tipo de conclusión necesaria para entender mejor el resultado del domingo.
La pregunta de si Sergio Massa fue el mejor candidato del oficialismo, debería reescribirse de la siguiente forma: ¿Tenía posibilidades el oficialismo de ganar la elección con una inflación anual acumulada a octubre del 120% y una interanual del 142%? La respuesta es: no. Esa respuesta cohesiona de manera directa con la inclinación mayoritaria del voto al candidato libertario. Lejos está la reivindicación de la dictadura de la electa vicepresidenta, Victoria Villarruel, de la necesidad de muchos argentinos de tener un alivio en sus bolsillos. Se votó con la ilusión de un mejor salario, de una economía más estable, de ponerle un freno a la inflación. Ahí están las esperanzas que la mayoría de la población depositó en Javier Milei. Es que cuando la guita no alcanza lo demás es puro cuento. Nada importa. El primer derecho es tener la panza llena, después están los demás.
El gobierno del binomio Alberto-Cristina no logró atenuar la catástrofe heredada del gobierno de Macri. Desde el vamos no pudieron dejar en claro la situación primigenia que obturaba aquel presente aplastado por una deuda multimillonaria en dólares. Lo que no se aclara desde un principio es difícil retomarlo con el tiempo. Luego vino la pandemia, el descontento, la foto de olivos, los vacunatorios vip y el daño moral a una sociedad cansada del encierro. También hubo ayuda como el IFE, pero no fueron suficientes.
A pesar de todo logramos ilusionarnos. Se hizo el esfuerzo. Se peleó la elección hasta el último aliento. La propia inmunidad nos condujo a permanecer activos, a no soltar amarras y dejar que tan rápido se fuera todo al tacho de la derecha. La micromilitancia se subió a los trenes, subtes y bondis para intentar torcer el rumbo de un final que ya estaba escrito desde hacía mucho. La elección legislativa 2021 había sido un llamado de atención cuando no un ultimátum. Sin embargo la situación no solo no mejoró, empeoró. Por eso con todos estos antecedentes cronológicos, analizando en frío el resultado de la elección fue duro pero podría haber sido peor.
Un porcentaje importante del electorado compró la ilusión de lo nuevo que le vendió el gurú del liberalismo. Sin embargo, a tres semanas de empezar su mandato, las cartas y recetas que está exhibiendo el presidente electo nos traen hechos de un pasado anclado en los 90. No se trata de buenas nuevas, por el contrario de viejas y muy malas. Privatizaciones, despidos, represión son los primeros platos de un menú que se presenta muy complicado para la población.
Sin querer ser tremendista a la ilusión del combate contra la inflación, le sobrevendrá una disparada en los precios, a la necesidad de mejores empleos, los despidos, a la pluralidad de voces, el relato único y así sucesivamente.
Pero no es momento de condenar al votante de Milei, es el momento de re pensar cómo llegamos a esta situación con el 40% de pobreza, con el 50% de los pibes bajo la línea de esa variable. Desde ahí parte el entender el triunfo de la derecha en las elecciones, desde los que menos tienen. Después, por su puesto, está el voto que no tiene excusa o que sus únicos argumentos están imbricados en el odio, sobre todo al peronismo.