Desafíos de la docencia online en los días del Coronavirus
Por Marliese Muro Cash
Ser docente en la generalidad de los tiempos que corren está bajo la lupa. Esto sucede porque vivimos en un mundo donde las herramientas digitales cada vez alcanzan mayor relevancia y, en este camino, se obtienen reemplazos inalterables. La educación, de esta forma, se asemeja a una fábrica donde el modelo de producción va tornándose arcaico y en su propia transformación para actualizarse pierde la esencia de lo que alguna vez supo ser: la tarea a mano después de una fastidiosa tarde, el sobresaliente de una docente escrito en lapicera roja o verde, la hoja del cuaderno que si era de mala calidad se traspasaba y nos eternizaba aciertos y errores.
Es muy difícil borrar esa imagen para construir otra. Nos formamos con el ideal docente que tiene delantal limpio, que nunca llega tarde, que corrige quemándose las pestañas, que deja la vida por su trabajo.Y, en consecuencia, con el ideal de un estudiante que “iba a ser alguien importante en la vida” si borraba cuidadosamente y no rompía su hoja.
La estética de los cuidados en el aula hoy no se avista como ejemplo claro de movilidad social, ni el guardapolvo o uniforme limpio, ni la extravagante letra prolija de un docente: los límites son más borrosos y la tecnología nos permite borrar y reescribir, sin la presencia de hojas sensibles ni premios a la menor torpeza empleada.
Los tiempos que corren, entonces, tienen un componente distinguible que es el uso de las nuevas tecnologías. Antes, una persona era activa del sistema educativo, se recibía y culminaba su educación. Hoy, la actualización constante nos permite no quedar obsoletos. El escenario educativo se modificó, atrayendo a la educación de manera sustancial durante toda la vida de una persona y atravesando a la educación digital para tomar de ella lo que implique crecimiento.
En la alfabetización digital encontramos objetivos propios que la definen, tales como saber encontrar la información, saber resistir la tentación de dispersarse al navegar por Internet, elegir y utilizar la información pertinente, entre otros. Asimismo, nuevos roles para estudiantes y docentes. La pregunta, ¿Es compatible nuestra formación con lo demandado por el nuevo sistema educativo y su acelerada incorporación de las nuevas tecnologías?
La respuesta les sorprenderá.
Como egresada reciente de un instituto de formación docente de Ciudad Autónoma de Buenos Aires, perteneciente al régimen público me animo y justifico a decir que no. Las escuelas normales no poseen, ni siquiera, con un sistema de inscripción on-line, el cual hay que realizar de manera personal en largas filas los días asignados. Tampoco, cuentan con una plataforma que permita encontrar material digitalizado, y con esta excusa, muchos docentes de estas escuelas normales, registran fotocopias como único material de estudio, a pesar de su costo y de la percepción climática que uno pueda tener al respecto.
Todo trámite que se quiera iniciar se debe hacer también en persona y en papel. La formación académica en recursos digitales es escasa, no se vislumbra el trabajo desde una computadora.
De esta forma, la capacitación y la adquisición de nuevas herramientas queda al resguardo de empresas que promueven el trabajo alternativo con el uso de lo digital. Si se sigue apartando la idea de formación digital de justicia educativa, la provisión de éstas herramientas digitales estarán en manos de las empresas que trabajan con plataformas digitales educativas sólo en instituciones privadas.
Es decir, que no solamente se priva a la comunidad estudiantil de profesorados de acceder a nuevas herramientas, por la estructura acéfala del uso indiscriminado del papel en estas instituciones y por la formación paupérrima de la única materia que se tiene en programas de 4 años de duración de instituciones públicas, sino que además, se entrega únicamente capacitación y formación a docentes de cómo debe ser un contenido, el rol docente, las preguntas, el manejo digital, los objetivos y propósitos, mientras permanezcan en algunas instituciones privadas que complementen la currícula con plataformas digitales y/o otro manejo digital.
Es necesario, que a partir de la situación excepcional que estamos viviendo logremos confluir que la educación tecnológica es justicia educativa. Y, que la vista gorda hacia las necesidades de la educación actual sólo es caldo de cultivo de nuevas emergencias, donde se promueven nuevas desigualdades y se concesionan herramientas como implantes de privilegio.