Economía: el desafío de la "restricción externa"
Por Pablo Varela
Antecedentes
La conformación y consolidación del Estado Nacional en la segunda mitad del siglo XIX, trajo aparejado el desarrollo de un modelo productivo ligado a la riqueza de la región pampeana, en función de las necesidades existentes desde el mercado internacional, y principalmente de la potencia hegemónica de la época: Gran Bretaña. El desplome de la economía global en el 29’ con la consecuente contracción de las economías centrales dinamitó dicha matriz productiva, empujando a la Argentina hacia un forzado proceso de sustitución de importaciones. El zenit de dicho programa se atravesó con las dos primeras presidencias de Perón: mejora en la participación de los trabajadores en el PBI, tonificación del mercado interno, intervencionismo estatal, planes quinquenales, nacionalización del comercio exterior de granos, nacionalización de las finanzas a través del control BCRA, etc. El deterioro de la variables económicas fruto de características intrínsecas de la economía local, en añadidura a un desgaste lógico de la etapa política, pero fundamentalmente una sanguinaria vocación de restablecer el orden previo al 45’, posibilitaron los bombardeos de la plaza de mayo, y el golpe del 55’. La Argentina ingresa así a un período de vaivenes institucionales, proscripciones, administraciones débiles desde el punto de vista de la legitimidad, y gobiernos de facto que impidieron discutir un verdadero programa de desarrollo, oscilando pendularmente.
La última dictadura cívico-militar, apuntó a zanjar dicha discusión: desmantelamiento el aparato productivo local, ciclo de apreciación cambiaria (dólar barato), desregulación de regímenes arancelarios y exponencial crecimiento de la deuda pública, y todo esto sin siquiera mencionar su colosal aparato represivo.
No bastó que en el año 83’ se restablecieran los mecanismos institucionales, para que la Argentina se encaminara al desarrollo. El vaciamiento de los partidos políticos y una nula cultura empresarial empujaron para que en la década de los 90’, se profundizaran las políticas diseñadas por la dictadura, con altísimos costos sociales. Los argentinos ingresamos al nuevo milenio, con una economía recesiva, deflación, tasa de desempleo de dos dígitos, alto grado de endeudamiento y pérdida de soberanía a favor del monitoreo de los organismos multilaterales de crédito (F.M.I., B.I.D., B.M.).
El nuevo milenio
So riesgo de ser reiterativo, habrá que decir una vez más que el ciclo kirchnerista, contó con condiciones beneficiosas (locales e internacionales) para una rápida reactivación de la economía. Sin embargo, es insoslayable la vocación exhibida por la actual administración en el robustecimiento del mercado interno a través del consumo, y la recuperación de un programa tendiente a la sustitución de importaciones.
En el 2003 existían 80 parques industriales. Hoy, existen 280. En la última década, el PBI industrial creció en el orden del 106% y permitió la generación de 3,6 millones de empleos formales, aunque su participación en el PBI se redujo de 17% a 15%, a favor de los servicios que generan el 66% de los empleos.
Un punto crucial es la deficitaria balanza comercial industrial. Para graficar la situación basta mirar los números de la industria automotriz, dentro de la cual, el 70% de las autopartes son importadas. Así se explican las medidas adoptadas por el gobierno en los últimos años para frenar la avalancha de importaciones protegiendo el trabajo local y evitar la sangría de dólares. Y es que la reducción del saldo positivo de la balanza comercial es un problema creciente. Los tres nudos que hoy erosionan el saldo favorable son: industria, energía y turismo. La balanza sigue siendo superavitaria por los dólares provenientes del agro. Sin embargo, todo el complejo agroindustrial emplea apenas un tercio de la fuerza de trabajo disponible. Por lo que es plausible afirmar que no hay país posible sin diversificación de la matriz productiva (sustitución de importaciones).
El principal problema que enfrenta la actual administración es la restricción externa (punto históricamente vulnerable de la economía argentina), íntimamente ligada a la tensión producida por la puja distributiva (inflación). Desde la intervención del mercado cambiario a fines de 2011, las reservas del BCRA han bajado en el orden de los 18 mil millones dólares. El 75% de dicha caída se debe al pago de deuda con reservas. La economía argentina logró acumular en 2010 la cifra récord de 52 mil millones. En tal sentido vale decir que solo en la última década, se fugaron 90 mil millones de dólares y que el gobierno se ha mostrado incapaz de producir las herramientas necesarias para generar el dique de contención de dicha riqueza drenada. Allí, además, reside un nudo cultural que hasta aquí ha sido insalvable: una dirigencia empresarial con escasa o nula vocación nacional, que tiende a privilegiar el corto plazo, no arriesgar en el proceso productivo local y, fugar como patrón de acumulación. El título de “dirigentes”, les queda grande.
A diez años de la asunción de Néstor Kirchner, el deterioro de las variables económicas que condujeron el actual ciclo hasta aquí, es visible y notorio. A saber: tipo de cambio competitivo, superávit fiscal, cuenta corriente externa, merma del saldo superavitario comercial, etc. El preacuerdo con Repsol y la intención de cerrar juicios pendientes en el C.I.A.D.I. muestran un cambio de estrategia en el gobierno que buscará volver al financiamiento internacional. Endeudarse, es una opción dentro del menú de herramientas económicas. El problema no es tomar deuda, sino las condiciones de ese endeudamiento.
La experiencia histórica indica que toda etapa de crecimiento con sustitución de importaciones deriva en restricción externa. Los argentinos enfrentamos un desafío histórico. Habrá que aguzar los sentidos y afinar el lápiz, para generar las herramientas necesarias, en la etapa venidera.