El fútbol argentino y los riesgos de los pases mundialistas
El campeonato argentino de fútbol acaba de comenzar. Equivale a decir que está terminando la etapa del calendario a la que se le presta mayor interés, la del mercado de transferencias, una definición espantosa que incluye a la única actividad que aún consiente hablar de compra y venta de personas.
Cuando el libro de pases se cierra, comienza la parte aburrida, la pelota y su rodar. Se habla tan poco de lo que ocurre en la cancha como en el terreno político de los grandes problemas del Pueblo. En ambos casos, con la complicidad de la mayor parte del periodismo, que además muestra cuán sometido está a sus ingresos. Ángel di María volvió a retirarse a su Rosario Central, tras haberse sacado todas las espinas y convertido en uno de los máximos referentes de la Selección en su historia. Pero para La Nación el pase más resonante fue el de Leandro Paredes a Boca y para Olé la presentación canaya de “Fideo” remitió más a otro equipo que a aquel que lo recibía.

Con las incorporaciones de otros campeones del mundo en Qatar 2022, Boca y River vuelven a prometer “fútbol espectáculo”, en una versión plastificada de la de comienzos de los años '60. Bajo esa explícita premisa, ambos clubes contrataron futbolistas extranjeros, pero no pudieron ser campeones. Prevalecieron los de Avellaneda, con jugadores germinados en el país. Muchos años después, el brasileño Delém, una de aquellas contrataciones, acabaría siendo fundamental en River para la siembra y cosecha de gemas de Selección.
En épocas de los presidentes Alberto Armando y Antonio Liberti, las incorporaciones se hacían para la tribuna. La de tablones o cemento. Ahora es para la tevé, que puede explorar la venta de la manufactura audiovisual al exterior, con la limitante de los husos horarios. El Fútbol para Todos excluyó esa faceta comercial, que siguió en manos de los privados. Otra diferencia es que ahora las incorporaciones extranjeras son de repatriados argentinos, aunque suene paradójico. Desde la vigencia de la ley Bosman y la ampliación del mercado a países pobres en lo futbolístico pero repletos de recursos económicos, la Argentina se colocó como exportador de materias primas de pantalón corto, no pocas veces malvendidas por las urgencias de los clubes.
El gran problema no será tanto que pueda repetirse el antecedente deportivo de 1960, sino que se reedite el económico de 1981 y la tablita del ministro Luis Caputo detone como la de José Alfredo Martínez de Hoz, volviendo a comprometer las contabilidades de clubes con obligaciones en dólares pero ingresos en pesos.
A comienzos de la década del ’80, ni Boca ni River pudieron retener tras la devaluación a Diego Maradona y Mario Kempes, sus incorporaciones estelares de meses antes. Como consecuencia de esa situación, Boca bordeó la quiebra y fue la intervención de Federico Polak -solicitada por el propio club al gobierno- la que, con mucho esfuerzo y al cabo de varios meses, consiguió evitar que los Xeneizes anticiparan el camino que quince años después padeció Racing.
El problema se asienta sobre una base, poco reconocida: contra lo que suele creerse, los ingresos por cuota social y abonos de cancha son los ítems que más aportan a la tesorería de los clubes. El balance de Boca para diciembre de 2023, año en que llegó a la final de la Copa Libertadores, ilustra que los ingresos provenientes del bolsillo de socias y socios representaron el principal ítem de sostén del club.
Se trata de ingresos en pesos, que están sometidos no sólo a la variable de la cotización del dólar en las pizarras o cuevas sino también a las peripecias de la economía doméstica, como el desempleo, los salarios y el costo de vida. A ello se añaden la trepada de los costos que el club paga en pesos, para recoger en esa moneda o en dólares, en el caso de transferencias de jugadores o premios por competencias internacionales.
Darse el gusto de ver a algunos de los muchachos que nos regalaron la felicidad de diciembre de 2022 con la camiseta local amada entraña el riesgo de que, como ya ha ocurrido, todo salga demasiado caro. También eso roba un programa económico como el vigente, que agrega a los peligros el sobrevuelo de los capitales anónimos sobre clubes construidos por décadas de esfuerzos colectivos. Urgencias en dólares podrían darles la excusa perfecta, una oportunidad única como el mejor pase gol ante el arco de Hugo Lloris.