El wokismo versus los porcinos chinos
En mi nota anterior me referí a las corrientes de pensamiento nacidas en Europa y EEUU que han permeado al movimiento nacional y popular.
Mencioné el wokismo norteamericano y la izquierda fucsia o new leth europea. Corrientes de pensamiento que nacen en ambientes intelectuales del norte global donde tienen sus necesidades básicas resueltas. Luchan por la equidad racial, el feminismo, el movimiento LGBT, el uso de pronombres de género neutro, el multiculturalismo, el indigenismo, el veganismo, el activismo ecológico y el derecho a abortar. Todas causas buenistas y progresistas que con matices muchos de nosotros podemos compartir. Pero, su priorización por encima de otras causas tienen efectos cuestionables.
Retomo la crítica que les hace el filósofo marxista italiano Diego Fusaro: “La izquierda fucsia crea una especie de microconflictualidad generalizada que actúa como un arma de distracción masiva y, también podríamos decir, como un arma de división masiva permanente. Por un lado, distrae de la contradicción capitalista que ya ni siquiera se menciona, y por otro lado, divide a las masas en homosexuales y heterosexuales, musulmanes y cristianos, veganos y carnívoros, fascistas y antifascistas, etcétera.”
Desde el peronismo hablamos de las contradicciones principales y las secundarias. Y, en Argentina la contradicción principal sigue siendo liberación o dependencia.
Ahora, qué significa hoy en este mundo globalizado la idea de liberación o dependencia. Significa desde lo económico, promover un desarrollo armónico en todos los sectores de la economía que promuevan y protejan el trabajo argentino. Que esa generación de riqueza vaya acompañada de una distribución mas justa. Desde lo tecnológico la creación de saberes propios que acompañen y empujen el desarrollo soberano. Desde lo político mantener una política exterior que defienda los intereses nacionales. Desde lo cultural fortalecer la identidad nacional frente a la homogeneización global.
Wokismo versus productivismo
Estos años en nuestro espacio, hemos tenido un debate, entre un sector que podemos llamar impulsor de la actividad productiva, y un sector de opinión instalada por el wokismo, cuyas concepciones ideológicas chocaron con diversas iniciativas productivas.
Estas corrientes de opinión, han cuestionado fuertemente: el proyecto Vaca Muerta, el proyecto de exploración de hidrocarburos costa afuera, el proyecto minero de plata en Chubut, la minería en Mendoza y otras provincias, el trigo HB4 resistente a sequías desarrollado por el CONICET, la construcción de nuevas centrales nucleares, la producción de salmones en Tierra del Fuego, y entre otros, la propuesta de granjas porcinas financiadas por los chinos.
En el último gobierno del Frente de Todos, el wokismo escaló hasta los máximos niveles de decisión y en muchos casos logró imponer sus políticas en temas de gobierno.
Por dar un ejemplo durante la campaña electoral de Sergio Massa, pudimos mostrar uno de los éxitos más importantes: la construcción del Gasoducto Nestor Kirchner (GNK) cuya puesta en marcha significo este año millones de dólares en ahorro de importaciones de GNL. Pues, en noviembre del 2021, la Delegación Argentina a la Cumbre Climática COP26 celebrada en Glasgow, llevaba un documento donde nos comprometíamos a no construir mas gasoductos, incluyendo el proyecto del GNK. Por suerte 24 horas antes, la Secretaria de Energía a cargo de Darío Martínez, tomó conocimiento del documento y sacó una Resolución dejando sin efecto semejante desatino.
Sobre cada uno de estos temas podría escribir varias páginas, pero hoy voy a referirme a las granjas porcinas con financiamiento chino. En estos días se conoció que China va a reducir un 3% sus compras de soja y esto hizo caer su precio internacional, lo que lógicamente perjudica nuestras exportaciones. Los chinos son el primer comprador mundial de soja, y contrariamente a lo que se puede creer, no son adictos a milanesas de soja, sino que comen carne de cerdo alimentados con harina de soja.
La relación comercial con China
Sabemos que el deterioro de los términos de intercambio, es una de las causas de la dependencia. Este deterioro se da en el comercio entre países con desarrollo desigual. Quienes producimos materias primas, cereales o carnes, sufrimos una desigualdad en el sentido que los valores de las materias primas son estables en el tiempo, mientras que los productos industriales por su continuo agregado de valor suben, y cada vez necesitamos mas kilos de de cereales para importar una maquinaria agrícola que se mejora año a año.
Ya en 1811 Manuel Belgrano nos advertía de la inconveniencia de exportar cueros salados para luego importar zapatos ingleses fabricados con ese mismo cuero.
El comercio bilateral con China en 1990 era apenas de 300 millones de dólares. Pero, acompañando el crecimiento chino, fue subiendo el vinculo comercial. En 2022 le compramos 17.502 Mu$s y le vendimos 8.022 Mu$s.
¿Qué le vendemos?: el 92% de nuestras exportaciones de soja, el 57% de las de carne, y el 59% de las de cebada. Ademas, en menores cantidades : cueros salados, pesca, pollos, maní, uva, lácteos y maderas.
¿Que le compramos? : Productos electrónicos: Computadoras, teléfonos móviles y electrodomésticos. Maquinaria: Equipos para agricultura e industria. Automóviles y autopartes. Textiles. Fertilizantes. Productos químicos. Muebles. Juguetes.
Claramente tenemos una situación desigual en nuestro comercio, porque exportamos productos primarios y compramos su industria de alta tecnología.
El gobierno chino está en manos del Partido Comunista. Pero en materia económica y de comercio internacional se manejan dentro de las reglas del más avanzado capitalismo. Y lógicamente, les interesa que el valor agregado, se realice dentro de sus fronteras con trabajo chino.
Por lo tanto, mas allá de los grandilocuentes acuerdos acuerdos de mutua colaboración, y algunos créditos importantes que nos dieron para construir obras de infraestructura con empresas chinas, en materia de intercambio comercial seguimos cambiando soja por notebooks y celulares.
La propuesta de granjas porcinas
En 2018 China sufrió un problema de sanidad animal que lo llevó a reducir su producción porcina. Esa crisis de producción porcina en China, apareció como una oportunidad para otros países. El primero en aprovecharla fue Trump, y en 2019, EEUU aumentó en 684% sus exportaciones de carne porcina a China. Porque Trump será anti-comunista pero no zonzo.
Bueno, resulta que los chinos tuvieron el buen gesto de - como se dice en el fútbol - tirarnos un centro. Nos ofrecieron invertir en producir cerdos aquí. Que una parte de la soja y maíz lo convirtamos en carne, con el beneficio que el valor agregado quede en nuestro país.
El plan contemplaba la construcción de 25 granjas porcinas integradas, en distintas provincias, cada una con 12.000 madres, con una inversión cercana a los 4.000 millones de dólares.
Estas unidades incluirían desde la producción de alimentos balanceados hasta frigoríficos exportadores, con un enfoque en ciclo completo y tecnología sustentable, bajo el concepto de granjas inteligentes, con énfasis en la sustentabilidad y la bioseguridad, para minimizar el impacto ambiental y garantizar un manejo seguro de la producción. Además, se incorporarían biodigestores para la generación de energía y biofertilizantes.
El proyecto iba a generar 9500 empleos directos, mas otros 30.000 indirectos entre proveedores, transportes etc.. En provincias como San Luis, Córdoba, Chaco y Santa Fe.
Al cuarto año se podría estar exportando 900 mil toneladas de carne porcina, lo que significaban unos 2.500 millones de dólares en nuevas exportaciones.
Se analizaban 3 opciones para desarrollar el proyecto. Empresas chinas podrían instalar sus propias plantas, siguiendo las condiciones impuestas por la Argentina; se podrían asociar con productores argentinos; o podrían solamente traer el financiamiento y no intervenir en la producción.
El acuerdo incluía la transferencia de tecnología y conocimientos en sanidad animal y manejo agrícola, lo que representaba una oportunidad para modernizar la industria porcina en Argentina.
Cuidado, no estoy diciendo que los empresarios chinos son una agencia de solidaridad internacional, son CEOS entrenados para hacer negocios al más alto nivel capitalista y sacar la mayor tajada posible. Y esta propuesta de las granjas la hicieron porque tenían una necesidad y les convenía. Luego estaba en manos de los negociadores locales tratar de obtener los mejores beneficios posibles.
Wokismo, veganismo, Greenpace
Dentro del wokismo, el veganismo no es solo una elección dietética o de estilo de vida, sino una postura ética contra la explotación animal. Argumentan que los derechos animales deberían ser una consideración moral prioritaria, alineándose con los principios wokistas de lucha contra toda forma de opresión y discriminación.
Los veganos wokistas frecuentemente enmarcan su activismo dentro de un contexto interseccional, lo que significa que ven el veganismo como parte de una lucha más amplia que incluye el feminismo, los derechos de las minorías, y la justicia ambiental. Argumentan que todas estas formas de opresión están interconectadas y que luchar contra una, implica luchar contra todas.
Los primeros en manifestarse contra las granjas de porcinos fueron la Union Vegana Argentina, Greenpace, la FARN y un numeroso grupo de voces vinculadas a este tipo de causas como intelectuales y artistas.
Una de las más activas fue la periodista Soledad Barruti pareja de Darío Sztajnszrajber el filosofo oficial de Canal Encuentro y la TV Publica. Barruti opinó: “El agronegocio es destrucción y muerte. Serían ciudades gigantes de cerdos que consumen una cantidad abismal de recursos. Hay que abandonar el sistema de producción industrial y pensar otro que no dañe el medio ambiente y mejore las condiciones del sujeto productivo más empobrecido del mundo: el trabajador rural. Es otra deconstrucción que necesitamos hacer de una forma patriarcal de pensar al mundo y a las personas".
Claro suena feo eso de “ciudades gigantes de cerdos”. Aunque estas granjas modelos ya existen, una de ellas, el criadero de cerdos modelo Yanquetruz, en Juan Llerena San Luis, que inauguró Cristina en 2012, y que est+a muy lejos de ser una ciudad gigante de cerdos.
Respecto que: "Es otra deconstrucción que necesitamos hacer de una forma patriarcal de pensar al mundo y a las personas". No queda claro, pensando en los trabajadores rurales que normalmente trabajan en negro, que tiene de malo, que ingresen en la agro-industria, con mejor nivel de salarios y condiciones de trabajo.
En fin, es comprensible que haya quienes no coman carne y se opongan a la cría de animales para su posterior consumo. Y quienes tienen esta opinión, tampoco tienen obligación de responder como hacemos para generar trabajo para paliar las altas tasas de desocupación argentina. Ahora, si sos funcionario de un gobierno nacional y popular ya tus obligaciones son distintas.
Jorge Neme, secretario de Relaciones Económicas Internacionales principal impulsor del proyecto y el Canciller Felipe Solá, venían recibiendo “fuego amigo” desde los medios públicos, Página 12, y otros. Y la tenían cada vez más complicada con los chinos que no entienden ni les interesan nuestras internas con los wokistas. Pero el rayo fulminador del proyecto vino de una foto en Casa Rosada.
El día 25 de noviembre del 2020, Alberto Fernández recibió en un almuerzo (vegano supongo) a Liz Solari y Manuel Alfredo Martí, dirigentes de la Unión Vegana Argentina quienes posaron junto a Alberto que sostenía un cartel “No al acuerdo porcino con China” .
Aunque voceros del gobierno intentaron explicar que la cosa no era tan así, los negociadores chinos le mandaron por wasap la foto a Neme con unas palabras en chino….
Conclusión, las cerdos chinos seguirán engordando en China con maíz y soja que le mandamos de aquí. Los 40 mil puestos de trabajo, serán para trabajadores chinos. Y la lección que nos dio Belgrano en 1811 no la aprendimos.
Volviendo al inicio de la nota. Muchos compañeros sostienen que no hay que pelearse con los wokistas que son parte de nuestro espacio. Y mucho menos contradecirlos en estos temas, si se trata de figuras muy reconocidas como los artistas, e intelectuales de alta exposición mediática.
Pero si entendemos que la contradicción principal, no es la deconstrucción del patriarcado, sino nuestras banderas aun vigentes de liberación o dependencia, romper el acuerdo de las granjas chinas es beneficiar la dependencia. Porque seguiremos vendiendo granos y no cerdos con valor agregado. Es lo mismo que seguir vendiendo cueros y comprando zapatos. Solo que en este caso ni siquiera son zapatos, son celulares y computadoras que hacen obreros chinos que almuerzan carne de cerdo alimentado por granos argentinos.
Si vamos a volver y vamos a volver mejores, discutamos estas cosas ahora, para saber que proyecto de país queremos, y cuando lleguemos al gobierno no estemos discutiendo entre dirigentes y funcionarios del mismo espacio si vendemos cueros salados o zapatos, como sugirió Belgrano allá por 1811.