"Ellos o nosotros": odian, luego repudian
Cuando en Operación Masacre el narrador con que allí trabaja -y de forma tan lúcida- Walsh nos dice que la pobre gente no muere gritando Viva la Patria, sino ¡No me dejen solo, hijos de puta!, damos con uno de los posibles cauces del terror: la primacía de lo primitivo, de la conciencia primera por sobre la que podríamos llamar política, conciencia política (si es que podemos tomarnos la licencia de escindir vida y política, como si estos dos conceptos no refirieran, a fin de cuentas, a lo mismo, a la potencia de actuar, de constituirse en sujeto de acción).
Eran dos los años que habían pasado del bombardeo a Plaza de Mayo, de aquel intento de asesinato a Perón, tiempo suficiente para que el militante y autor de Esa mujer, cuento que, a juzgar por David Viñas, posiciona a Walsh por encima de Borges, reviera algunas de sus apreciaciones y lineamientos políticos y comenzara a posicionarse, gracias a una abnegación conmovedora y una obra y vida que aún hoy reverbera en el latido popular, en la referencia ineludible en la que se ha transformado, fuente inagotable de reescrituras y banco de prueba de las más gratas experiencias.
Ayer quisieron asesinar a Cristina. De un balazo. La bala no salió, y hoy aún podemos respirar. Hay algo interesante que rescata el escritor Martín Rodríguez: “Hoy medio que se invierten los roles en el picante mundo de twitter. Es más útil el tuit de un político que uno de cualquiera de nosotros. Solemnidad le gana a cinismo. Las únicas palabras son repudio, límite y democracia”.
Ahora bien, ¿no son, estos que ahora repudian lo sucedido con significantes tan altisonantes como vacíos, los mismos que encabezaron marchas que exhibían bolsas de consorcio con nombres de Abuelas, guillotinas, consignas como ellos o nosotros?, ¿no son los mismos que abrazaron a Chocobar, recibiéndolo con los más altos honores?, ¿no son los mismos que permitieron, acaso, que un diputado pidiera hace días nomás pena de muerte para la misma Cristina?, ¿no son los mismos que ponen en tela de juicio el número de desaparecidos, como si ese gesto no fuera en sí mismo un re-atentado contra las víctimas de la última dictadura?
Si bien es cierto que, aún existiendo casos como los de Patricia Bullrich y Jonatan Viale (y van juntos, a la misma altura, porque qué distinción importa ya hoy, con un poder que nunca mostró un engranaje tan prolífico como el que hoy compone la tríada Derecha-Justicia-Medios), es importante que las oposiciones repudien lo sucedido, ¿qué termina de descubrir esa solemnidad? Que son una farsa y parte necesaria para sostener el circo, su circo. De allí, toda la continuidad narrativa que, de Defensores de la República a Si tenés un hijo K dejá de financiarlo , no ve moverse siquiera un pelo. Son la muerte y sus muecas, los lunares malignos de nuestra historia.
Por eso el hallazgo de Walsh: la ponderación de la víscera por sobre la pose; quizás, única chance de abrir margen a la emancipación.