¿Este es un FMI distinto al de la crisis de 2001?
Por Nicolás Adet Larcher
La decisión de Mauricio Macri de iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sorprendió a sectores afines al gobierno por considerar que la opción no era acertada. “Es un manotazo de ahogado del gobierno” decía Alfredo Leuco en Radio Mitre y en TN, más tarde, pedía la renuncia de varios ministros. En los últimos días se habían leído titulares de medios internacionales como Forbes o Financial Times y hasta alguno analistas habían alertado que el próximo paso del gobierno luego de la corrida del dólar era el de recurrir al FMI.
En palabras de Nicolás Dujovne, el FMI al que recurren no es el mismo del 2001, el que llevó al mayor estallido social, político y económico que tuvo nuestro país. Según Dujovne, este FMI “fue fundamental en 2008 y 2009 ayudando a que los países puedan sobrellevar las crisis financieras”. Habría que preguntarle a Dujovne qué países tomó como referencia para afirmar algo así. En la gran mayoría de los casos, las recetas del FMI nunca funcionan.
Si se toma al FMI como profeta de tormentas, no hay seguridad respecto a las predicciones del organismo para intervenir en posibles crisis financieras. Un informe del Congreso de Estados Unidos, a través de la Oficina General de Contabilidad, aseguró que el FMI es completamente incapaz de anticipar o prevenir crisis financieras. El resumen presentado hace unos años analizó 134 recesiones en 87 países emergentes entre 1991 y 2001. De ese número, el FMI solo pudo predecir 15 crisis. Una de las crisis que no pudo predecir y que figura en el informe fue la de la Argentina. En esos años el FMI decía que nuestro país iba a crecer un 3,7%.
A contramano de lo que propone el FMI, los países que ejecutaron una presencia mayor del Estado en sus economías fueron los menos afectados por la crisis. Ejemplos pueden observarse en Finlandia, Noruega, Suecia, Alemania (aún con ajustes por parte del gobierno) y Portugal en estos últimos tres años. En el caso de Portugal fue el propio FMI el que reconoció en 2017 que sus recetas no habían funcionado y que la decisión del gobierno de no tomarlas en cuenta había sido acertada.
El caso de Grecia es estremecedor. En un informe interno de la Oficina de Evaluación Independiente el propio FMI reconoció que sacrificó a ese país para salvar al sistema bancario europeo. Grecia se enteró cuando ya era tarde. El auditor interno asegura que durante mucho tiempo se mantuvo una estrategia “que no funcionaba” y no se tuvo en cuenta “el verdadero impacto de los ajustes fiscales en el crecimiento y la dinámica de la deuda”. El informe es contundente: “La magnitud de los errores de las previsiones de crecimiento de Grecia es extraordinaria”. La crisis en Europa motivó la expansión de negocios ilegales como el tráfico de órganos. En el 2012 el diario The New York Times tomaba el testimonio de dos padres desempleados que habían decidido vender sus córneas para darle de comer a sus hijos.
Pakistán y Hungría fueron otros de los países que decidieron dejar las recetas del FMI por considerarlas “ajenas a las demandas populares”. En el caso de Pakistán, el organismo internacional impuso once condiciones para poder otorgar un préstamo. Dos de esas condiciones tenían como objetivo imponer un aumento del IVA y reducir los subsidios de energía. Para Pakistán eso representaba un hecho completamente antipopular que iba en contra de las políticas que intentaba aplicar el gobierno para reducir tarifas de electricidad y el precio de los combustibles. En el caso de Hungría, la relación terminó con el cierre de las oficinas del Fondo luego de recortes salariales y jubilatorios que habían sido impuestos.
Con las puertas de Wall Street cerradas, el macrismo acudió al FMI como una última carta sin avisar a sus aliados de la UCR y la CC-ARI. Pese a que las recetas del organismo son imposiciones, algunos gobiernos comparten muchas de las políticas de recortes de derechos laborales, privatizaciones y jubilaciones congeladas. Se convierten en ejecuciones de decisiones compartidas. En la Argentina se conoce la historia, se sabe quiénes son los que rompen y quiénes son los que pagan, el Fondo Monetario Internacional sigue siendo el mismo aunque sus rostros hayan cambiado y las recetas son las mismas en cualquier lugar del mundo.