Fórmula Fernández-Fernández: dibujar una nueva cancha
Por Enrique M. Martínez*
Solo un par de días desde el muy sorpresivo anuncio de Cristina bastan para entender uno de los principales objetivos de la elección de su compañero de fórmula: Poner en la pista central una persona con larga experiencia dialoguista, que además ha manifestado por años diferencias con varias de las decisiones que el anterior gobierno tomó, lo cual lo deja con las manos libres y sin la mochila de hacerse cargo de aquella gestión.
Aparecen entonces las preguntas más cargosas. ¿Volverán a la carga con la ley de medios? ¿Repetirán el cepo cambiario? Y así.
Ante esos planteos, Alberto Fernández tiene la posibilidad discursiva y conceptual de barajar y dar de nuevo, como no la tiene Cristina, quien tuvo la responsabilidad institucional de dictar o autorizar cada medida y de bancar sus resultados positivos o no.
Es una nueva cancha. En la que jugamos todos, con el mismo derecho que el candidato, aunque obviamente con muy diferente responsabilidad en el armado político.
Hay un denominador común para todos los jugadores: En caso de discrepar sobre las decisiones del pasado, debemos ser precisos, absolutamente precisos, en nuestras apreciaciones. ¿El objetivo no era correcto? ¿Debió ser otro? ¿O las diferencias las tenemos con la forma de aplicar la medida, que pudo haber llevado a conclusiones no deseadas?
Cuando, por caso, Alberto Fernández dice sobre la ley de medios que la guerra con Clarín terminó, que en todo caso quien lo lea sabe ya a qué atenerse, se queda a mitad de camino. Esa ley era y es un texto mucho más ambicioso. Es cierto – a mi juicio – que se cometió el error de considerar que el centro de interés era limitar los alcances del control mediático del grupo Clarín. Pero además, esa distorsión de la atención fue acompañada por la importante falta de trabajo en el desarrollo y consolidación de un espacio democrático de comunicación, donde miles de nuevas voces pudieran avanzar y hacerse visibles para sus compatriotas. Este era el camino profundo y sustentable para limitar la apropiación mediática por parte de Clarín o quien lo suceda a futuro.
Ese escenario está pendiente y un candidato a presidente por el campo popular debiera recrear la esperanza de hacerlo realidad.
Es más demandante y crucial la respuesta necesaria a la interpelación sobre el cepo cambiario. Al incursionar en este tema se presenta la necesidad y la oportunidad de hacer docencia a escala masiva, sobre una cuestión en que nos va la vida como Nación.
De ninguna manera es suficiente señalar que el cepo fue un error. Esa afirmación parece conceder mucho más de lo necesario para confirmar un perfil dialoguista.
Por empezar, el término “cepo” es un vocablo peyorativo difundido por quienes se oponen a toda regulación del flujo de divisas y no hay razón alguna para hacerlo propio sin aclaraciones.
Más profundo, la ciudadanía debe progresivamente asumir que la disponibilidad de divisas es una característica crítica de la economía de países como la Argentina y que no se puede evitar tener un programa que establezca prioridades de uso de aquello que no podemos producir y a la vez lo necesitamos para contar al menos con numerosos bienes a importar, condición necesaria para una calidad de vida básica.
En consecuencia, la regulación no la puede hacer el mercado financiero sino el Estado, buscando defender el interés general. De tal modo es inevitable establecer normas de uso prudente de las divisas y especialmente todas aquellas que impidan o al menos minimicen la especulación, juego perverso que tiene vigencia en todo el mundo.
Eso no se llama cepo, sino administración inteligente y responsable de las divisas.
Todos y cada uno de los aspectos que el neoliberalismo ha casi caricaturizado en relación con la gestión 2003/15 deben ser analizados críticamente, pero siempre con la profundidad adecuada y sin correr el riesgo de desvirtuar un propósito que pueda haber tenido vocación popular, aunque haya tenido flancos débiles de implementación.
Confrontar con el proyecto 2003/15 es posible en este momento. Es hasta necesario. Con un objetivo categórico como condición: Afinar la mirada conceptual e instrumental para que a partir de diciembre de 2019 aumente la factibilidad de vivir en un país más justo. Si no fuera así, nos volveríamos a equivocar.
*Instituto para la Producción Popular