Juana Manso: gloria de la educación argentina
27 Junio 2022
Por Pablo A. Vázquez*
Destacada periodista y educadora, fue pionera en dar voz a la mujer en nuestra tierra. A ella le corresponde esta fuerte sentencia más vigente que nunca: “Y llegará un día en que el código de los pueblos garantizará a la mujer los derechos de su libertad e inteligencia”.
Nacida en Buenos Aires el 26 de junio de 1819, fueron sus padres José María Manso y Teodora Cuenca, casados a pesar de la prohibición que pesaba por contraer nupcias con un español en épocas independentistas.
Su padre, al ser amigo de Bernardino Rivadavia, le facilitó la inscripción a Juana en la escuela de Monserrat que creó el primer presidente, establecimiento para niñas que estuvo bajo la supervisión de la Sociedad de Beneficencia.
Según Felipe Pigna, en “Mujeres tenían que ser” (2012): “En 1820, el año del terror rosista en Buenos Aires, la familia se instaló en Montevideo. Para sumar ingresos al hogar, Juana comenzó a dar clases de francés y castellano, hasta que abrió en su casa un Ateneo de Señoritas, es decir una escuela privada para niñas de la elite… En Montevideo, también comenzó a publicar sus primeros poemas, con el seudónimo de Mujer Poeta, en periódicos antirrosistas como El Nacional y El Constitucional. Pero al iniciarse el “Sitio Largo” de la ciudad, la familia cambió por un tiempo de lugar de exilio, estableciéndose en Río de Janeiro. Allí Juana conoció al violinista portugués Francisco de Saá Noronha, con quien se casó en 1844 y con quien tendría dos hijas, Eulalia y Herminia”.
Luego de probar suerte en Norteamérica y Cuba, se asientan en Brasil, donde en 1851 publicaría “Juana su O Jornal das Senhoras: Modas, Literatura, Bellas Artes, Teatro e Critica”, siendo el primer periódico feminista latinoamericano. Fue allí donde salió su novela “Los misterios del Plata”, teniendo la publicación un relativo éxito. Posteriormente editó “La familia del comendador”, novela en donde denunció la esclavitud, aún en boga en Brasil. Al tiempo de la caída de Rosas, Juana decidió volver a Buenos Aires, donde divulgaría su “Álbum de señoritas: Periódico de Literatura, Modas, Bellas Arte y Teatro”. Lanzado el 1 de enero de 1854, y aunque la intención fue destacada, sólo duró ocho semanas.
En la editorial del primer número señaló: “Todos mis esfuerzos serán consagrados a la ilustración de mis compatriotas, y tenderán a un único propósito - Emanciparlas de las preocupaciones torpes y añejas que les prohibían hasta hoy hacer uso de su inteligencia, enajenando su libertad y hasta su conciencia, a autoridades arbitrarias, en oposición a la naturaleza misma de las cosas, quiero, y he de probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo, o un defecto, un crimen, o un desatino, es su mejor adorno, es la verdadera fuente de su virtud y de la felicidad doméstica porque Dios no es contradictorio en sus obras, y cuando formó el alma humana, no le dio sexo – La hizo igual en su esencia, y la adornó de facultades idénticas”.
De vuelta en Brasil en 1859, su encuentro con Domingo Faustino Sarmiento, a través de José Mármol, fue definitorio. El sanjuanino estaba al frente de las escuelas bonaerenses y le propuso a ella estar a cargo de la Escuela de Ambos Sexos n° 1, la primera escuela mixta pública del país. Manso fue su primera directora, además de coordinar los “Anales de la Educación Común”, publicación creada por Sarmiento para difundir su política educativa.
Juana intentó sumar apoyos a sus acciones, como difundir las ideas del pedagogo Johann Pestalozzi, estudiosos suizo que tuvo como norte la observación, intuición y asociación intelectual como base de la enseñanza, rechazando el aprendizaje memorístico y los castigos físicos.
Debió, sin embargo, enfrentarse a los prejuicios de la época, a los ataques de la Sociedad de Beneficencia, que boicoteaba su magisterio y, tras la ida de Sarmiento del organismo educativo, del nuevo Director de Escuelas.
Fundó la biblioteca pública de Chivilcoy, donde el propio Sarmiento ambicionó en dicha localidad impulsar una colonia agrícola que debía ser modelo en todo el país, donde terminó radicándose con sus hijas por un tiempo.
Según Pigna: “En 1862 publicó el primer manual de historia argentina, destinado a las escuelas: “Compendio de la Historia de las Provincias Unidas del Rio de la Plata”, que escribió basándose en la “Historia de Belgrano”, de Bartolomé Mitre.
En 1864 junto a Eduarda Mansilla, la sobrina de su odiado Rosas, en el semanario “La Flor del Aire” dirigido por Lope del Río. Allí Juana, bajo el seudónimo de Dolores, se convirtió en pionera en esto de rescatar el lado femenino de la historia a través de su columna “Mujeres Ilustres de la América del Sud”, dando a conocer las vidas de Juana Azurduy y Manuela Pedraza, entre otras”.
Enfrentada con los sectores conservadores y con la Iglesia Católica, dada su conversión al anglicanismo, tuvo que esperar que su amigo Sarmiento asumiera la presidencia de la Nación para desarrollar su magisterio con tranquilidad. Para 1869 integró como vocal el Departamento de Escuelas, siendo la primera mujer en tener ese lugar, y, a los dos años, ocupar un lugar en la Comisión Nacional de Escuelas.
Infatigable en sus tareas, impulsó la fundación de 30 establecimientos escolares, estimuló la enseñanza del idioma inglés y promovió los concursos para designar a los docentes en sus cargos. En cuanto al periodismo fue promotora de publicaciones sobre temática femenina y educativa. Y siempre mantuvo una fluida correspondencia no sólo con Sarmiento, sino con la educadora norteamericana Mary Mann.
Lily Sosa de Newton, en su “Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas” (1986), particularizó sus últimos momentos: “Esta brillante educadora autodidacta falleció en Buenos Aires el 24 de abril de 1875. Se le negó sepultura en el cementerio de la Capital, permaneciendo sus restos en el de disidentes hasta 1915, cuando fueron depositados en la Chacarita. En 1967 se emitió una estampilla de correo con su esfinge”.
Juana Manuela Gorriti, al despedir sus restos, se refirió a su legado con estas sentidas palabras: “Juana Manso, gloria de la educación, sin ella nosotros seríamos sumisas, analfabetas, postergadas, desairadas. Ella es el ejemplo, la virtud, y el honor que ensalza la valentía de la mujer, ella es, sin duda, una mujer”.
*Licenciado en Ciencia Política; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas