La Argentina de Pavlov: sobre la estigmatización del reclamo docente

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La Argentina de Pavlov: sobre la estigmatización del reclamo docente

06 Marzo 2017

Por Esteban Viú

El fisiólogo ruso Ivan Petrovich Pavlov comprobó, poco más de un siglo atrás, que si colocaba alimentos en la boca de un perro hambriento, éste comenzaba a salivar. También descubrió que el animal salivaba con solo oler o percibir la comida, incluso cuando se acercaba la persona encargada de alimentarlo.

El fisiólogo decidió llevar a cabo un nuevo experimento para conocer otras conexiones. Así, incluyó un elemento externo en el proceso, una campana. El asunto consistía en tocar la campana e inmediatamente alimentar al perro. Transcurrido un tiempo, el perro salivaba al oír el sonido de la campana.

Pavlov concluyó que la salivación del perro ante la comida era una respuesta incondicionada; sin embargo, la salivación tras oír la campana es una respuesta condicionada.

De esta manera, Pavlov formuló la ley del reflejo condicionado, que viene a decir que cuando dos cosas acostumbran a ocurrir juntas, la aparición primaria de una trae la otra a la mente de manera automática.

Sin desearlo, el investigador ruso estaba prediciendo el comportamiento que iban a adquirir los grandes conglomerados que construyen opinión y que despliegan toda su maquinaria ideológica por estos días. 

En una maniobra que es especialidad de la casa, el diario La Nación lanzó un artículo titulado: “Baradel, el preceptor de Lanús que ganó poder y que ahora define si los chicos tienen clases”. La imagen que ilustraba el artículo exponía a Baradel junto a Daniel Filmus, Juan Manuel Abal Medina y Amado Boudou, entre otros. Si se considera el fulgor con el que la mayoría de los medios intentó, intenta e intentará vincular a la gestión kirchnerista con la corrupción, la deducción que se puede hacer del preceptor es simple. Y Pavlov sonríe, como aquel que se sabe victorioso de la verdad. 

Estos artículos, que funcionan como líneas condenatorias y prontuarios, es una maniobra conocida del matutino. Lo implementan contra todo aquello que vaya en contra de sus intereses, es decir, contra todo aquello que se alce como oposición al Ejecutivo. Las víctimas de este escarnio van del juez federal Miguel Vaca Narvaja que suspendió el aumento de los servicios para las PyMes, hasta Hugo Yasky, titular de la CTA. Otro que cayó en estas perversas descripciones fue Ariel Lijo, quien supo ser héroe de la derecha por arremeter contra la corrupción de la gestión anterior. Esta vez el juez imputó a Mauricio Macri y a Oscar Aguad por el espurio acuerdo del Gobierno con el Correo. En todos los casos, estos artículos intentan vincular a las diferentes personas con la gestión anterior, instalando un manto de duda que no explicitan pero que saben que va a emerger como reflejo condicionado.   

El artículo que intenta denostar a Baradel argumenta que el maestro se identifica con “las expresiones más puras del kirchnerismo”, pero omite que él fue uno de los gremialistas que más paros impulsó contra la gestión anterior. Además, le atribuyen la responsabilidad de “definir si los chicos tienen clases”, una decisión que parece más propia del Ministro de Educación que del representante del gremio docente. Si a estas palabras le agregamos la condenatoria pregunta de Nicolás Wiñazki sobre si Baradel es o no docente, la intención es clara. No por la pregunta en sí misma, sino por la intención de deslegitimar al entrevistado. La posición de periodismo de guerra se ve actualizada constantemente. Como sostiene Elisabeth Noelle Neumann, “los medios crean la opinión pública en tanto proporcionan la presión ambiental”. Según la pensadora,  si el medio dificulta la percepción sobre algo o alguien, mayor será su efecto. 

Paro político

En la misma senda descalificatoria aparecen los discursos de diferentes ministros sentenciando al paro como “un paro político”. Sin embargo, la verdadera virtud consistiría en encontrar un paro que no sea político. Todo paro es político porque un paro no puede tener ninguna otra concepción ni connotación. Es defensa legítima de derechos conquistados. Lo que los funcionarios intentan imponer, en realidad, es la concepción de que la política es nociva, es perjudicial. En este sentido, intentan equiparar la política a la visión que promueven del Estado. Según su concepción, ni la política ni el Estado deben interferir en la vida de los sujetos, ya que de eso se encargan ellos. No obstante, Platón sigue vigente: “El precio de desentenderse de la política, es ser gobernado por los peores hombres”.

Hernán Lacunza, Ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires, esgrimía hace algunos días: "Nuestra sensación era que nunca iba a alcanzar nada. Desde el principio teníamos esa percepción de que era una decisión política hacer un paro al inicio del ciclo lectivo y que era inútil cualquier esfuerzo". El salario mínimo docente es de $9670, y la línea de pobreza reconocida por el Gobierno se sitúa en $13.821, lo que supone un incremento del 40% solo para alcanzarla. No se trata de que “nunca va a alcanzar”, es que simplemente no alcanza. Y tampoco es una cuestión de finanzas que no cierran, ya que el Estado aumentó en $2 mil millones los fondos destinados a propaganda oficial.    

El remate de esto es la nota de Infobae que aparece en medio del conflicto. El título, siniestro, pregunta: “Si no te gusta tu salario ¿Por qué no te conseguís uno mejor?”