La revolución de mayo en la historia argentina

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La revolución de mayo en la historia argentina

27 Mayo 2025

El domingo pasado se cumplió un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, mito fundante de nuestra vida nacional. El punto de comienzo de nuestra querida patria. Esta visión es común a todos a la izquierda, a la derecha, a los de arriba y a los de abajo. El artículo intentar hacer una primera aproximación al concepto desde la tradición peronista en contraposición a la visión liberal. 

El concepto de revolución ha sido tomado discursivamente como mecanismo de transformación contrario a los intereses del gran capital o para anunciar una violenta avanzada sobre los intereses populares en beneficio de minorías pudientes. 

La revolución desde la visión peronista

Domingo Faustino Sarmiento escribió en el Facundo que en 1810 se tiró el primer tiro para definir nuestro destino. La pregunta seria si también se tiró el último. Lo que comenzó fue un cambio político en donde los criollos tomaron para sí el gobierno sin el intermedio de la España peninsular.

Según el marxismo argentino no nacional ya sea Leonardo Paso o Milcíades Peña no hubo revolución, ya que no hubo cambios económicos o mejor dicho hubo una ruralización de las bases del poder. Pero desde una parte del peronismo se comprende la revolución social sucedida al ver la participación plebeya por las guerras de la independencia y la formación de una nueva clase social el gauchaje armado aniquilado luego de Caseros por los viles unitarios. En ese marco el partido marxista cipayo en saga con ese pensamiento economicista rechazaba Mayo y los símbolos patrios al señalarlos como burgueses. Ni siquiera con el peronismo entenderán la nacionalidad como elemento central en la vida nacional.

El peronismo dialogará con Mayo, de diversas formas entre ellas entronizando a San Martn, y convirtiendo en causa nacional Malvinas, hecho olvidado de los escritos de los patriotas. Pero la que entenderá lo verdaderamente revolucionario entendiendo esto como algo re fundacional seria la compañera Evita sentenciando que el peronismo será revolucionario o no será. Ese legado posterior a su muerte lo tomará John William Cooke o Juan José Hernánídez Arregui.

Ya en los 70, la JP dará como texto de formación política en los secundarios el plan de operaciones Mariano Moreno. El texto era leído en diálogo con las visiones revolucionarias del montonerismo, entendiendo la violencia como mecanismo para avanzar la historia y doblegar a las clases dominantes.

Con la democracia liberal, el concepto de revolución quedó como algo extremo y viejo, como aquellas fotos viejas de amores perdidos, la política se volvió análisis de discurso y los extremos se volvieron posiciones políticas con menos relevancia política. Recién con la avalancha libertaria, que se convierte en la revolución contra el buen gusto, en el campo popular se volvió a hablar de la revolución justicialista.

¿Revolución o restauración oligárquica liberal?

La idea de revolución o mejor dicho de restauración de ir violentamente contra lo conseguido por el pueblo, se encuentra como germen en el discurso mitrista post pavón en 1862. En su discusión de asunción, el prócer liberal habla de revolución contra el malón y el interior gauchesco. Ese concepto quedará en el olvido una vez que la Argentina cambie la faca por la galera durante la generación del 80.

El concepto renacerá con fuerza durante el antiperonismo también, ya que las clases dominantes soñará con volver a vacas gordas y peones flacos, y esa será 1955 su título “la revolución libertadora”. La tradición continuará luego con la “Revolución argentina”, comandada por Juan Carlos Onganía, integrante del Opus Dei y comándate del ala dura del Ejercito. La democracia condicionada con el peronismo proscripto no permitió gobiernos duraderos y fueron las fuerzas armadas las que a la mínima apertura la clausuraron con violencia.

Tras el genocidio de la última dictadura militar (1976-1983), la palabra revolución desaparecerá del vocabulario del conservadurismo hasta nuestros días.

Sin embargo, las fuerzas políticas encabezadas por el presidente Javier Milei la retoman en su imaginario político: una revolución antipopular comandada por la clase dominante con un plebeyo con tintes mesiánicos en su dirección política.