¿La tinta no destituye, La Nación?
Por Nicolás Adet Larcher
“La tinta no destituye”, es el título de un editorial publicado en el diario La Nación; en una tendencia ingenua, trata de desligar a la prensa de un rol decisivo en cuanto a destitución o imposición de gobiernos.
El diario La Nación volvió a autocalificarse de independiente, y en el mismo editorial embistió contra la Presidenta por haber expresado en uno de sus discursos recientes: "Algunos intentan derrocar gobiernos populares con balas de tinta". La realidad confirma los dichos de Cristina en cuanto a que, muchos de los gobiernos derrocados en nuestra historia Argentina contaron con titulares catastróficos de la prensa en su contra que favorecieron, o propiciaron el clima para golpes de estado.
La Nación intenta erguirse como el paladín de la defensa de las instituciones, la moral, y la ética, Sin embargo su historia lo condena. Según un trabajo publicado por María Alejandra Vítale (Doctora en letras de la Cátedra de Lingüística Interdisciplinaria de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA), el matutino de la familia Mitre, apoyó todos los golpes de Estado existentes en nuestro país desde 1930 hasta 1976. El estudio nos brinda esta información, y se encarga de ordenar un poco la historia, pero basta con buscar en internet, o en cualquier archivo para encontrar tapas de épocas pasadas de La Nación apoyando dichos golpes, incluso promocionando la venta de niños aborígenes en momentos de la conquista del Desierto las cuales son exhibidas en la película “Awka Liwen” de Osvaldo Bayer.
Con esto no solo se comprueba que la tinta destituye, sino que además ayuda a sostener en el poder a aquellos que efectuaron la destitución. Como se dijo en un momento de la dictadura militar del 76, “un régimen dictatorial solo puede mantenerse con una prensa adicta”. La Nación no solo ahora pretende dictar clases de moral, sino que además hasta el día de hoy justifica su accionar. En la misma editorial enuncia “Ni las balas de plomo derrocaron a al general Juan Domingo Perón, ni existen balas de tinta, ni, en caso de existir, podrían destituir gobiernos. Perón no cayó por obra de las armas que alzó la Revolución Libertadora en 1955. Cayó, básicamente, porque su régimen se había agotado y abundaban los escándalos y las burdas muestras de autoritarismo.”
Queda expuesto de esta forma una negación total a la historia – como el bombardeo a plaza de mayo – y una impunidad que solo se justifica con el poder conseguido por el diario a través de los años, Papel prensa de por medio junto a Clarín. Según lo documentado por Vicente y Hugo Muleiro en su libro “Los Garcas”, paso previo al golpe de Estado contra Perón, el 1946 ya se había conformado el Ateneo de la Juventud Democrática Argentina (AJDA). Su primer titular con tan solo 20 años fue José Alfredo Martínez de Hoz, y allí se congregaban los que luego serían la base estable del golpismo cívico-militar. Otro de los grandes referentes de AJDA fue Pedro Blaquier, seguido por Carlos Muñiz, Enrique Pinedo, Luis Astigueta, Ricardo Paz, Jaime Perriaux, Ramón Columba, etc. “Casi todos pasarán diez años después por el gobierno de la autodenominada revolución libertadora con cargos expectables. Todos se reciclaran, alrededor de los 40 años, en golpes contra Frondizi e Illia, y en los golpes palaciegos que se dan los militares entre ellos”. La revista Demos funcionaba como el ariete de presión del AJDA – si, un medio con tinta destituyente – y desde aquellas páginas Blaquier no se avergonzaba de escribir aberraciones como “La democracia nos ha llevado a una dictadura. ¿Cómo salir de esta encrucijada?”.
Negar que la prensa fue y seguirá siendo destituyente con ejemplos de sobra, es un atrevimiento que pocos pueden tener el lujo de darse. La Revista Verbo editada en la última dictadura militar, era de una fuerte línea Católica y militar que en su primer número vino acompañada de un suplemento llamado “Doctrina de la restauración”, donde se elogiaba la guerra religiosa que se estaba librando y se decía que ignorarla era condenarse a perderla. No se puede olvidar tampoco el accionar de Mariano Grondona desde en las publicaciones “Confirmado” y “Todo”, desacreditando el Gobierno de Illia y propiciando el terreno para un nuevo golpe. El accionar de Clarín, La Razón, y demás medios no puede quedar como una ingenuidad o algo irrelevante en nuestra historia. Un medio tiene peso, y genera holgada confianza en el gobernante al que sostiene, La Nación podrá decir que desde el 2003 se opone a este gobierno, pero nunca podrá decir que está libre de culpa frente a su silencio ante las atrocidades de las dictaduras militares.
El caso de O Globo es similar al de Clarín y La Nación ya que apoyó al Golpe de Estado en Brasil y lo defendió durante el periodo de 21 años que se mantuvo en el poder. En estos días el diario más importante de Brasil pidió perdón por haber cometido el error de apoyar una dictadura, y dijo: "La calle nos dio certeza de que el reconocimiento del error era necesario. Los gobiernos y las instituciones deben reconocer de alguna forma, que es preciso responder al clamor (de los manifestantes). De nuestra parte, es lo que hacemos ahora reafirmando nuestro incondicional y constante apego a los valores democráticos", un hecho a destacar.
Hasta el día de hoy aquellos diarios que fomentaron, aplaudieron y participaron de dictaduras, siguen justificando sus actuaciones, y lo que es peor recurriendo a aquellos mismos métodos que ya conocemos para seguir desestabilizando. Todavía no aprendieron de sus errores.