Las farsas de Comodoro Py
Por Jorge Rivas (*)
En estos días, al ver cómo algunos integrantes de la Justicia Federal de la Capital, aquellos que son justamente llamados a administrar el Derecho con idoneidad y decencia, persiguen a opositores políticos, chantajean a empresarios y realizan todo tipo de tropelías, bajezas y sinvergüenzadas, vino a mi memoria una excelente novela del escritor cubano Leonardo Padura, El hombre que amaba a los perros, uno de cuyos personajes cuenta un chiste que circulaba en la vieja Unión Soviética de José Stalin.
Ese chiste empezaba con la pregunta sobre cuál era la mejor manera de cazar un león. La respuesta: muy fácil, agarras a un conejo y le empiezas a dar bofetadas y a decirle que vas a matar a toda su camada… hasta que confiese que en realidad es un león disfrazado de conejo. Se refería, por supuesto, a los procesos judiciales estalinistas, meras parodias que se montaban para perseguir y eliminar opositores al régimen autoritario.
Hay que salvar las distancias, obviamente, ya que los horrores estalinistas se produjeron en pleno totalitarismo soviético, y los de Comodoro Py, en cambio, suceden durante la presunta vigencia del Estado de Derecho democrático. Aquellas aberraciones tuvieron lugar hace más de ochenta años, a la sombra de la oscura sociedad que se edificaba del otro lado de la “cortina de hierro”. Éstas, son cometidas cotidianamente a pocas cuadras de nuestras casas, como si fueran parte de la prístina forma republicana de gobierno.
Pero aquellas y estas farsas procesales tienen en común el clima de odio, de cinismo y de impunidad que respiraban y respiran sus protagonistas. La repugnancia que nos generan esos episodios históricos es la misma que nos genera hoy la lectura de los diarios.
Ningún proceso revolucionario justificaba aquellas “purgas”. Del mismo modo, ninguna verdadera república debería aceptar las brutales prácticas judiciales que hoy se realizan en nuestro país.
El Poder Judicial en la Argentina ha funcionado con frecuencia como un apéndice del Poder Ejecutivo en el momento de garantizar la impunidad de los funcionarios políticos de turno. En la actual etapa neoliberal se mantiene esa coherencia histórica. Pero la novedad está, al menos desde el retorno de la democracia, en que además ahora el poder político se vale de funcionarios judiciales inescrupulosos para perseguir a opositores políticos y sociales.
Como frutilla del postre, la grosera injerencia de la embajada de Estados Unidos en todas estas causas judiciales hace que todo sea más obsceno y degradante.
Uno de los trágicos saldos que nos dejarán cuatro años de macrismo es haber profundizado la degradación institucional de un Poder Judicial que, convengamos, ya venía bastante degradado.
El próximo gobierno popular deberá poner mucha energía política para llevar adelante una profunda reforma judicial, capaz de librarnos de esta casta de funcionarios corruptos y pervertidos.
Debemos entender que solo con una administración del derecho por mujeres y hombres probos, íntegros y honestos, podremos construir una sociedad más justa. Una en la que, por lo pronto, los conejos no sean obligados a reconocer que son leones disfrazados.
(*) Socialismo para la Victoria. Diputado nacional durante las presidencias de Cristina Fernández. Vicejefe de Gabinete de la presidencia de Néstor Kirchner.