¿Las juventudes del Siglo XXI se forman políticamente?
La última entrevista a Cristina Fernández de Kirchner en Gelatina tuvo un momento que me pareció interesante para traer a este texto. Es cuando ella dice: “Nosotros no teníamos esto (sosteniendo una tablet). Leíamos libros. Sí, leíamos mucho. Estábamos muy formados y teníamos además los instrumentos para poder decodificar e interpretar lo que veíamos. Dudábamos de todo. Lo que aparecía en los diarios no lo creíamos, lo que veíamos en la televisión tampoco. Estábamos preparados para poner en duda el mundo. Y ahora, hay gente que cree en lo que sale por TikTok”.
Este fragmento me llevó a preguntarme algo que todavía no tengo muy claro pero quiero intentar desarrollar por aquí: ¿Cómo se forman políticamente las juventudes del Siglo XXI? ¿ven en los libros una manera de hacerlo? ¿carecen de análisis crítico respecto a lo que los rodea?
Existe un trabajo reciente de Ezequiel Saferstein, un sociólogo que se encargó de investigar exhaustivamente la construcción de narrativas de género y derechos humanos contrarias al discurso oficial de visibilización y memoria. Eso se trabajó durante años desde el corazón de las editoriales y Saferstein lo dejó plasmado en un libro llamado ¿Cómo se construye un best seller político? En esta misma línea escribió un texto sobre el ascenso de Agustín Laje, uno de los intelectuales de derecha más reconocidos, que comenzó difundiendo sus textos en editoriales marginales y pagadas de su bolsillo hasta que llegó al apogeo durante la pandemia. Dice Saferstein que Laje siempre valoró al libro como plataforma, herramienta y espacio de formación de ideas. Eso se pudo observar en las presentaciones colmadas que realizó durante la Feria Internacional del Libro. Dice Saferstein que Laje pondera al libro como “herramienta para la formación de sus lectores, a quienes les pide que lean y no se formen (solamente) a través de los contenidos digitales, para que puedan replicar y amplificar su mensaje y ‘cultivar un espíritu crítico’”.
Cuando Laje leyó el libro negacionista La otra parte de la verdad. La respuesta los que han ocultado y deformado la verdad histórica sobre la década del 70 y el terrorismo, de Nicolás Márquez,, entendió que su camino era por ahí. Laje empezó a militar hasta que conoció a Márquez y - como relata Juan Elman - fue este autor quien le dijo que la derecha ya no necesitaba militantes, necesitaba intelectuales. Eso pegó fuerte en Laje y terminó publicando su primer libro a los 22 años. Sus teorías y análisis sirvieron como punta de lanza para intervenir en el territorio literario, el cuál consideraba un lugar de la izquierda. Así lo hicieron también el propio Milei y otros satélites del libertarismo.
Laje apunta algo parecido a Cristina: la formación se hará desde los libros, pero la diferencia es que Laje no lo confronta con una pantalla, lo que pide Laje es el libro como complemento. La divulgación de las ideas. Laje recomienda a sus lectores que lean los libros de los adversarios, de los enemigos. ¿Nosotros qué pedimos? ¿Cuáles son los intelectuales de nuestro tiempo? ¿Las luchas de los feminismos no fueron procesos de formación política en el Siglo XXI para levantar como bandera? En una conversación entre Pedro Rosemblat y Roberto Navarro, fue Pedro quién dijo: “ya nadie canta vamos a volver”. Hay algo de la liturgia morenista que remueve emociones en varones jóvenes de menos de 23 años, pero todavía sin mucho volumen de liderazgo. Un regreso de la pasión perdida en el gobierno de Alberto Fernández, alcanza para el fogón de un núcleo duro pero no para gobernar. Un jóven seguidor de Guillermo Moreno que vivió el kirchnerismo desde el fin del último gobierno de Cristina y los coletazos de la década ganada durante el macrismo, me dijo que era la primera vez que sentía una congregación militante orgánica.
Una investigación reciente de El Gato y la Caja se involucra en el mundo del streaming y reconstruye el crecimiento del discurso libertario desde los canales de Youtube de Laje y Emmanuel Dannan. “Cuando se quiera minimizar el fenómeno de los nuevos medios, hay que recordar que ambas líneas editoriales planteaban agendas que en el momento podían considerarse de nicho - o hasta contraculturales -, y que hoy constituyen el discurso de la mismísima Presidencia de la Nación”, explica el informe. Muchos de esos adolescentes que miraban a Dannan y Laje lo hacían desde una netbook entregada por el Estado. Eso conformó una comunidad, una manera de sentir y de compartir el pensamiento alrededor de eso. Las ideas de la libertad prendieron durante el encierro en un contraste de mucho relieve con la cuarentena. En estos años el ecosistema progresista identificó el atraso y también pudo crecer en la circulación de ideas. Para 2024 la oferta de contenidos por streaming ha puesto en escena otras voces más politizadas y comprometidas.
El kirchnerismo la vio, pero pasaron cosas y nunca pudo capitalizar su propia política pública. El programa Conectar Igualdad fue creado en el año 2010 y durante cinco años entregó de manera ininterrumpida más de 5 millones de netbooks en escuelas de todo el país. Artistas como L-Gante, Trueno tuvieron la computadora a disposición para moldear sus carreras artísticas, también lo reconocieron otros referentes de la música urbana. En los años siguientes se multiplicaron los estudios de grabación en casas de barrio.
Con la asunción de Mauricio Macri esta política pública modificó su objetivo, ya no se trataba de “reducir la brecha digital”, lo que dispuso el gobierno de Cambiemos fue “alcanzar la alfabetización digital”. En un tramo de la gestión dejaron de entregar las netbooks y la pandemia llegó con una brecha digital que todavía estaba abierta (37% de los y las estudiantes no tenían ni computadora, ni tablet en sus casas; un 18% no tenía internet), con docentes precarizados que tuvieron que acelerar el proceso de virtualización a los tumbos y con estudiantes que no podían arribar a la alfabetización digital sin antes atravesar una etapa de lectocomprensión.
Los libros siguen siendo una isla de tiempo en un mundo caótico y veloz que compite por nuestra atención, aunque una encuesta reciente de la agencia Reuters revele que el 72% de las personas consultadas en 47 países se informa por medio de videos (Reels, TikToks) en redes. Esta encuesta se realizó de manera online, por lo que amerita ser precabido. ¿Y quienes leen entonces? Según la Encuesta Nacional de Consumos Culturales el 77% de las personas entre 13 y 17 años y el 58% de entre 18 y 29 años, lee. El género más elegido es la narrativa (los cuentos y las novelas) y después viene la Historia, con un 27% y un 18%, respectivamente.
¿Y las lecturas críticas sobre lo mediático aparecen en estas nuevas audiencias? Según la agencia Reuters la confianza de los argentinos y argentinas en las noticias se ubica en un 30% cuando hasta hace unos años era del 39%. Claro que también lo podemos enmarcar en una tendencia mundial, porque la liquidez digital también elimina las fronteras y ahí surge el cuestionamiento al concepto de Estado-Nación. Cristina dice: “Lo que aparecía en los diarios no lo creíamos, lo que veíamos en la televisión tampoco. Estábamos preparados para poner en duda el mundo”, pone el énfasis en la preparación, pero uno también puede desconfiar de los entornos a partir de otras variables.
Algunos estudios se han encargado de exponer la manera en la que la emocionalidad condiciona mucho más nuestras conductas que en otros momentos. Y esa emocionalidad es mucho más solitaria. Un estudio del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la UBA reveló que la tranquilidad apenas representa a un 5% de la población encuestada y otras emociones como la incertidumbre (43%), el hartazgo (41%) y la bronca, la desesperanza, el temor, la resignación o la impotencia están por encima en la tabla. A eso se le puede sumar la experiencia traumática de la pandemia que dejó un consumo de psicofármacos cuatro veces más alto, según la Confederación Farmacéutica Argentina las drogas más vendidas fueron: clonazepam y alprazolam. “Tengo amigos de 20 años, militantes de toda la vida que tienen su mayor desafío en dejar los antidepresivos (...) ¿Cuánto más vamos a decir que los pibes están rotos? ¿Cuánto más vamos a decir que no hay salida?” dijo Leyla Bechara en una entrevista con Gabriel Sued en Futurock, intentando ir en contra de la lógica derrotista de que los pibes no leen, los pibes no militan, a los pibes no les interesa el mundo, los pibes no se juegan la vida como otras generaciones, ¿Qué es jugarse la vida hoy? ¿Ganamos algo insistiendo con las varas generacionales?
Una nota reciente The Atlantic se hacía algunas preguntas a partir de datos sobre juventudes en Estados Unidos. Decía “la textura de la soledad ha cambiado” y revelaba que el número de jóvenes que dice tener un amigo cercano se ha desplomado, ¿por qué? porque pasan más tiempo trabajando, lo que representa la menor cantidad de tiempo libre en dos décadas. Son personas que tienen más de dos o tres trabajos, que viven en la velocidad de las cosas y no tienen tiempo para salir de la lógica de trabajo-casa, casa-trabajo. Al no existir en ese ecosistema personal el interés o el tiempo por espacios compartidos en bares, plazas o lugares de socialización que históricamente se han definido como claves para una sociedad, los norteamericanos pasan más tiempo en sus pantallas de televisores, teléfonos, “hay pruebas contundentes de que los jóvenes han sustituido el tiempo con los amigos por el tiempo con el teléfono”, dice la nota. No se puede construir ningún vínculo político duradero desde la desconexión y la soledad, ¿Estamos a tiempo de prestar atención?