Las políticas de seguridad deben trabajar sobre cuestiones objetivas y subjetivas, por Carlos Bozzi

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Las políticas de seguridad deben trabajar sobre cuestiones objetivas y subjetivas, por Carlos Bozzi

11 Noviembre 2021

Por Carlos A. Bozzi

Es sabido que los consejeros de seguridad y sus instituciones proliferan cuanto mayor aumenta el desconcierto ante el delito, causando severos impactos emocionales con sus opiniones y diagnósticos de soluciones mágicas, lo que acarrea más confusión e intranquilidad a una sociedad desconcertada. Algunos hablan por ignorancia, otros mienten a sabiendas proponiendo “tremendas soluciones penales”, los políticos hacen campaña con el tema y dentro de este panorama, las voces sensatas pasan inadvertidas. La policía se excusa alegando que la justicia es “flexible y garantista”, los políticos acusan a la policía y al incumplimiento de las leyes por los jueces y los jueces aducen que la solución del tema está exclusivamente en manos de los políticos, que obvia- mente miran para otro lado. Los unos alegan que la situación actual se debe a las “políticas garantistas” y los otros sostienen que por no haber seguido sus consejos, el problema, no solo no se soluciona, sino por el contrario, se agrava. Así , medios de difusión de noticias mediante, sigue la ronda, cada uno agarra su sortija, gira y gira en la calesita, el problema persiste, nadie saca el premio y la sociedad mira incrédula, como día a día despierta con una tragedia más.

Se exponen ejemplos, como el de aquellos países en donde “el que mata muere”, olvidando quizás que en esos lugares, también al que ofende se le corta la lengua y al que la roba, se le corta la mano,con lo cual ,muchos de estos “segurólogos” se verían en serios problemas a la hora de querer marcar algún número de teléfono o tratar de llevarse un bocadillo a la boca, tenedor mediante. Ante cada hecho luctuoso, se proponen planes de “guerra”, compra de patrulleros, reclutamiento de efectivos, cámaras de videos, incremento de penas y reformas procesales que siempre terminan en un leve maquillaje de leyes ya existentes y rigurosamente incumplidas. Todo resumido en la frase: “Al delincuente, hay que meterle bala”.

El sensacionalismo se nutre en forma descarada del sentimiento de cada familia afectada por la delincuencia,construyendo un sistema mediático-penal que reduce el tema de la inseguridad a los delitos contra la vida, cometidos por un oscuro y oculto ejército de jóvenes que no superan los 18 años de edad ,contra los cuales no hay policía, juez o político que pueda. Así, la inseguridad queda reducida a ese grupo “etario”, que abunda en villas miserias y que por algún designio bíblico, hoy irrumpen en el espectro social, ignorándose la razón de esta explosión delictiva.

Obviamente, fuera de este concepto de “seguridad” quedan los delicuentes de cuello blanco”, los crímenes en la alta y media clase social ,aquellos que afectan a emprendedores de negocios turbios, a los que se denomina como “jóvenes empresarios”, que algún “error” habrían cometido, los negocios del mercado de medicamentos, la proliferación de desarmaderos adonde diversos sectores sociales recurren por repuestos baratos, la conocida venta de drogas en boliches “vip”, el comercio de personas y el lavado de dinero, entre otras actividades. De estos delitos, no suele haber estadísticas, pero igual producen la muerte de personas, obviamente, no anunciadas en la televisión.

“El miedo es la materia prima de las prósperas industrias de la seguridad privada y del control social. Una demanda firme sostiene el negocio. La demanda crece tanto o más que los delitos que la generan, y los expertos aseguran que así seguirá siendo. Florece el mercado de las policías privadas y las cárceles privadas, mientras todos, quien más, quien menos, nos vamos volviendo vigilantes del prójimo y prisioneros del miedo”, decía Eduardo Galeano en un artículo escrito para la página web “Rodelu.net”, La Jornada de México, el 4 de junio de 2006.

Y concluía: "Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo. Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida. Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados. La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje miedo de decir. Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas, las armas tienen miedo a la falta de guerras. Es el tiempo del miedo. Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo. Miedo a los ladrones, miedo a la policía. Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar. Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir”…

Seguridad, un problema político

No es ocioso, remarcar que la Seguridad Ciudadana como bien social es un concepto que va más allá de la inmediata protección contra el delito. Constituye la base necesaria para el ejercicio de la libertad, se vincula directamente a la existencia de un estado democrático y a la participación de los derechos básicos del bienestar social, actuando como elemento único para garantizar el desarrollo de una mejor calidad de vida. Pero a su vez, el ciudadano mide la seguridad como una “percepción “ y a diferencia de otras políticas públicas, la seguridad debe dar respuesta a dos niveles distintos: el subjetivo y el objetivo, la sensación y la amenaza real.

Esta relación entre sensación subjetiva y causas objetivas requiere de una dosis de serenidad y equilibrio fundamentalmente de los decisores públicos, que generalmente nunca se tiene. La percepción de inseguridad se retroalimenta y adquiere peligrosas formas de irracionalidad, con notorias oscilaciones y variantes en plazos muy breves, ante hechos aberrantes de impacto público. Pero hoy ,todo límite teórico se ha superado: la sensación es la realidad y los hechos cotidianos asi lo demuestran, todo ello fogoneado por un bombardeo mediático que concluye en: “algo hay que hacer”.

Y he aquí el meollo de la cuestión: la definición de la “seguridad” es en definitiva la batalla que determinará la política a seguir, con lo cual esta fuera de toda duda, que el problema de la seguridad, es esencialmente un tema político, nunca abordado de esta manera en nuestro país, por múltiples y diferentes razones.

No se puede tapar el sol con las manos. La inseguridad ha crecido y no existe dato cierto alguno que indique un futuro descenso de la misma: todo lo contrario, fundadas sospechas aseguran que irá en aumento. Ya es un tema que no se soluciona con excusas o discursos llenos de pretextos y en esta tarea para construir seguridad ningún tópico puede dejarse de abordar, pero siempre partiendo del compromiso ciudadano comprensivo de la seguridad es una tarea de todos, basada en un sistema de derechos y garantías imposible de traspasarse, bajo el peligro de repetir historias pasadas, pues cuando se proclama que para combatir el delito se debe disminuir las garantías del delincuente, debe tenerse en cuenta que no es que habrá menos garantías para estos e iguales garantías para el resto de la población: todos correrán similares riesgos, unos a manos del Estado y otros a manos de la delincuencia. Salvo, que los delincuentes, vengan vestidos de rojo, azul o verde y así los podamos distinguir fácilmente.

A ello se suma, que desde 1990 en adelante, ha crecido la tendencia a encerrar más y más personas, al tiempo que se recortan los presupuestos para mantener las cárceles. Con menos dinero, se tienen más presos y así las cárceles se convierten en otra usina productora de delincuentes. Obviamente construir e inaugurar mejores establecimientos penales, no está en la agenda de los políticos, pues son actos que no “cosechan” votos. Frente a ello, como hongos surgen los expertos en políticas de seguridad juvenil, de contención de la niñez, de educación del "delincuente", ideando “modernos centros de contención” construcciones, que- por lo proyectado- parecieran que en su interior funcionarán universidades, similares a las del primer mundo ..

Pero es claro, que a medida que el fenómeno crece y que las soluciones no aparecen,la sociedad descree de toda estadística y de toda teoría. Para ella, no existe “sensación de inseguridad”, lo que realmente percibe a diario es “la falta de seguridad” y también, por el contrario y gracias a la exposición pública de las más crudas doctrinas de la mano dura, va tomando conciencia que el camino de la solución, pasa por políticas que el Estado no acierta a aplicar.

La realidad indica que deben dejarse de lado antiguos conceptos que contraponían el llamado “orden público” (originado en la época de las dictaduras pasadas) con los nuevos paradigmas de la “seguridad comunitaria”, que maliciosamente muchos comunicadores equiparan a una defensa de “los derechos humanos” de los “delincuentes”. Tanto es un derecho a no ser detenido y golpeado por la policía, como a caminar libremente por las calles, a no vivir entre “rejas”, con desconfianza y miedo y en este contexto también la víctima tiene derecho a ser reparada integramente. Los derechos de lo habitantes, de todos, deben ser defendidos sin rótulo alguno y no es necesario introducir mayor confusión aún, en un tema donde no solo nos va la vida cotidiana, sino también la estabilidad racional que debe primar en la relación de toda sociedad.

Construir Seguridad también implica invertir en educación, salud y trabajo, que obviamente redituará mucho más que la inversión en armas o en instrumentos de represión. Construir Seguridad, también implica que la Justicia ,por una vez en la historia de este país, tome las cosas con valentía y explique a la sociedad el porqué de cada una de sus decisiones, en vez de que las mismas se transmitan por los medios de difusión de noticias, con la intencionalidad que ello conlleva. Mientras subsista esta idea de querer ignorar que el tema de la Seguridad es un problema esencialmente político y los poderes públicos hagan caso omiso a esto, todos los argentinos seguiremos rehenes de este tira y afloje, con consecuencias nada alentadoras, porque en esta lucha, no conviene olvidar que cuando en nombre de la Seguridad se prive a las personas de Libertad, no habrá ni Seguridad, ni Libertad.