Los jubilados en la Argentina de Milei y el regreso a la "guerra del cerdo"
En 1969, Adolfo Bioy Casares publicó “Diario de la guerra del cerdo”, una obra que, aunque ficcional, revelaba con crudeza las tensiones sociales y políticas de su tiempo. Hoy, la Argentina parece que vive esa guerra absurda descripta por Bioy, pero con actores y escenarios actualizados: el Estado reprime a sus jubilados, los sectores más vulnerables, con la misma violencia irracional que en la novela. Lo que era ficción ahora se despliega en las calles frente al Congreso, donde gases lacrimógenos y palos reemplazan las promesas de bienestar y dignidad.
En la novela el término "cerdo" no se refiere a un personaje específico, sino que es una metáfora que se utiliza para deshumanizar a los viejos que son vistos como una carga para la sociedad y, por lo tanto, son atacados por los jóvenes. Este término refleja el desprecio y la violencia con la que los jóvenes tratan a sus mayores en la trama. Ese mismo desprecio y deshumanización que sufren en la ficción se manifiesta hoy en la Argentina de Milei, que son tratados como un gasto fiscal y a quienes el Estado responde con represión en lugar de soluciones.
Recientemente, el Senado aprobó una nueva fórmula de movilidad jubilatoria, que incluía ajustes mensuales en base a la inflación y un aumento extraordinario del 8,1%. Sin embargo, el presidente Javier Milei vetó la ley alegando que generaría un gasto fiscal insostenible. Esta decisión desató protestas que fueron respondidas con una brutal represión policial. En las últimas semanas, las fuerzas de seguridad –incluyendo Policía, Gendarmería y Prefectura– han utilizado palos y gases para dispersar a los jubilados que reclamaban por sus derechos. Lo que debería haber sido un diálogo social se transformó en un espectáculo de violencia estatal contra personas que solo exigen lo que les corresponde tras una vida de trabajo.
En la Argentina más de 5 millones de jubilados y pensionados son el sector más golpeado por la inflación del primer semestre de 2024, según Eugenio Semino, defensor de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos Aires, quien expresó: “todos están bajo la línea de pobreza y no llegan a cubrir un tercio de la canasta de sus necesidades básicas”. En lo que va del año, su poder adquisitivo ha caído un 30% debido al congelamiento de bonos, al alto precio de los medicamentos, los alimentos y el transporte público entre otros muchos rubros. De estos datos se desprende que el 73% de los jubilados vive en la pobreza, una realidad que resulta tan escalofriante como revelador del abandono estatal.
Según un estudio realizado por el equipo económico del Frente Renovador las jubilaciones perdieron desde diciembre de 2023 un 20% de su valor, lo que condena a miles de personas mayores a seguir trabajando en la informalidad para poder subsistir.
En la novela de Bioy Casares, los jóvenes se alzan contra los ancianos en una guerra absurda e irracional. Ese conflicto, que en su momento simbolizaba la fractura social, encuentra hoy un eco profundo en la Argentina contemporánea donde las tensiones generacionales y sociales siguen vigentes. La represión contra los jubilados no es solo una cuestión de violencia física, sino un reflejo de un Estado que decidió mirar hacia otro lado frente a las necesidades de los sectores más vulnerables. Las medidas económicas que impactan negativamente a los jubilados no son simples errores de cálculo; son decisiones que responden a una lógica neoliberal que prioriza el equilibrio fiscal sobre el bienestar social, condenando a miles de personas a una vejez indigna.
La historia de lucha de los jubilados argentinos tiene un referente imborrable: Norma Plá. Esta emblemática dirigente surgió en los años 90, cuando los jubilados se enfrentaban a un gobierno que, al igual que hoy, priorizaba el ajuste por encima del bienestar de los más vulnerables. Con su bastón y su firmeza, Plá encabezó marchas y protestas frente a la Casa Rosada, reclamando por un aumento digno de las jubilaciones. Su lucha sigue siendo un faro, una demostración de que los jubilados no solo son víctimas, sino también actores políticos dispuestos a pelear por sus derechos. Hoy, su legado se siente en cada manifestación donde los mayores alzan su voz frente a un Estado que, en lugar de escucharlos, responde con represión.
Bioy Casares capturó en su obra una desconfianza generalizada en las instituciones y en su capacidad de proteger a los ciudadanos. Esa misma desconfianza es palpable hoy, en un país donde las políticas del presidente anarco-capitalista no han hecho más que profundizar la división social. Mientras los sectores más ricos son beneficiados, los ciudadanos de a pie se encuentran atrapados en la pobreza y desesperación sin salida visible. El veto de Milei a la ley de movilidad jubilatoria fue la gota que rebalsó el vaso, dejando claro que para el gobierno, el bienestar de los mayores es una variable prescindible en sus ecuaciones económicas.
Las formas de violencia han cambiado, el miedo y la desconfianza entre sectores sociales persisten. En este contexto, los trolls oficialistas son los nuevos verdugos, acechando desde las sombras de las redes sociales para desacreditar a cualquiera que se atreva a cuestionar las decisiones gubernamentales. Esta forma moderna de agresión busca silenciar el disenso, generando un ambiente de miedo y perpetuando la fractura social. El paralelismo con la novela de Bioy Casares es claro: tanto en la ficción como en la realidad, la violencia y el desprecio hacia los mayores no son accidentes, sino manifestaciones de una crisis más profunda de valores y prioridades que la oposición no logra representar.
El paralelismo entre la novela de Bioy Casares y la situación actual en Argentina se ve enriquecido al considerar la expresión “No arrojemos un viejo por la ventana todos los días”, que Juan Domingo Perón pronunciara el 1 de mayo de 1974, durante un discurso en la Plaza de Mayo. Ahora esas palabras cobran una nueva dimensión donde la negligencia de la política económica del gobierno perpetúa un ciclo de injusticia y abandono al no valorar la sabiduría y la experiencia de los mayores. La frase de Perón subraya la importancia de reconocerlos y valorarlos como una medida de la salud moral de la nación.
Por otro lado, los movimientos sociales que en otros tiempos fueron fuerzas de cambio, hoy se ven neutralizados por la brutalidad del Estado o por la apatía individualista que opera culturalmente en la sociedad. A simple vista, la situación que atraviesan los jubilados es la falta de empatía y solidaridad que emana desde todas las esferas del poder.
“Diario de la guerra del cerdo” sigue siendo relevante porque interpela temas actuales como la violencia, la indiferencia, la lucha por los derechos y la supervivencia en tiempos difíciles. Hoy esta obra se convierte en un espejo incómodo que obliga a los argentinos a cuestionarse si seguirán siendo testigos pasivos de su propia decadencia, o aprenderán a tender puentes en lugar de cavar trincheras.