Macri, el porno y el placer de los abuelos
Por Santiago Gómez
Tras escuchar las declaraciones del presidente, en la que informó que le cortaron el libre acceso a internet a personas adultas, recordé a un profesor de la facultad de psicología, titular de la cátedra de criminología, que nos enseñaba que no había muchas diferencias entre un geriátrico y una prisión y nos hacía pensar por qué si lo que la condena establecía era la pérdida de la libertad de circulación, además las personas condenadas perdían el derecho a la intimidad, a la sexualidad, entre tantos otros.
El hecho de que personas adultas dependan de la atención y cuidado de otras, a causa del deterioro de las funciones físicas, cognitivas o la imposibilidad de garantizar su subsistencia, trae como consecuencia que personas adultas sean tratadas como si fueran criaturas. ¿Cómo se explica sino que le hayan cortado el acceso a pornografía a través de internet a hombres y mujeres que viven en el Hogar San Martín, dependiente del gobierno de la Ciudad no Autónoma de Buenos Aires?
Según el gobierno porteño, el Hogar es un “centro de atención integral para adultos mayores en situación de desamparo o carentes de apoyo familiar ubicado en el barrio de La Paternal”. La Ministra Stanley destacó que “este tipo de hogares está dirigido a que los abuelos puedan cumplir satisfactoriamente con sus actividades”. ¿Será cierto?
Dijo el presidente:
“Estuvimos en los centros de jubilados y me encontré abuelos de más de ochenta años aprendiendo Tai Chi, aprendiendo informática, (abuelos) que nunca habían abierto una computadora, después tuvimos algunos problemas porque tuvimos que cancelar algunas cuentas porno porque batían record de pornografía ¡En los abuelos! Estaban tremendos. Es verdad, es verdad, esto es ¡científico! Pasó en el Hogar San Martín, estaban como locos”.
Ese mismo profesor al que hice referencia nos proponía que hiciéramos análisis discursivo, es decir, que pudiéramos identificar en las expresiones verbales el orden social. Tomando ese extracto de las declaraciones del presidente ¿qué observamos? Una persona a la que le afecta que los demás disfruten y que si tiene la posibilidad de terminar con aquello que le molesta, aunque eso signifique ir en contra de la ley, lo hace. Recordemos que no viven menores en los geriátricos. ¿Qué diferencia hay entre esta actitud y la del hijo de la terrateniente que no puede soportar que la peonada se divierta sin decir que lo hacen a costa suyo?
El énfasis con el que dijo que era verdad, que “estaban como locos”, me lleva a preguntar cómo lo sabrían. ¿Filman a las personas internadas en el Hogar San Martín? No me sorprendería, una institución con internación psiquiátrica para las clases acomodadas, sobre la calle Guardia Vieja, paga acompañantes terapéuticos para que monitoreen las habitaciones de los internos por televisor. Claro que usted también debe preguntarse qué tiene de terapéutico eso. ¿La justificación con que lo hacen? Una persona se suicidó en la habitación. Prefieren proteger la propiedad de juicios, que respetar el derecho a la intimidad.
Argentina, la provincia y la ciudad de Buenos Aires, están gobernadas por personas de clase alta, en el que no abundan los Fernández en el gabinete presidencial, sino los nombres de calles de Recoleta, que consideran que tienen derecho a imponernos su moral y sus costumbres por la fuerza, gobernando como si fueran los hijos del dueño de la empresa o el hijo de la dueña de la estancia, y si eso significa reducir derechos, lo hacen, porque tienen la fuerza para imponerlo y para imponerse en caso de resistencia. Prueba de esto, fíjense de qué lado del alambrado está parado el secretario del sindicato de trabajadores rurales.
Imaginen las consecuencias sobre quienes se resistan a la fuerza del geriátrico, de la cárcel, el manicomio, el instituto de menores. ¿Quién va a pedir que se respete el derecho de los hombres y mujeres que viven en el Hogar San Martín a ver pornografía, si conforme el gobierno de la ciudad son personas “en situación de desamparo o carentes de apoyo familiar”? A los que están afuera se la hacen pasar peor cortándoles los remedios y a los que están adentro, en un lugar tan frío y triste, ni les permiten un poco de calor y que disfruten dentro de un geriátrico lo que les quede de vida como les parezca.