Nuestro 25 de Mayo
Por Santiago Gómez
La conocí en un acto del partido en el que militábamos en el 2009. Ya éramos kirchneristas, pero el partido todavía no estaba en el FPV. A la salida del local, fuimos varios compañeros a una fiesta por Palermo, que organizó la agrupación de económicas en la que ella militaba. La saqué a bailar y me rechazó. ¡Lo que tuve que remar! En ese tiempo, yo trabajaba en Morón, y por trabajo necesitaba presupuestos para la reforma de una casa. Feliz me puse al recibir un mail suyo en cadena, recordé que trabajaba para una cámara empresaria y le escribí poniendo de excusa que necesitaba proveedores para pedirles presupuestos. Descubrí que tenía todo el mapa de la construcción en la cabeza, que conocía toda la cadena de valor y me fascinó. Eso fue lo que me encantó, su inteligencia. Minas lindas hay un montón, pero las más lindas son las que te pueden callar la boca y ella me la había cerrado en una reunión con cinco datos, para darle fin a la troskeada que dije.
Después del baile siguieron meses en los que siempre me ponía una excusa para no aceptarme una cerveza, hasta que desistí. En la marcha del 24 de marzo la vi en la columna, detrás de la bandera verde de su grupo. Ya me había arrodillado demasiado, así que por dignidad la saludé de lejos levantando la mano. "Me debés una cerveza", me gritó. Quize festejar como el Piojo López, pero opté por seguir haciéndome el desinteresado. En ese momento no la podía invitar a salir, así que en cuanto pude la llamé para ir al teatro al sábado siguiente. Fue el 22 de mayo. Lo recuerdo porque la fiesta del Bicentenario comenzó un viernes, y el día lo sé porque cuando tuvimos que poner fecha de aniversario, nos pusimos a contar qué día había empezado todo.
La obra comenzaba a las nueve de la noche y desde las seis que daba vueltas en mi casa como un bicho enjaulado. Recibí el mensaje de un amigo, preguntándome si estaba en la 9 de julio. Él estaba con su esposa celebrando. No hizo falta que me insistiera mucho, en casa no me aguantaba más y me tomé el subte, sabiéndo que el teatro era en Corrientes y Cerrito. Cuando bajé en Pellegrini empecé a escuchar la música. No imaginé lo que iba a ver. Un escenario tan grande, tan iluminado. Cuando llegué a la 9 de julio, me llevó media hora encontrarlos. Había mucha gente y con el tiempo íbamos a ser cada día más. “No te podés perder esto, decile que van al teatro otro día”, me dijo la mujer de mi amigo. Mis ganas de quedarme eran muchísimas, pero si ella me decía que prefería el teatro, me lo bancaba. Intercambiamos unos mensajes, también prefirió la multitud. Ella había estado la noche anterior. Me preguntó con cuántos estaba. Llegó con cuatro latas de cerveza. Me enamoré.
Escuchamos música latinoamericana, a Gilberto Gil, Pablo Milanés, una murga uruguaya que celebró lo increíble de la fiesta, y al recordarlo se me eriza la piel, como esa noche, y vuelvo a sentir el apretón de su mano. Estaba tan emocionada como yo. Esa noche ya quise casarme. A los festejos del domingo no fuimos por la lluvia y el lunes recién aflojó el primer beso. Fue en un bar en la esquina de Sarmiento y Rodríguez Peña. Lo celebré con tanta cerveza, que mientras la llevaba a su casa, me quedé dormido en un semáforo. Qué felicidad. Recién después de las proyecciones sobre el Cabildo me invitó a dormir a su casa. Esa noche nos vimos llorar por primera vez. Mirá, mirá, nos decíamos entre lágrimas y sonrisa, mirá, el logo de YPF, la cara de Mujica, aplaudimos todos al ver la de cara de Walsh, algunos con la de Jauretche.
Desde nuestra primera noche, hasta el día de hoy, siempre dormimos juntos. Al año le propuse casamiento. Fue durante otra fiesta, el cumpleaños de un amigo. Elegimos el 25 de mayo del 2012, pero como los registros civiles no abren, fue el 24. Elegimos para celebrar una quinta en Berazategui, no queríamos salón ni los invitados separados en mesas. El dato nos lo había pasado una amiga, que ya había estado en una fiesta ahí. La primera vez que fuimos, nos recibió Ariel. Tenía sobre la mesa el libro “El flaco”, de Feinmann. Cuando nos vio relojearlo, lo dio vuelta y lo apoyó en un mueble que tenía detrás. Laura le preguntó qué tal el libro, nos respondió ¡Ah, son compañeros! Nos explicó que le llegaban mucho gorila, que estaba cansado de escucharlos. A los cinco minutos sacó del cajón del escritorio unas biromes y unos llaveros que decían “CLARIN MIENTE” y nos lo regaló. Se los había dado el cuñado de la madre, que trabajaba con Moreno.
Siempre me parecieron lindos los casamientos en los que el juez o la jueza es una persona amena, divertida y hace chistes, hasta que el que estuvo sentado ahí fui yo. Desde que me senté tenía un nudo en la garganta y vieron cómo son esos nudos. Anudan los pulmones y los ojos, si tragás llorás y si no tragás te cagás ahogando. A medida que la jueza hablaba, la tensión en los ojos aumentaba, y ya no podía contener las lágrimas. Cuando la miré, Laura estaba igual, así que preferí no volver a mirarla. Me incomoda llorar. La jueza un encanto de mujer, derrochaba simpatía y yo quería que pasara todo pronto, sólo quería firmar.
Me preguntó cómo nos conocimos, por mi nombre me llamó y le conté la historia. “Qué lindo que los emocionen las causas populares”, dijo. Nosotros le decimos peronismo, respondí. Ella río junto con toda la sala y acotó “yo también lo llamó así, pero acá no puedo, quizá hay algún ingeniero que me está escuchando”, estallamos todos de la risa y así pude llevar la ceremonia un poco más relajado. Después les pidió a los testigos unas palabras, los testigos eran seis, y cuando le tocó a nuestro amigo que nos hizo quedar en la Plaza hablar, dijo “yo les deseo que no sean tan dogmáticos”. Cuando fuimos a firmar, saqué del saco la birome que nos habían regalado. La jueza también quiso firmar con esa, así que se la dejamos de regalo.
Durante la fiesta, vino un amigo muy gorila a decirme que habíamos elegido la quinta por kirchneristas. La conocías, le respondí. “No, pero desde que a la Mitre le cambiaron el nombre, hay que agarrar por la Néstor Kirchner para llegar hasta acá ¿No viste el cartel?”. No lo había visto, pero ahí está. Entrando por la 14 a Berazategui, cuando llegás a la municipalidad, para la izquierda ahora se llama Kirchner, para la derecha Bartalome Mitre. A la hora del brindis y de cortar la torta, a algunos se les pararon los pelos y otros comenzaron a hacer la V, cagándose de risa. Pusimos una versión bossa nova de la marcha peronista.
Ya son cuatro años de este amor, de este amor tan intenso. Y si no hubiera sido por la política, no la hubiera conocido. Si no hubiese sido por el Bicentenario, jamás hubiese encontrado la mujer con la que me emocionan las mismas cosas. Si no fuese por qué existió un hecho inesperado en la historia, en nuestra historia, que se llama kirchnerismo, no hubiese existido nuestro hecho inesperado, nuestro enamoramiento. Todo amor es un hecho inesperado y el nuestro está lleno de memoria. Por eso preguntó dos veces el viejo de la joyería detrás de sus gruesos anteojos, si en serio queríamos que escribiese nos casamos con K. En el anillo no pusimos 25, pusimos 24-05-2012, porque todo empezó antes.