Nuevas canciones y nuevos cantantes para una época diferente
El triunfo contundente de Javier Milei en las elecciones presidenciales representa un cambio de consecuencias difíciles de imaginar hasta el momento. La victoria fue una carrera de postas donde el opositor que pasaba de fase era aquel que representaba el cambio más rotundo con lo existente. No es tan claro hasta dónde llega la cadena de significantes que articularon el mileiazo, pero sí implica un hartazgo del peronismo en sus diferentes expresiones. "Ya no nos creen" señaló un dirigente durante la campaña. "Lo primero que tenemos que hacer es pedir perdón" dijo el candidato oficialista. Ni siquiera el miedo al peluca frenó el deseo de cambiar todo de cuajo.
El escenario para su presidencia es bien distinto al de Macri en 2015. Por aquel entonces, la frase que quedó en el recuerdo fue "no vas a perder nada de lo que tenés". El cambio era una promesa de mejora, de atraer nuevas inversiones, "volver al mundo" y salir del estancamiento de la última gestión de CFK. Hoy el cambio es romper con todo lo anterior. Si bien en la campaña de cara al balotaje se limpió de propuestas delirantes, el hartazgo, y el 55% de los votos son un crédito para reformas impactantes. Ganó prometiendo motosierra, no pobreza cero. La crisis del 2001 fue mucho más grave, casi un 20% de desocupación y sin un sostén estatal, pero esta crisis es mucho más larga. Diez años de estancamiento y ocho de caída de ingresos.
El accionar del gobierno entrante puede ordenarse en torno a dos incertidumbres, uno respecto a la capacidad y otro respecto a la voluntad y el poder. El primero está asociado a si podrán manejar y salir de la crisis económica en la que se encuentra el país. El dogmatismo ultraliberal permite suponer que vamos camino a un mar todavía más turbulento, que el gobierno de Milei espera transitar una hiperinflación y promete salir de ella. El tiempo evaluará su handicap y definirá en qué lugar lo ubica en la historia.
En cuanto a la voluntad y el poder la pregunta instalada es ¿hasta dónde puede llegar esta voluntad de romper con todo? Prometió un cambio copernicano del ordenamiento social argentino con el centro en la destrucción del estado, la moneda y los derechos sociales. Ya confirmó que avanzará en las privatizaciones de los medios públicos y de YPF, ¿avanzará sobre derechos laborales, sociales, la política de derechos humanos, el aborto y la educación y salud públicas? Todo parece suponer que sí, dependerá de la resistencia que se le presente.
La idea de resistencia tiene mucha historia en la tradición popular argentina, y sobre todo en la tradición peronista. La Resistencia Peronista, en mayúsculas, representa la etapa posterior al golpe de 1955 que derrocó a Perón, hasta la vuelta del general en 1973. 18 de persecución, represión y proscripción política fueron enfrentados por el pueblo peronista, encabezado por el sindicalismo y luego por las juventudes y organizaciones armadas. Sólo así se logró la vuelta de Perón.
Desde la vuelta de la democracia hubieron diferentes momentos de resistencia. En cada uno de esos hay una primera instancia de resistencia caótica. Avanzan sobre nuestros derechos y hacemos lo posible para frenar ese avance: huelgas, movilizaciones, piquetes. La correlación de fuerzas y la capacidad de los actores en el debate público definen la contienda. Así los trabajadores estatales y de las empresas privatizadas perdieron durante el primer avance menemista, pero el movimiento piquetero junto al sindicalismo combativo pudieron vencer durante el final del periodo de la convertibilidad.
Salvo en periodos de proscripción política, como fue la Resistencia Peronista, en general las resistencias son sectoriales, arrancan en lo particular. Además del poder de la fuerza real, la contienda se define por la capacidad del actor afectado de sumar voluntades, de convertir un problema particular en un problema general. El caso de la Carpa Blanca que estudió el politólogo Gabriel Nardacchione es un buen ejemplo: la instalación de la carpa frente al Congreso luego de la reforma educativa de Menem, el ayuno docente, con el tiempo fue sumando el acompañamiento de diversos actores del espacio social, entre las que se destacan los organismos de derechos humanos, otros sectores sindicales, sectores políticos opositores y hasta artistas. Esa masa crítica convirtió un problema docente en un problema de toda la sociedad y fue plataforma de la campaña electoral de la Alianza en 1999. Lo mismo puede decirse del proceso de lucha feminista, que alcanzó un reconocimiento mayoritario a partir de la demanda del #NiUnaMenos, y luego de condujo hacia la lucha por la legalización del aborto; o la lucha de los movimentos sociales y organizaciones de la economía popular que, a partir del primer fogonazo inflacionario del macrismo producto de la salida del cepo y los tarifazos, logró sancionar una ley de emergencia social en los comienzos del gobierno de Cambiemos con la ayuda de todo el sindicalismo, sectores de la iglesia y algunos partidos políticos.
Estas experiencias y no una idea de "resistiendo con aguante" son las que muestran el camino de defensa de lo conquistado. El momento de la resistencia no se ordena a partir de clivajes políticos, no son los partidos políticos los que resisten, ni siquiera las identidades políticas. Hoy hay un nuevo presidente con el 55% de los votos. Tiene legitimidad para gobernar y el peronismo como espacio político es lo que la sociedad quiso sacar. No son los dirigentes políticos los que van a encabezar la resistencia. No será ni Massa, ni Cristina, ni hasta Kicillof los logren sensibilizar a la sociedad. Serán nuevos “perros” Santillán, nuevas Norma Plá -quien hizo llorar al mismísimo Cavallo en su periodo de gracia-, nuevas Madres de Plaza de Mayo.
Todo indica que se vienen tiempos difíciles. En estos días el ex presidente Mauricio Macri empezó a construir la narrativa de lo que van a querer presentar. Los que protestan son "orcos", son los peronistas derrotados que no quieren renunciar a sus privilegios, y, además de una represión policial que se avecina cruenta, van a movilizar al oficialismo, a los jóvenes libertarios, contra la protesta, incitando a una lucha callejera. El camino que enseñan las experiencias de resistencia habrá que actualizarlo con lucidez, elegir sobre qué temas dar el debate, cómo darlo, construir una narrativa que justifique la resistencia. Demostrar que ese problema abarca a sectores mayoritarios, ganar el debate, hacer visible el rumbo equivocado. No serán las proclamas apocalípticas las que convenzan, deberá empezar a verse la caída para alcanzar apoyos.
De esas pequeñas luchas sectoriales, sociales, que logren generalizarse, que logren la empatía social, se irá construyendo un nuevo camino. El 55% de Milei no es un cheque en blanco. En los trabajos cualitativos que se realizaron previos a la elección se vio que muy pocos tenían en claro las propuestas del libertario, o muchos creyeron que no las iba a realizar. Su voto es contra el fracaso del peronismo, es contra la incapacidad de resolver los problemas económicos. Si su gestión no resuelve problemas, si se hace visible el daño social que genera, su capital político se esfumará.
La salida hoy no la tiene el peronismo. Hoy la salida empieza a construirse en la articulación social, una nueva reunión de actores sociales, las "nuevas canciones" que integren las demandas emergentes y que puedan reunir a identidades políticas diversas. El gobierno se direccionará hacia la ultra derecha, del lado opositor están sectores del peronismo, del radicalismo, de la coalición cívica, del larretismo, del cordobesismo y otros “ismos” provinciales. No sabemos cómo se constituirá, pero seguramente necesitará de un corrimiento de los dirigentes que protagonizaron este fracaso. Nuevas canciones y nuevos cantantes.