Nunca Más: por un "Nuevo Pacto Democrático"
Quedamos pasmados, estupefactos, sin palabras para describir la conmoción y el pavor que sentimos. Y con un deseo enorme de abrazarla, de contenerla, de devolverle el aire y las ganas de reír.
Es una situación límite. La mano de Dios o del azar quiso que una tragedia irreversible no aconteciera. Esa desgracia que no fue puede convertirse en una oportunidad para impulsar cambios fundamentales en las reglas de juego de nuestra sociedad. Es la hora de levantar un nuevo NUNCA MÁS:
¡Nunca más a los fusilamientos mediáticos y judiciales!
¡Nunca más a los discursos del odio y la podredumbre!
¡Nunca más al neoliberalismo!
La radicalidad del discurso de la derecha vernácula no tiene parangón en ningún otro país del mundo. Periodistas, dirigentes y trolls exacerbados se retroalimentan y corren la frontera de lo decible cada vez más. Con total impunidad e irresponsabilidad sobre las palabras y sus consecuencias, afirman cualquier cosa, a niveles grotescos.
Producto de esa voracidad sin límites, especialmente envalentonada con una mujer, Cristina, nos acostumbramos a vivir en un estado de guerra permanente. Un conflicto sin cuartel que debilita nuestras capacidades y posibilidades como país, acentuando el proceso de descomposición social y desintegración nacional en que estamos inmersos.
Esa obsesión agresiva, machacando sobre la sociedad, las 24 horas, los 7 días de la semana, los 365 días del año, ha provocado ya otros hechos de violencia. No nos engañemos, no es la primera vez que ocurre algo así. No hace falta que haya una muerte o una conspiración, ni una organización política detrás, para que sea atentado. Vivimos una escalada de violencia creciente, al menos desde el conflicto por las retenciones, en 2008, con una derecha que no encontró límites en su progresión ofensiva.
Esa presión constante son las condiciones de posibilidad para que lo de ayer ocurra. Alcanza una mentalidad frágil, desequilibrada, para que un extremo de violencia se manifieste. Pero, seamos claros, digámoslo sin tapujos: los autores intelectuales del atentado son los periodistas, los dirigentes políticos y los trolls anónimos que bombardean permanentemente con esos mensajes de muerte, de agresión, de violencia.
Es temprano aun para saber si hubo algún tipo de organización mayor detrás del atentado (lo cual, conociendo la historia, no puede descartarse). Con el tiempo lo sabremos. Pero el punto central, creemos, es otro. Hace apenas unos días, escribíamos acerca del miedo que produce el desborde popular en las mentalidades reaccionarias. El odio y el miedo son sentimientos de los más profundos, de los más viscerales, de los más primitivos, de los más incontrolables. Si sobre una estructura psíquica endeble, presiono al punto de que se sienta amenazado, va a responder para defenderse. Posiblemente, esta persona, en su cabeza delirante, se estaba defendiendo de lo que percibía como una amenaza que necesitaba erradicar.
Por eso, más que mirar hacia la custodia policial (que es hacia donde querrá llevar el debate la derecha mediática, corresponsable del atentado), es preciso apuntar hacia las condiciones que producen ese miedo y odio en un sector amplio de la sociedad. Una nueva lucha de interpretaciones se abrió desde el mismo momento en que las imágenes inundaron las pantallas. No reproduzcamos lecturas que corran el eje de lo primordial. Necesitamos aprovechar el pavor social para impulsar un nuevo pacto democrático, basado en una amplia movilización popular. Un nuevo pacto que incluya, de mínima, iniciativas orientadas a:
1. la regulación de contenidos violentos y antidemocráticos en internet y medios de comunicación;
2. La reforma judicial;
3. El establecimiento de normas de convivencia política entre los principales partidos.
Por supuesto, no somos ingenuos. Nada de esto va a ocurrir desde la mera iniciativa superestructural. Aunque hubiese intentos, estos perderían impulso con el tiempo. Necesitamos repetir la hazaña de aquel mayo de 2017 cuando impedimos el beneficio del 2x1 a los genocidas.
Sin movilizaciones masivas, verdaderamente multitudinarias, nada de lo anterior podrá ser logrado. Pasarán los días, las semanas, y todo seguirá igual. ¡Por eso necesitamos audacia y acción! Otra vez, como al inicio de la pandemia, se nos presenta una oportunidad única para actuar. Esta vez, no la desperdiciemos. Rescatemos las banderas de la democracia, de la patria, de la república, para el movimiento popular. Los sectores concentrados, oligárquicos, siempre fueron y serán antidemocráticos, antinacionales, antirrepublicanos y antipopulares. La democracia, la patria y la república son riesgosas para sus privilegios. Pero, en el mundo del revés en que vivimos, se apoderaron de esas sentidas palabras, vaciándolas de contenido. Recuperémoslas, son esenciales para avanzar en la lucha por la soberanía, la transformación social y la integración regional.
Ahora es cuando. Digamos bien alto: NUNCA MÁS. Y que ese grito sea la fuerza que respalde el Nuevo Pacto Democrático que precisa la Argentina.