Parado sobre 200 años de sentido común
Por Santiago Gómez
Es necesario pagar menos impuestos. El Estado es muy grande. Los trabajadores salen caros. Los tres conceptos principales del discurso del presidente argentino. Si no supiéramos quién lo dijo y sólo supiéramos que algún presidente lo hizo bien podríamos preguntarnos cuándo. Son ideas que sostuvieron la mayoría de los presidentes desde 1853 hasta la fecha. Podríamos agregar más, no hay originalidad alguna en los argentinos que profirieron esas palabras, ya que ideas semejantes se escucharon en boca de presidentes de todos los países de este continente y podemos decir más, originalidad ninguna la de los americanos, desde que el Estado se creó que los terratenientes despotrican contra el Estado y financian diarios para que repitan una y otra vez que el Estado gasta mucho, que hay que bajar el gasto, porque se trata de la plata de todos cuando la verdad es que los exportadores están convencidos de que los recursos del Estado les pertenecen. Macri ayer se paró sobre 200 años de sentido común consolidado. Sentido común sobre el que se puede saltar, patalear y taladrar que no será tan fácil quebrarlo. La idea de que el Estado es un problema y no una solución habita en la cabeza de la mayoría de la población.
Y cómo puede ser que los voten, es una pregunta lógica. La psicología, la sociología, la antropología, las ciencias políticas y hasta la economía tienen respuestas para darnos. Desde acá vamos a intentar colaborar con una idea para pensar al respecto. Pensemos que tenemos un Estado que se rige por una democracia representativa por lo que para llegar al gobierno hay que conseguir representar a la mayoría. ¿Qué quiere decir representar? Conseguir que una persona crea que algo de lo que piensa está presente en el candidato, que se identifique podríamos decir desde la psicología, por eso la representa. Por dicha razón a los candidatos les sirve repetir lo que dicen los medios de comunicación, porque sobre esos temas conversa la mayoría de la población. Mayoría que después del trabajo vuelve a casa, prende la tele, escucha al candidato y muchos sienten que aquello que piensan el candidato lo dice, entonces acaban votándolo porque piensan que ese candidato los representa.
¿Podríamos decir que Macri hoy repitió lo que dice Clarín? Podríamos, pero también podríamos decir que en el telepronter leyó una edición de La Nación de 1880, de 1929, del `45, del `66, de marzo de 1974 o de más acá, o de más allá, usted lector podría ir a la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, pedir un ejemplar de ese mismo diario, de un domingo del año que se le ocurra y le puedo asegurar que se va a encontrar con las mismas afirmaciones que hoy leyó el presidente: el Estado es un problema.
Si en vacaciones cruza la Cordillera, haga la prueba y pida en la biblioteca el ejemplar que le parezca del diario El Mercurio, en el que Sarmiento publicó Facundo. Si lee francés puede hacer lo mismo en diarios de París del siglo XIX, si lee inglés encontrará la discusión en los debates por el derecho al libre comercio. Más de doscientos años de fuerza tienen las ideas sobre las que se paró hoy Macri en el horario de almuerzo del sector privado, porque seguro sus asesores consideraron la cantidad de televisores en bares y restaurantes que proyectarían su imagen y leerían los zócalos de TN.
No es difícil imaginar lo que podía pensar el mozo con tendinitis y sin posibilidades de tomarse el día al escuchar que hay empleados públicos que por servir café ganan treinta mil o sesenta mil pesos mensuales y quizá él, al igual que yo, no recuerde el número exacto que dijo el presidente, pero le quedó la idea de que alguien por hacer lo mismo que él gana un montón de veces más. Posiblemente por el dolor de la muñeca y la insensibilidad de los comensales de no registrar que está él solo para atender todas las mesas, no se ponga a pensar el desprecio del presidente por los que sirven café, ni que la antigüedad en el trabajo es una variable muy importante a la hora de pensar el valor de un salario. Tampoco hay que recibirse de psicólogo para imaginar si estaba de acuerdo o no el dueño del bar con que hay que bajar los impuestos, ni si se puso a pensar en si había contradicción alguna en que el presidente dijera que había que acabar con el déficit fiscal y al mismo tiempo propusiera bajar la recaudación, porque el hombre todavía no se explica cómo es posible que exista un impuesto como Ingresos Brutos, el cual tiene que pagar sin importar si tuvo o no tuvo ganancias.
Vamos a acabar con las jubilaciones de privilegio dijo el presidente, sabiendo que la mayoría no tiene la más remota idea de que los únicos que tienen jubilaciones estrambóticas son menos de diez mil personas, en su mayoría ex miembros del poder judicial. Los votantes de Macri, en su mayoría pasados los cuarenta, escucharon tanto hablar de las jubilaciones de privilegio que con solo escuchar el nombre se irritan. Una vez que la temperatura subió pasa como si nada el argumento de que no es justo que haya diferencia de edad para jubilarse, que no es justo que algunos se puedan jubilar a los cuarenta (esperemos que algún periodista le pregunte quién), que otros se jubilen a los cincuenta, porque lo justo es que para todos sea igual, leyó el hombre, y el albañil que lo votó y tiene cincuenta años cree que sí es justo que él se jubile antes que un empleado bancario porque el hombre ya se cayó tres veces del andamio, tienen una hernia de disco y en la obra las tareas sin esfuerzo son para los que terminaron el industrial o fueron a la universidad.
A las universidades les pedimos que también hagan un esfuerzo, leyó en el telepronter el hijo de la terrateniente y más de uno nos preguntamos si el discurso que estaba leyendo era una edición de un editorial de La Nación o las palabras de un ministro de economía en marzo del 2001. Quizá alguno recordó lo que duró ese ministro después de pronunciarlas, quizá también que en la ciudad donde se produjeron las manifestaciones que terminaron con su renuncia, la fuerza política del presidente va por su tercer gobierno consecutivo.
Mucho empleado en el Estado, dice el presidente, y en las provincias donde la mitad de los trabajadores son empleados públicos, no es difícil imaginarse lo que piensa la otra mitad, porque hay que reconocer una verdad: la estabilidad que tiene quien trabaja en el sector público no la tiene quien lo hace en el sector privado. Y lo más importante para quien trabaja es la seguridad del salario a fin de mes, conseguir disfrutar la vida sin empujar el miedo a ser echado con el primer mate de la mañana.
Cómo es posible que tengan sesenta días de vacaciones en el poder judicial, deben trabajar también a la tarde, dijo el presidente y difícil que no consiga el apoyo de la mayoría ante una propuesta como esa. Cristina utilizó la apertura de sesiones en el Congreso para criticar la cantidad de días de vacaciones que tienen los docentes. Es fundamental recordar las palabras de Abelardo Castillo en su célebre cuento Also sprach el señor Nuñez: Marx estaba equivocado, la realidad se trata del anti marxismo, uno no odia a la otra clase, odia a la clase a la que pertenece y hoy el presidente lo que hizo fue fomentar la división entre trabajadores del sector privado y del sector público y aún más, en alimentar la bronca de la mayoría de los empleados públicos contra una ínfima minoría que recibe el mismo salario que ellos sin hacer la misma cantidad de tareas.
Macri se paró sobre 200 años de sentido común, sentido común que no es un invento de Clarín ni de La Nación. No es que en los municipios hay personas que creen que es posible entrar a trabajar al Estado como pago por un favor político, conocen a personas que entraron así a trabajar al Estado. ¿Son muchas? Seguramente no, pero esas pocas son las suficientes para creer que es un error negar su existencia. ¿Es mentira que Ingresos Brutos es un impuesto regresivo? No, pero el comerciante no se preocupa por si la madre del presidente va a pagar más o menos por sus exportaciones porque sabe que gobierne Cristina o gobierne Macri esa gente siempre va a calcular la plata en toneladas, pero los miles de pesos de Ingresos Brutos el mes que viene al dueño de un kiosco le hacen diferencia.
La gente que trabaja para el presidente sabe de comunicación y sabe que a la gente no le gusta que la contradigan y el problema de quienes queremos que nos den la razón es que contradecimos lo que el otro dice, porque creemos que la razón es nuestra. A esta gente le importa poco y nada cambiarle la cabeza a la gente, lo que quieren es la clave de homebanking del Estado y cambiar la dirección en la que van los recursos, la conciencia política a ellos lo tienen sin cuidado. Como desde el 1800 hasta la fecha, como es interés de la mamá, la abuelita y la bisabuelita del presidente, su objetivo es que la plata que reciban en la aduana sea la misma o lo más cercana posible al resultado que dio la cuenta que hicieron después de pesar la cosecha por lo que están pagando la tonelada de la semilla. Cualquier diferencia es considerada un robo.
Le roba el del sindicato cuando le va a exigir que le pague al camionero el sueldo que corresponde por convenio. Le roba el de la AFIP cuando le exige el pago por los derechos de exportación, que los terratenientes llaman retenciones, porque están convencidos que el Estado les retiene lo que les pertenece. Entonces lo primero que hacen cuando llegan a la Casa Rosada es acabar con las retenciones. Después devalúan, así los terratenientes reciben más pesos por cada dólar con los que les pagan las exportaciones. Los industriales patalean, con justa razón, porque ahora tienen que dar más pesos para comprar los dólares con que pagar la maquinaria importada para producir, mientras el consumo cae. Entonces el presidente promueve una ley para que le salga más barato a los empresarios despedir trabajadores, por baja producción o indisciplinados. Y para terminar, el presidente dispara también contra los sindicatos y la mayoría de trabajadores que no están sindicalizados coinciden en que hay que acabar de una vez por todas con esa caterva de millonarios que ayer se sentaron a aplaudir lo que el presidente decía.
Pero, al igual que con el tema de la inseguridad, hay quienes creen que no conviene hablar de alguna de estas cosas porque es hacerle el juego a la derecha, mientras la derecha juega con la mayoría y pone a un presidente a leer en un telepronter el editorial de La Nación de un domingo de 1905, que algún Blanco Villegas encontró en la estancia familiar.