Sueño de una derecha republicana
Por Juan Manuel Ciucci
Si continúa la búsqueda de definiciones es porque continúa la falta de certezas, no por lo que son, diría, sino más bien porque nos cuesta aún comprender cómo llegaron al poder y cómo lograron un alto nivel de aceptación en las bases populares. Pero que el modo no haya sido mediante un golpe de Estado, esta vez, no significa que no atraviese su adn la misma praxis autoritaria.
Lo que definían como democrática, no era más que una de las versiones “republicanas” de la derecha, con su voluntad institucionalista, pero con el Pueblo afuera. Aunque quizás ni siquiera sean eso estos CEOs supuestamente exitosos, que sin embrago no han tenido en el sector privado grandes historias que contar.
Una derecha republicana puede ser la de los radicales, algunos, los que intentan engrandecer su decadencia. Así se ve a un Gil Lavedra, paladín de las causas justas y urgentes, silencioso ante el oprobio macrista. Distinta complicidad la del energúmeno de Fernando Iglesias, apóstol del gorilismo iletrado. Su camino entronca ambas corrientes, con orgullo: del discurso republicanista al mero autoritarismo que ofrece la Alianza Cambiemos.
Ya no hay discursos de derechos vulnerados, o de libertad de prensa, o de parlamentarismo, o de división de poderes. Tampoco interesa el tema del control oficial por la pauta publicitaria, ni los costos de los viajes del Presidente. Esas indignaciones funcionaban con los republicanos, que ahora miran desde el poder y se preocupan, pero "de que no vuelvan". Son ellos quienes construyen el linaje que a nosotres tanto nos cuesta, a veces asumir. "Chávez / Néstor Kirchner / San Martín / Rosas / Perón/ Cristina es / la Conducción" se canta, a veces.
Existe entonces (o existía) un deseo de estabilización, de un avance sin "grietas", como si fuera posible encauzar el enfrentamiento de dos modelos de país. De parte del liberalismo romántico, de los analistas de papers, pero también en las mentes de quienes sopesaron livianamente lo que esta tragedia significaba. Los del discurso de "volver en cuatro años" como si fuera sencillo transitarlos, incluso posible para una gran mayoría sobrevivirlos. Pero el autoritarismo desplegado dejó bien lejos esos sueños, con estos republicanos que aman al orden, impuesto a fuego y fuerza.
La esperanza blanca, de unos liberales democráticos no se canaliza, tampoco esta vez. Rápido fue el desengaño, aunque algunos sintieron el impulso y pensaron en una derecha democrática que venía para quedarse. Ahora parece claro que ni es democrática, ni tiene un plan que pueda durar por mucho tiempo. Depende de los vaivenes de su propia incertidumbre, sumado al timbeo generalizado y decisiones que sólo pueden llevar a una crisis mayor. Y de la resistencia popular, claro, que cuando aparece hace temblar el escenario político y social. Parece calma, ahora, lejano ya el diciembre turbulento que supimos conseguir. Pero intuye, curtida ya por la Historia, que otro diciembre se aproxima.