Teoría de signos en el peronismo
Primera parte: Cooke, Favio y las definiciones ideológicas del peronismo (ver nota)
Por Santiago Asorey
En la primera parte del artículo reflexionamos sobre la conciencia de Leonardo Favio y John William Cooke sobre las condiciones lingüísticas del peronismo. La comprensión del movimiento no a partir de idealismos sino de una práctica material, histórica y fundamentalmente política sostenida en el lenguaje. Como decía el General " La única verdad es la realidad". Pero podemos agregar que esa realidad es fundamentalmente lingüística y política. Es la lucha por la construcción de sentidos que se constituye en la lucha cultural. En una segunda instancia queremos avanzar sobre las consecuencias de estas definiciones. La ética verdaderamente política es la ética de la praxis del lenguaje, la ética que sostiene el deber de interpretar las consecuencias políticas de nuestras prácticas y discursos. La practica que construye el espesor de la realidad. El peronismo se funda en esa línea porque se construye en la práctica del lenguaje y del poder. El peronismo, a diferencia de otros lenguajes políticos de distinta índole, es verdaderamente autoconsciente de su característica política y cultural como centro del eje. Como vimos en Favio la autoconciencia es conciencia de su práctica material en la historia. No existen pretensiones de positivismo o idealismo, ni determinismo histórico, el peronismo sólo tiene sentido política y lingüísticamente como voz de las clases trabajadoras y los sectores postergados. Por ende su único núcleo invariable debería ser ese. Cualquier interpretación que desvíe esa línea rompe el sentido del lenguaje peronista. Esta interpretación no es un esencialismo del movimiento sino lógica política. Si el peronismo no representa los intereses de las clases trabajadoras y los sectores postergados, su práctica material entra en crisis porque el sujeto popular que lo sostiene se desmoviliza. Esta tradición existe en la actualidad en el peronismo kirchnerista y en las fuerzas que lo conforman. El deber de las bases es exigir a la conducción que esa lógica y esa coherencia no se rompan.
Los beneficios de esta decisión, si se entiende el movimiento bajo esta lógica, son varios. La lucha no cae en dogmas de lo que idealmente debería ser. Tampoco está definido por la esencia de lo que fue. Lo que define el frente político son sus conquistas y objetivos políticos, no veinte verdades sagradas. El movimiento está en constante construcción y comprende el desarrollo concreto de la conciencia que sus fuerzas han desarrollado. El avance de ese desarrollo está vinculado a los significados que el discurso construyó hasta este corte histórico, no a discursos provinentes de otras lógicas impuestas. A eso apunta Rodolfo Walsh cuando dice "han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas." Es decir han procurado que los trabajadores no tengan un lenguaje político para construir la historia, un lenguaje político impulsado por los trabajadores y no por la visión de las clases dominantes sobre la cultura. En ese sentido cobra dimensión la frase de Cooke cuando dice: "En un país colonial las oligarquías son las dueñas de los diccionarios." Construir el lenguaje e imponer los signos es apropiarse de la historia. En la comprensión de la construcción histórica se entiende que los contextos son variables cambiantes que no están predestinadas. En esta dirección el movimiento comprende que no hay categorías ni soluciones universales ahistóricas, las soluciones son siempre categorías históricas que necesitan reformularse en cada época, por ende las tácticas y las posibilidades estratégicas también.
El peronismo no intenta expresar una objetividad imposible o un falso idealismo, su práctica es fundamentalmente sígnica. Lo que el peronismo expresa en el kirchnerismo son los núcleos traumáticos del lenguaje político complejo y contradictorio. La diferencia entre decir explotadores y gorilas esta en que una definición es la aproximación objetiva que describe desde la abstracción y el otro es la expresión en toda su dimensión antagónica de la experiencia política. Por eso Néstor puede ser un santo popular que renace en las mil flores de la primavera, porque su dimensión política y poética lo requiere. El idealismo es ahí aquello que reconoce Favio, un artificio construido por la fe popular de los trabajadores, los sectores populares y las clases medias kirchneristas. La única forma de resolver y captar el antagonismo de la lucha de clases es comprendiéndolo no desde su materialidad objetiva, sino desde signos que representen mas complejamente la forma en que las clases trabajadoras experimentan la violencia simbólica y por ende material.
Después de diez años de gestión el gobierno está siendo atacado por el capitalismo financiero y sus aliados especuladores del capitalismo agroindustrial, son los mismos sectores que se han beneficiado históricamente de las grandes devaluaciones como una forma de subordinar a los trabajadores. En ese plano, es necesario que el gobierno en su afán de estabilizar y proteger la integridad del modelo no retroceda respecto a los intereses de los trabajadores para no desmovilizar el movimiento. En este contexto la pregunta por el lenguaje y sus condiciones políticas es verdaderamente pertinente. El peronismo es la característica lingüística y política que la clase trabajadora y los sectores postergados eligen para su representación. Pero no es una elección identitaria indefinida, depende de que esa relación se fundamente en la defensa de sus intereses. Ese es el sentido de una lingüística o una teoría de signos peronista.