Un discurso sanitario ilegal e ilegítimo
El Área Metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires con sus ocho millones de habitantes, es considerada uno de los cinco mega-conglomerados urbanos de América, junto a Sao Pablo, Lima, México DF y Los Ángeles,
Buenos Aires se transforma día a día en una ciudad feroz. Pensada para mirarla y no para vivirla, una ciudad que piensa en el continente y no en el contenido, en la escenografía y no en los actores.
El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es hostil para con sus habitantes e intenta serlo más aún para los habitantes del conurbano bonaerense, el derecho de ciudadanía no está garantizado y el cuidado tampoco, ilegal e ilegítimamente el actual jefe de gobierno, intendente y habitante del conurbano, coacciona, amenaza e intima a sus coterráneos bonaerenses que buscan atención médica en la misma jurisdicción que trabajan, estudian, transitan, consumen y pagan impuestos por ello.
Adversa con la madre, con el niño, con los jóvenes, con las embarazadas, con los ancianos, con los discapacitados, con los inquilinos, con los propietarios y con los que viven en sus calles, con los trabajadores, con los estudiantes, con los enfermos y también con los sanos.
La ilegalidad de desobedecer la constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la ley 153 -Ley Básica de Salud de la CABA-, y la ilegitimidad de pretender desconocer la propiedad de origen de todos los habitantes de nuestro país sobre la estructura del sistema de salud de la ciudad conformado con fondos nacionales cuando esta era Capital Federal en jurisdicción de territorio nacional, configuran el monstruoso ideario del gobierno del primo Macri en la Ciudad de Buenos Aires.
La Ciudad de Buenos Aires que sonríe con un maquillaje casi perfecto, llora en los registros de mortalidad infantil vergonzantes para una de las ciudades más ricas de la región. La Ciudad que nos invita a disfrutar de sus plazas y parques, es la misma que obliga a sus habitantes discapacitados a sufrir cada vereda y cada calle.
La atención de la salud no debe ser moneda de oportunismo político ni vehículo de mezquindades y odios entre habitantes de regiones vecinas, no existe límite geográfico ni jurisdiccionales a enfermedades, epidemias y padecimientos de las personas. Allí donde hubo que estar frente al COVID las líneas divisorias fueron borradas y los expulsados de hoy recibieron, vacunaron e internaron a los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires en sus hospitales y centros de salud.
Una Ciudad que mezcla el bullicio de sus noches palermitanas y la soledad de sus ancianos, que legisla para sus mascotas y se olvida de proteger el embarazo y la lactancia, manipula instrumentos de la comunicación para indignar a los incrédulos depositando la responsabilidad del deficiente funcionamiento de su sistema de salud en compatriotas que aguardan en el piso de una sala de espera la mano solidaria que, sin dudas, la mayoría de los habitantes de la Ciudad está dispuesto a dar.
Una Ciudad que crece al compás del desarrollo inmobiliario en lujosas torres, que incluye aberraciones de planeamiento a la vez que da la espalda a la integración urbana de villas y asentamientos, se ocupa ahora de construir muros sanitarios sobre las vías que permeabilizan día a día el transito de más de dos millones de personas, que producen, prestan servicios, visitan, consumen y por supuesto generan aún más riquezas a la más rica de las ciudades de nuestro país.
El orgullo de los habitantes, de sus trabajadores y del personal de salud de la Ciudad de Buenos Aires es su solidaridad, su cultura, su respeto y amor al prójimo, un nuevo intento de sus gobernantes de borrar esos valores sin dudas experimentará un nuevo fracaso.
(*) Oscar Trotta es médico pediatra, docente universitario, directivo del Hospital Samic “René Favaloro” y miembro del Foro Popular de Salud.