Un rey color chocolate
Por Ezequiel Cardoso Torres
¿Alguna vez leíste en la billiken que Manuel Belgrano propuso un Inca de Monarca? Para empezar a desmitificar lo sucedido hace 201 años en Tucumán, preguntemos: ¿Quiénes nos independizamos?, ¿de quién?, ¿con qué objetivos?
La historia mitrista nos estafó. Cuando un pibe o una piba preguntona nos lanza: Pero... ¿eso no fue en la Revolución de Mayo? nos deja pedaleando en el aire. La historia la escriben los que ganan, nosotros perdimos. No les contemos a los pibes los mismos cuentos que nos contaron a nosotros, conozcamos nuestra historia ¿y si la historia la ganan los que escriben?
Queríamos ser libres, nos independizamos de España. Hagamos una breve reseña de Mayo de 1810: En 1808 Napoleón invade España, mete en cana a Fernando VII e instaura un nuevo Rey, alineado a sus decisiones. Al conocer la noticia, el pueblo español, se levanta en armas y forma “Juntas Políticas” que gobiernan en ausencia del Rey. Acá pasa lo mismo, se crean juntas de gobierno que se declaran representantes del pueblo ante la ausencia del monarca, encarcelado por las fuerzas absolutistas francesas.
La Revolución de Mayo no es anti-Española, en todo caso, es anti-Napoleónica: es anti-Absolutista.
La declaración de la Independencia en la Casita de Tucumán, sí es anti-Española, acá somos libres de verdad. Parece que cuando Fernando VII se hace de nuevo con el poder político de la Corona, el tipo nos declara en rebeldía y manda a sus soldados a someternos nuevamente. Por eso, los diputados del congreso de Tucumán se avivan y declaran la independencia de las provincias “para romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España”, según decía el pelpa que escribieron.
También parece que el acta redactada no decía “Argentina”, ni “Provincias del Río de La Plata”, sino que “La independencia se declara para las Provincias Unidas del Sud”, es notable el concepto de Patria Grande como horizonte siempre vigente en los Revolucionarios de época.
Ahora bien, si nos liberamos de España, se supone que hay alternativas de gobierno cargadas de ideas políticas, económicas, sociales, etc. Y claro, alternativas las había y contrapuestas, como siempre.
Manuel Belgrano propuso una: formar una Monarquía Constitucional cuyo monarca fuera un Inca ¡Sí, un Rey Inca! Que represente a su pueblo, cuide el trabajo y fomente la industria local. Esta moción, por supuesto, fue apoyada por San Martín; que hasta sugirió como monarca a Dionisio Inca Yupanqui. Belgrano se la jugaba más por el hermano menor de Tupac Amaru, Juan Bautista, quizá porque tenía más espalda. Da lo mismo, lo que interesa es el programa político - económico.
En el Congreso Tucumano, el proyecto de Belgrano fue criticado y demonizado con un alto grado de racismo por parte de los diputados alineados a la ya creciente oligarquía nativa, amante del libre comercio y de la Inglaterra imperial: “¡Cómo vamos a permitir un Rey color Chocolate!”, el grito se escuchó en el cielo. Se acabarían sus privilegios.
Los congresales designaron como Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón, un militar ligado a los intereses de la Burguesía Porteña aliada al Imperio Británico. Él permitió la invasión a la Banda Oriental, le dio la espalda a Don José de San martín y su sueño americano.
El 9 de julio de 1816 se conquistó la libertad política, pero no económica. Nos regalaron a los Piratas del mundo. No por ello se renuncia a ser económicamente libres o, como dijo un patriota: “ Anhelo que por estos caminos se levante a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación: la nuestra”.