Voy a dejar tu nombre en una pared
Bastante más de once millones de argentinos deben tener un sentimiento parecido por estos días. La felicidad compartida del domingo 23 a la noche en plaza de Mayo traía, inevitablemente el recuerdo de otra Plaza hace un año. Esa mezcla de euforia y emoción, ese nudo en la garganta que nunca termina de hacerse cargo ni de la felicidad ni de la tristeza se multiplicó en un mar de Pueblo. Néstor Kirchner estuvo con todos nosotros, porque sin él jamás hubiéramos llegado a ese momento, ni de esa manera. Familias, militantes, sueltos, abuelos, chicos, todos recuperando la política como una virtud de la sociedad. Conversaciones y saludos con desconocidos, unidos por alguna extraña, pero comprensible y evidente razón se cruzaban de a miles. Néstor nos llevó hasta ahí. Creo que todavía cuesta terminar de dimensionar la grandeza de ese flaco que llego del sur, que parecía igual a los demás, casi desconocido, el marido feo de la senadora linda:
“Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política, ésta es la oportunidad de la transformación, del cambio cultural y moral que demanda la hora. Cambio es el nombre del futuro”.
Con esas palabras, en 2003, nos convidaba de un sueño. Esas palabras que parecían vacías, una mera formalidad discursiva, que invitaban a soñar a un país en donde todavía se escuchaba con fuerza el “que se vayan todos”. Esas palabras que parecen más una crónica de los ocho años transcurridos que el puntapié inicial del proyecto. Esas palabras que siguen invitándonos, que nos llenan el alma y nos entusiasman de saber que no fueron líneas fingidas por las formas institucionales, sino el impulso que despertó a un Pueblo que alcanzó su victoria de la mano de Cristina.
Cristina. Esa mujer que no tuvo inconvenientes en hacer público su aprendizaje de todos los días, que logró convidarnos de sus gestos y frescura por sobre las posturas diplomáticas y ceremoniales. Porque esta Cristina es la verdadera. Es la que le habla a miles y nos hace sentir que nos habla solamente a cada uno de nosotros. Es la que se ofrece a su Pueblo para hacer lo que falta, la que se ríe y nos hace sonreír. Pero también es la mujer que continúa una lucha:
“Quiero decirles también que por comprensión histórica, como dijo él en aquel discurso memorable del 25 de mayo de 2003, por voluntad popular y por decisión política, cuenten conmigo para seguir profundizando un proyecto de país que ayude a mejorar la vida de los 40 millones de argentinos”.
Cierra de esa forma un círculo que es puntapié hacia el futuro. Porque Cristina no sólo continúa la lucha que Néstor decidió dar cuando no dejó sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada, es la síntesis de un Pueblo. Pueblo que vio morir a sus hijos por una patria más justa, treinta mil Compañeros y tantos más que estuvieron y están con nosotros todos los días. Es la voz de Perón, las manos y la fuerza de Evita trabajando por esa Revolución inconclusa todos los días. Es la que nos invita a organizarnos para profundizar un proyecto de país, que es mucho más que un modelo económico de inclusión.
Estos tiempos, además de ser una buena administración o tener las características que tanto le gustan al medio pelo con efectivo en el bolsillo, es Revolución. Una abuela, como muchos debemos haber visto el domingo, de más de ochenta años saliendo contenta del cuarto oscuro es revolución; un enano de pocos años haciendo fuerza con sus dos manitos para hacer la V es revolución. Que la melodía que se cantaba con el “que se vayan todos” hoy diga “soy soldado del pingüino” es revolución. Cultural, de abajo, quizá más lenta de cómo se puede pensar conceptualmente una revolución; pero si pensamos en los movimientos de desocupados, el vaciamiento del Menemato, el helicóptero y los muertos de De la Rua, en Maxi y Darío, en los cacerolazos ¿es un proceso lento? No faltará quien por izquierda enumere lo que falta, lo mucho que falta. ¿Dónde está la revolución ahí? tenemos cimiento para ir por mas, tenemos alegría, tenemos esperanza y lo más importante: queremos ir por mas.
Nestor y Cristina nos dieron la posibilidad de responder una pregunta muy simple. Si alguien, hace 10 años, nos hubiera preguntado como soñábamos la Patria, como era esa Patria, con seguridad hubiéramos reído a carcajadas o lo hubiéramos insultado. Hubiera parecido una burla hablar de Patria y de sueño, entre hambre, desesperanza y muerte. La revolución está en que recuperamos las dos cosas y todo lo que falta por hacer, lo muchísimo que falta, no es una utopía de café. Organizarnos para profundizar, con alegría, con convicción, con una Patria para todos, por Perón, por Evita, por los Compañeros que ya no están, por Néstor, por un Pueblo más feliz: así es la Patria que sueño. Así, es la Patria que soñamos.