El legado de Berta Cáceres, en una de sus últimas entrevistas
Por Geraldina Colotti (*)
Traducción de Gabriela Pereira
“Estamos en la mira del sicariato jurídico y armado. Nuestras vidas penden de un hilo”. Suenan dramáticas y premonitorias las palabras pronunciadas por Berta Cáceres en esta entrevista para Il Manifesto. Berta, feminista y coordinadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), que ha contribuido a fundar en 1993, ha sido asesinada el miércoles 2 de marzo por dos hombres armados. En esta conversación emerge el entorno de un delito anunciado. Un crimen de Estado.
¿Cuál es la actividad del COPINH?
Nuestra organización es indígena, de lucha territorial que busca construir un proceso de emancipación forjado a desmontar las múltiples formas de la dominación: el capitalismo, el patriarcato, el racismo. Después del golpe contra Zelaya, hemos tenido que afrontar grandes riesgos y dificultades, hemos perdido muchas vidas, pero de todas las desgracias que han golpeado y que golpean al pueblo hondureño hemos sacado diversas lecciones y tratado de obtener fuerza. Hoy nos sentimos diversos y diversas, más unidos y organizados, capaces de mayor articulación. Hemos capitalizado el trabajo de más de 21 años. Hoy el COPINH reagrupa 200 comunidades Lenca, poblaciones nativas que están organizando la resistencia por la defensa de sus territorios ancestrales.
¿Cuál es la situación ahora?
Somos un enclave del colonialismo desde hace 500 años y la situación empeora siempre más. Somos víctimas de un modelo energético totalmente depredador, que pisotea los derechos colectivos y viola constantemente los derechos humanos. El 30 por ciento del territorio, en Honduras, ha sido entregado a las multinacionales mineras o hidroeléctricas. Son más de 300 empresas ilegales, que prosperan en la corrupción imperante y sin el consentimento de las poblaciones. La conflictualidad es alta. En Honduras está la más grande base militar gringa de la región, y la militarización ha crecido todavía después del golpe de Estado del 2009: sobretodo en la región mosquipa, una zona inmensamente rica de Honduras, territorio que comprende cuatro pueblos originarios. Un lugar que custodia muchas riquezas hídricas, petróleo y de biodiversidad. Nos han dicho que en Honduras no hay petróleo, pero sí hay. Y por esto ha sido entregada en consesión gran parte de la plataforma marítima y territorial de la mosquipa a la transnacional British Gas Group. La ley de pesca y acuicultura permitirá además la consesión del mar a las grandes empresas. Honduras es un caso de escuela en cuanto a consesión de la soberanía a las multinacionales y a las bases militares gringas. Y se ha entregado el país a un fenómeno inédito hasta hace pocos años y poco conocido: el de las Zonas Especiales de Desarrollo Económico: Zonas francas, un especie de ciudad modelo para el capitalismo. Un megraproyecto decidido por decreto legislativo y ejecutivo no obstante la fuerte oposición en el territorio y a un nivel jurídico. Pero también el poder jurídico ha cedido, dando vida a un proceso de transnacionalización único en su género, que implica el gobierno autónomo y sin control de estas zonas que también se encuentran dentro del país. El capitalismo tiene la desfachatez de llamarla “autonomía de la ciudad libertaria”: en verdad un Estado en el Estado en el que rige la tercerización de la justicia, un ejército casi privado, leyes propias para reprimir la inmigración, a la explotación del trabajo sin derechos. Por esto se roban los territorios. Hay doce de estas “ciudades modelos”, de carácter minero energético. Una gran inversión financiera y un paraíso fiscal para lavar el dinero sucio del narcotráfico. En estos últimos tiempos asistimos a una ola de violencia sin precedentes: una violencia estructural, planificada para sembrar el terror y militarizar la sociedad. Honduras tiene el más alto índice de homicidios en el mundo, 89 cada 100.000 habitantes, más que en los países donde hay conflictos armados. Una carnicería humana, sobretodo de jóvenes. A causa del hambre y de la miseria, se van del país aproximadamente 60.000 personas al año. Las políticas migratorias son inhumanas, sobretodo para las mujeres que emprenden viajes de la muerte o hacia un destino de discriminación y violencia.
Los movimientos sociales e indígenas se han organizado también con el partido Libre. ¿Qué ha cambiado después de las últimas elecciones?
Haber constituido un partido de izquierda es sin duda positivo, Libre ha llevado al Congreso 30 diputados, a pesar de los fraudes y de las violencias que hemos sufrido. Sin embargo, esto ha quitado energía a la resistencia en los territorios. Y, de todas maneras, la oligarquía, el poder real en Honduras y los hilos que los mueven desde afuera, son tan agresivos que no toleran ningún signo de cambio verdadero. La máquina electoral está completamente bajo su control. En este panorama, nosotros continuamos la resistencia territorial, cultural, autónoma, a partir de la visión de los pueblos indígenas. Llevamos adelante propuestas refundadoras, no por decreto sino en el desafío cotidiano para humanizar a la sociedad hondureña, para organizar la revuelta, para defender nuestra identidad libertaria. Un desafío difícil, hay mucha resistencia pero también un panorama general desolador que no deja ver un cambio a corto plazo. Unimos nuestra lucha a la de los otros pueblos de América Latina, dentro del ALBA, la Alianza para los pueblos de nuestra América ha puesto en el campo una nueva fuerza propositiva y solidaria que ha alimentado la reflexión internacional de los movimientos. La perspectiva del COPINH no es solamente nacional, sino global, y se alimenta de la solidaridad y de la lucha de los otros pueblos de nuestra América: el de Venezuela, de Cuba, el boliviano, ecuatoriano, nicaragüense. Les sentimos cercanos y esto nos dá mucha fuerza para resistir a la criminalización y a la brutalidad que debemos afrontar. Estamos bajo ataque sea del sicariato jurídico que nos persigue con procesos injustos así como de los matones de la oligarquía y de las multinacionales. Hay muchos prisioneros políticos y muchos investigados. Pero acabar en la cárcel es el mal menor que te pueda ocurrir. Recientemente nos han saboteado el auto en el que viajábamos, han amenazado a mi familia. En Honduras no existe Estado de derecho, cada día es una apuesta.
El COPINH ha participado en los encuentros organizados por Papa Bergoglio. ¿Con qué expectativa?
Las invitaciones de Papa Francisco han sido un hecho histórico, un gran paso de apertura que ha fastidiado también a las altas jerarquías eclesiásticas. Los movimientos han dado apoyo a la parte más avanzada de la Iglesia y Papa Francisco nos ha ayudado a ir más lejos. Pero, es necesario no olvidar la función nefasta que la Iglesia ha tenido en la opresión colonial. En Honduras no olvidamos al cardenal que ha apoyado el golpe de Estado, los que han apoyado a la dictadura. Si la Iglesia hace un compromiso, debe ser consecuente, apoyar verdaderamente las luchas sociales y aquellas por la justicia, los derechos de la mujer contra el patriarcado y los fundamentalismos y por la defensa de la diversidad. No queremos ir a remolque de la Iglesia.
(*) Periodista del diario Il Manifesto, Roma, Italia. Entrevista publicada en su edición del jueves 4 de marzo, bajo el encabezado: “LAS PALABRAS PROFÉTICAS DE BERTA CÁCERES. Honduras, La última entrevista al Manifesto: ‘Nuestra vida pende de un hilo’”.