“Queremos tener un Brasil menos racista, homofóbico, machista y desigual”

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“Queremos tener un Brasil menos racista, homofóbico, machista y desigual”

15 Septiembre 2018

Por Adrian Dubinsky - Enviado Especial

Venía remontando no sin cierto agotamiento la calle Chile hacia el hotel en la ciudad de Salvador de Bahia, una calle serpenteante rodeada de edificios que denotan ostensiblemente el pasado de grandeza de la primera capital del Brasil en su período imperial. El calor no parece impactar sobre las brasileñas y brasileños que pueblan con su vocinglería mi camino hacia el hotel.

Ni bien pasé el edificio del legendario periódico A Tarde, una difusa pero bulliciosa marea humana con una fuerte preminencia del color rojo entre sus filas, se divisaba a unos cien metros. Tenían que ser ellos; semejante énfasis percibido a la lejanía no podía ser otra cosa que un grupo del PT.

Hacía apenas unas horas que Lula había bendecido la candidatura de Haddad, y las calles ya se llenaban de gritos que coreaban su nombre, un clamor por su libertad y una afirmación del candidato ungido.

Apresuré el paso, ya que correr no contaba entre mis posibilidades, y me fui acercando por la retaguardia a esa masa compacta que, cual corriente que pasa por un embudo, se iba agostando para colarse por las callecitas del Pelourinho, una suerte de San Telmo Bahiano -comparación útil, pero que no hace justicia a ninguno de los dos barrios- en la que algunos sorprendidos turistas se iban pegando como lapas a las paredes para no ser arrollados por esa turba multiétnica y polícroma. Yo, por el contrario, me sumergí en ella como lo iban haciendo los lugareños.

Cuando pude llegar al frente, vi que la caminata era encabezada por el diputado federal por el Estado de Bahia Valmir Assunção, un dirigente proveniente del MST (Movimiento de los Sin Tierra), curiosamente el espacio político más crítico dentro de la coalición gobernante durante los mandatos de Lula y Dilma, pero también los más comprometidos a la hora de defender a su líder -recordemos que sus dirigentes se encuentran en huelga de hambre frente a la moderna mazmorra de Curitiba-.
Las personas se acercaban y lo abrazaban. Un grupo de señoras vestidas de blanco bailaban y coreaban las consignas a su lado. Un megáfono utilizado por un negro grandote con un vozarrón que más que consignas arrojaba cañonazos: “Es de izquierda, es radical, Valmir Diputado federal”. Y entre cantos a favor de Lula y Haddad y saltos contra los golpistas, nos fuimos internando hacia el empedrado corazón del barrio.

Cuando la caravana llegó a su fin y Valmir -lo llamo así por que todos lo llaman de esa forma y no por confianza simulada- ya se había dirigido a sus seguidores, me presenté y recibí un cálido abrazo y un agradecimiento inesperado por estar ahí. Nos sentamos unos minutos con sus colaboradores más cercanos y pude hacerle unas cuántas preguntas que respondió muy cordialmente.

Lo primero que se me ocurrió era preguntarle sobre la transferencia de votos de Lula hacia Haddad y Manuela. Sobre el tema fue claro: existían dos caminos por los cuales el cree que dicha transferencia se hará efectiva: “la primera son los infinitos sostenes comunicacionales y de información, y la segunda -acaso la más importante- la militancia puerta a puerta, el compromiso de cada militante y de cada simpatizante para hablar hasta con las piedras”.

Mientras hablaba se me iban ocurriendo sobre la marcha preguntas en forma desordenadas. Al no ser una entrevista pautada, los interrogantes acudían a mi como si todas las preguntas que nos veníamos haciendo con muchas compañeras y compañeros se apiñaran a la puerta de mi conciencia. ¿Sería Haddad una suerte de Cámpora, que en caso de ganar las elecciones llamara de nuevo al pueblo a manifestarse, esta vez sin proscripciones? Valmir cree que “Lula ya es un estadista que no precisa ser presidente para tener injerencia en la futura política de Brasil, la pregunta es si van a dejar asumir a Haddad o si la mascarada de esta falsa democracia adquirirá ribetes más dictatoriales y ni siquiera lo dejan ceñirse la banda presidencial”. El peligro de un golpe dentro del golpe se hace más evidente luego de las declaraciones del Jefe de las Fuerzas Armadas, el Gral. Villas Bôas, que puso en cuestión la legitimidad del próximo presidente/a del país.

Ahora bien. “Si las cosas se dieran como aspiramos, el primer decreto de un posible Haddad presidente, sería el indulto para Lula; no porque sea culpable de delito alguno, sino por ser un preso político”.

El actual diputado, una mosca en la leche entre el establishment político de Brasilia, dice que confía en ser el diputado más votado de todo Bahia, con lo cual podrá continuar encabezando las demandas de los que menos tienen. “Queremos tener un Brasil menos racista, homofóbico, machista y desigual”.

La disputa se halla abierta, dice, pero confía en que el pueblo del nordeste sabe bien a quién votar, lo que aseguraría, por el caudal de votos que tiene de manera casi natural en la región, más el aporte que le brinda la trayectoria política de Haddad y Manuela desde el sur de Brasil, la posibilidad de llegar a una segunda vuelta con Bolsonaro como adversario.

Antes de despedirnos y de dar cuenta del estado de desastre que impera sobre todas las áreas del desgobierno de Temer, me cuenta una anécdota con una naturalidad que, de haber ocurrido en la Pampa argentina, podríamos calificar de campechana. Poco antes de que Lula fuera preso, visitó Salvador. La sorpresa de él fue mayúscula cuando lo llamó y le dijo que quería almorzar en su casa. Cuenta entre sonrisas que más sorpresa fue para la señora que trabaja en su casa y que cuando iba a servir la comida se encontró a Lula de comensal: no le daban las manos para abrazarlo, ni los pañuelos para secar sus lágrimas de emoción.

En esa oportunidad, Valmir comenzó a introducir una aseveración, una sugerencia, a cavilar una posible solución frente al determinismo carcelario de los golpistas. En ese momento Lula le interrumpió con la calidez que lo caracteriza, pero con el aura con el que están impregnadas sus acciones: “No Valmir”, le dijo, “No sigas. Ya sé lo que estás pensando”. Lula continuó hablando y fue tan firme en sus palabras que a Valmir no le quedaron dudas que era el camino correcto. Él no se iba a ir al exilio ni se asilará en ninguna embajada, él era culpable de ningún delito; si tenía que ir preso, iría. El peor escenario para los golpistas, dijo, sería tener que convivir con Lula preso.

Cuando terminamos de hablar y la gente se iba dispersando, lo vi partir solo, caminando como uno más de los bahianos, como un hermano entre los suyos, sin seguridad ni acompañantes, llevando las manos vacías y vestido con una remera blanca que decía Lula Livre.