Cuervo Larroque: “La 125 nos diferenció de la oligarquía y sus instrumentos de poder”

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Cuervo Larroque: “La 125 nos diferenció de la oligarquía y sus instrumentos de poder”

19 Marzo 2018

Por José Cornejo

APU: Se van a cumplir diez años de la resolución 125, ¿Qué análisis hace de aquella medida y el conflicto que generó entre el gobierno y las patronales agrarias? 

Andrés Larroque: Aquel hecho fue un punto de inflexión para la construcción política del movimiento nacional y popular, kirchnerismo o peronismo, como prefieras llamarle. Pero objetivamente, Néstor llega a la presidencia en una situación de vulnerabilidad, “con mas desocupados que votos”, como le gustaba decir, y a partir de una gran audacia política y capacidad de gestión logra construir un consenso que saca a Argentina de un infierno. Las características y resultados de ese gobierno es lo que proyecta la posibilidad de la reelección. Con esta lectura comienzan las presiones del grupo Clarín para que Cristina no sea la candidata en 2007. Las apreciaciones del medio ya la delineaban como mucho más frontal y dura en las definiciones como algo negativo. Mientras tanto, Néstor sabía que tenía que reconstruir la relación de la política con la sociedad y la misma fuerza política que se nutría de un peronismo desgastado de los noventas y de experiencias que quedaban de espaldas al pueblo.

El gobierno de Cristina se inicia en ese marco. Clarín y ciertos sectores del poder que ante la crisis de 2001 permitieron que Néstor llegara al poder, dijeron basta. Prendieron las alarmas cuando vieron lo que significaba la profundización de un gobierno kirchnerista. Entonces de manera contundente encuentran la posibilidad de formar un bloque opositor que hasta entonces no habían logrado presentar. La 125 es la excusa que encuentran Clarín y otros medios hegemónicos de construir sentido. Así fue que dotaron a esa situación de ribetes golpistas y nos pusieron como proyecto político ante el debate de cómo se puede gobernar de manera alternativa al neoliberalismo sin desistir en el intento. Nos encontramos con que sin una fuerza política y sin una organización y conciencia popular capaz de movilizarse, no se puede sostener una forma de gobernar distinta a la que te ofrecen los principales sectores de poder. De esa manera elegimos hacer frente a los factores de poder que incitaron la movilización y le agregaron condimentos golpistas.  

APU: ¿Cree que desde ese momento hay un desencuentro con la clase media? Y de ser afirmativo, ¿cómo se reconstruye esa relación, pensando en una fuerza política que vuelva a ganar elecciones?

A.L: Creo que efectivamente hubo un desencuentro con una parte de la clase media pero no así con otro sector más progresista o más de izquierda. Este último, más combativo, comenzó a mirar a Néstor y  Cristina con más cariño y confianza. En el primer gobierno de Néstor todavía no había un afecto popular. Fue recién  a partir de la 125 y la ofensiva contra el gobierno de Cristina que empezó a haber una adhesión militante mucho más contundente. Eso dio lugar a un  kirchnerismo más místico, con pasión. Esa tensión con los factores de poder provocaron la necesidad de dotar al proyecto de un instrumento organizativo mucho más concreto.

Ahí se producen grandes conflictos con muchos sectores que acompañaban al gobierno pero descreían de una construcción político-territorial y organizativa, que lo dotara  de mayor legitimidad. Creían que eso se lograba a través de los medios de comunicación u otros dispositivos superestructurales, sin incentivar la participación popular. Los roces se dieron con quienes tenían una mirada más prolija y tecnocrática de la política, como es el caso a de Alberto Fernández, donde una unidad básica era algo nostálgico sin utilidad práctica. Esto hizo que algunos sectores fueran abandonando el proyecto nacional por tener matices circunstanciales. En este sentido, nosotros creemos que en aquel momento, producto del feroz ataque de la derecha y de los medios hegemónicos, de que nosotros teníamos una posición defensiva y de gestión permanente, quizá no tuvimos la capacidad, el tiempo ni la disponibilidad, para generar las herramientas que pudieran atenuar esas diferencias. Eran matices lógicos y naturales que deberíamos haberse encauzado en el debate y la discusión política. El enemigo, el poder, operó sobre esos matices y los fue transformando en factores de ruptura y fragmentación hasta agrietar nuestro proyecto político. 

El 27 de 10 de 2010 también es una fecha clave cuando uno busca respuestas. Nosotros teníamos un dispositivo que se había ensanchado con Cristina en el poder y Néstor en el armado político que buscaba saldar esa debilidad de origen que tenía el gobierno en sus inicios. Néstor estaba trabajando en esa dirección hasta que nos deparó esa terrible noticia que además de traernos mucho dolor, también debilitó nuestro sistema político. La derecha operó sobre esa debilidad generando fisuras hasta llegar al 2013 cuando se van Massa y otros intendentes, y luego al 2015 en el cual directamente se planteaba que la campaña debía basarse en separarse de Cristina. 

Creo entonces que la 125 nos planteó la necesidad de defender al proyecto en la calle y apostar a la construcción política y territorial. Creemos que esa es la manera de construir y dar la pelea con el poder. Eso es lo que nos diferencia de la oligarquía y sus instrumentos de poder.

APU: ¿Se reconstruyó la figura de armador que tenía Néstor de aquella fecha para acá?

A.L: No, ahora es una tarea colectiva. Creo que producto de ese vacío, algunos compañeros se quedaron esperando pero eso encarnó en miles de compañeros y compañeras que deben asumir esa tarea. Por supuesto que también se prolonga en Cristina. 

APU: Conectando con el armado de la fuerza política del presente, hace unos días estuvo en San Luis, ¿hay 2019?

A.L: Creo que Rodríguez Saá, ha sido muy sintético en la consigna pero es un llamado a comprender que sin 2018 no va a existir 2019. Es un llamado de atención a toda la militancia porque la política no es el cierre de listas sino una construcción cotidiana y se debe prever lo que uno pretende generar. El cierre de 2017, después de dos años de resistencia en el que la consigna era que Cristina no existía más, se sumaron muchos espacios con compañeras y compañeros y finalmente logramos que se diga que “con ella no alcanza pero sin ella no se puede”. Ahora la consigna es que sin CFK no se puede construir un 2019 entonces creo que hemos subido un escalón respecto del comienzo del gobierno de Mauricio Macri y tenemos que trabajar para que pueda ocurrir el año que viene. Cristina ya fue clara cuando dijo que no es un deseo de ella el ser candidata sino que lo interpretó como parte de las condiciones políticas que nos marcaba la coyuntura.  

APU: Todo parece indicar que la imagen de Mauricio Macri se erosiona rápidamente y lo mismo sucede en Brasil, ¿te imaginas que en un proceso de erosión más importante del gobierno la situación se puede complicar tanto como en el país vecino?

A.L: Es difícil ser optimista. La verdad es que todo lo que se viene desarrollando en nuestro país marca que Macri es una persona que fuerza la institucionalidad al límite para cumplir los objetivos económicos que tiene su familia y amigos. El gobierno puede entrar en un estado de descontrol porque ya lo han demostrado. Estamos en democracia con presos políticos, con recurrentes persecuciones. Pero la verdad es que el contexto juega. Ayer fue un día extraño porque se contradijo lo que viene siendo una oleada judicial contra el pueblo argentino y el movimiento popular y nacional. Que Etchecolatz vuelva a estar en prisión, que se haya revisado el tribunal que va a juzgar a Cristina por la causa del memorándum, incluso la liberación de Cristóbal López y Fabián de Souza, son situaciones que demuestran que también el poder judicial empieza a leer cambios en la situación política del país. En este sentido la Ley de reforma previsional fue un punto de inflexión, que significo un límite para la sociedad y para la dirigencia política. La gente salió a la calle a pesar de la brutal represión. Entonces esa sesión marca un par de aguas en la política argentina que nosotros tenemos que saber aprovechar. No es definitorio, no significa que vayamos a ganar elecciones en 2019 pero nos marca que si sabemos construir y mantenemos las convicciones tenemos la posibilidad de frenar a este gobierno. 

APU: Una salida a esta erosión política ha sido aceptar la discusión sobre la despenalización del aborto. ¿Qué consideras sobre ese anuncio y cuál es tu posición al respecto?

A.L: Mi posición es pública, he firmado el anteproyecto. Creo que en el pañuelo verde están condensadas muchas reivindicaciones que van más allá de la despenalización de aborto y tienen que ver con una suma de situaciones de opresión hacia las mujeres que se deben resolver.

Respecto a la postura del gobierno no es tan lineal. Más allá de las posiciones discursivas del presidente, no hay hechos concretos. Lo que si uno puede observar es que hay una necesidad permanente del gobierno de distraer la atención. Además creo que hay una confrontación de Clarín y el gobierno con la iglesia y sobre todo con Francisco. Eso se expresa en el acompañamiento de la discusión sobre la despenalización del aborto, como también en las declaraciones de Marcos Peña sobre los ingresos de los obispos. No es un hecho menor. Es extraño ver a un gobierno de derecha haciendo estos planteos y creo que tiene que ver con la fría relación que se ha dado entre el gobierno y el Papa que, infiero yo, tiene que ver con la mirada antagónica de Francisco al modelo político y económico que están implementando en argentina. 

APU: Se cumplen 42 años del aniversario del golpe de 1976. ¿Considera que estamos retrocediendo en términos de derechos humanos?

APU: De por sí, creo que es un retroceso la llegada de un gobierno filosóficamente antidemocrático por vía legal. La prioridad de esta gestión es ampliar las ganancias de un reducidísimo grupo de empresarios, ni siquiera de todos sino del grupo particular que incluye a Mauricio Macri, sus amigos y familia, que incluso provocan tensión dentro del sector. Evidentemente es un gobierno para el que  los derechos humanos no existen, son una disfuncionalidad y un estorbo para el cumplimiento de sus objetivos de acumulación de ganancias. Para ellos todo lo que vaya en detrimento de eso, no tiene que existir. Ahora, creo que hemos avanzado porque en estos dos años quedó demostrado que ni la sociedad ni el movimiento de DDHH están dispuestos a dejar convicciones de lado ante el apriete del gobierno. La respuesta a la ofensiva ha sido que se refuerce la militancia.  

Los comienzos  del gobierno de Mauricio Macri, fueron tiempos muy apocalípticos. Nosotros siempre intentamos transmitirles a los y las compañeras que teníamos que aprender a resistir. Ahora, con el correr de estos dos años y lo que vivimos en diciembre, se comienza a ver una luz de esperanza y se comprende que la única lucha que se pierde es la que se abandona.