Rodrigo Lugones: "El peronismo tiene que industrialista pero sin ser homofóbico ni terraplanista"

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DEBATES PERONISTAS

Rodrigo Lugones: "El peronismo tiene que industrialista pero sin ser homofóbico ni terraplanista"

05 Marzo 2025

Rodrigo Lugones tiene 35 años y una extensa trayectoria como militante territorial en Merlo, provincia de Buenos Aires. Hoy, es referente de la organización político-sindical 13 de Abril y podría ser candidato a concejal en las próximas elecciones de medio término. Sus reflexiones sobre el momento del peronismo, con sus debates internos, la irrupción de Milei y la situación en Merlo, su pago chico.

APU: ¿Cómo ves la política de Merlo?

RL: Estamo atravesando una etapa del peronismo de Merlo en la que hemos ganado una democracia que tiene pocos años, porque la participación política local amplia y plural se dio recién en 2015. Eso hoy está asegurado. Es una victoria. Fue una conquista del campo popular.

La campaña de agosto del año 15 fue determinante para que pudiéramos intervenir en política todos los actores de la sociedad civil. Antes eso no ocurría. Yo creo que hoy hay algunos factores que nos complican más allá de la cuestión nacional. No podemos culpar a un intendente por cuestiones estructurales que lo trascienden, por ejemplo, el programa económico nacional. Si la crisis avanza, poco tiene por hacer un concejal o un intendente.

Lo que sí creo que sería interesante que pueda ocurrir, es que se abran instancias participativas más amplias, ¿no? En Merlo hay un acuerdo no escrito pero histórico entre dos fuerzas políticas del kirchnerismo y los espacios que componen el oficialismo local duro. Nuevo Encuentro y La Cámpora, más el oficialismo local han consolidado una confección electoral que excluye a todo lo demás y deja solamente un lugar para esas fuerzas.

APU: ¿Los espacios más representativos del sindicalismo quedan excluidos?

RL: El movimiento obrero ha podido ingresar en la discusión política local, pero siempre en términos expectantes a la discusión electoral. No ha tenido la oportunidad de tener un rol más preponderante. Creo que es un actor que debe ocupar un lugar central. Si bien hoy tiene una dirección, producto de la lucha y el diálogo al interior del peronismo, sí es cierto, al menos desde donde veo el problema, que tiene que ocupar un rol más importante. Una de las grandes promesas del año 15, desde la cual muchos intentamos construir una alternativa, es que Merlo debía dejar de ser un distrito dormitorio para pensarse como un distrito industrial, como los son Tres de Febrero o San Martín.

Y creo que en eso el movimiento obrero y el empresariado pequeño y mediano tienen un rol por jugar. Por eso es fundamental, cuando uno vuelve a la doctrina del peronismo, pensar el rol central de la clase obrera y el rol central del sector privado también, con el Estado como árbitro de la comunidad.

Sin esas dos fuerzas, en diálogo y articulación, es imposible configurar un esquema y hoy, obviamente, no es una novedad que el movimiento obrero organizado, al menos en sus expresiones masivas: las dos CTA y la Confederación General del Trabajo, están acompañando orgánicamente al espacio Movimiento Derecho al Futuro y al gobernador Axel Kicillof. En ese sentido, creo que es natural que tanto el peronismo bonaerense como el peronismo de Merlo, puedan discutir y pensar lugares menos expectantes para el sindicalismo. Lugares menos, si se quiere, marginales, reemplazándolos por otros de más incidencia en las definiciones y la planificación política local.

APU: Hablaste de que el programa económico nacional marca estructuralmente lo que puede ocurrir en un distrito como Merlo. ¿Cómo ves al gobierno libertario?

RL: El deterioro económico que lleva adelante el gobierno de Javier Millei es insoslayable. Por supuesto, no se puede dejar de pensar en que es un modelo de exclusión, un modelo ultraliberal que busca utópicamente la desaparición del Estado, pero luego no la efectúa. Lo que hace es poner el Estado al servicio de determinados intereses mientras busca dar una discusión de carácter ideológico-cultural para poner en cuestión los valores éticos y morales sobre los cuales se construyó el ciclo kirchnerista, es decir, el último peronismo del siglo XXI.

Hemos tropezado con malas o falsas explicaciones, que derivan en caracterizaciones incorrectas. La más clásica es la de confundir al gobierno con el fascismo. Yo mismo utilicé muchas veces el término neofascismo, pero creo que el término más adecuado es neo-reacción. Porque tiene que ver con un movimiento de pensadores, blogueros, filósofos y magnates del mercado tecnológico y el sistema financiero, que empezaron a retomar las ideas de la tradición liberal por derecha, digo, a la derecha de Milton Friedman. Hablo de Hayek, hablo de Rothbard, pero resignificados al calor de las experiencias de, por ejemplo, el transhumanismo y el poshumanismo, muy presentes en el pensamiento contemporáneo de Silicon Valley. Que antes era un lugar de millonarios cancheros que estaban a favor de las agendas verdes del aborto, del feminismo, de no contaminar. Bueno eso terminó, podríamos decir, con la muerte de Steve Jobs, y aparecieron magnates como Elon Musk, como Peter Thiel, blogueros como Curtis Yarvin, filósofos como Nick Land, que han construido una especie de híbrido entre futurismo tecnológico, neocameralismo (que es una versión de administración pública que proponen Nick Land y Curtis Yarvin, que es la forma de administración que tenía el estado de Prusia que era un imperio), es decir, formas autoritarias combinadas con dosis de futurismo tecnológico y alta liberalización económica.

Una mezcla entre un modelo ultraliberal en lo económico pero conservador/libertario en lo cultural e ideológico. Porque desde el punto de vista sexual, tal vez no juzgue lo que hagan las personas en su intimidad, pero sí tiene un fuerte rechazo a las agendas inclusivas y a los derechos civiles que se vienen discutiendo en el mundo desde la caída del muro: agenda LGTBYQ+, multiculturalismo, ecologismo, etc.

En ese sentido, ¿el peronismo qué tiene que pensar? Bueno, que tiene que configurar un industrialismo que no sea homofóbico ni terraplanista. Un nacionalismo que no sea homofóbico ni terraplanista. Porque la agenda contemporánea remarca, en algunos casos, que si sos industrialista, como Donald Trump, tenés que ser culturalmente reactivo al multiculturalismo, la pluralidad de ideas o algunas ideas de este tipo, lo que llaman el “marxismo cultural”. Lo mismo ocurre con Putin, tal vez el caso más paradigmático por ahí sea la forma de persecución del Estado ruso a las Pussy Riot, la banda punk.

APU: Ese peronismo hoy se encuentra atravesado por muchas diferencias, tal vez la más importante sea la interna entre Kicillof y Cristina.

RL: La situación del peronismo contemporáneo es compleja, por supuesto. Yo la divido en dos sectores. Una interna, si querés, de carácter más filosófica, y la otra es una interna a la manera clásica del peronismo más reciente, ¿no? Por la lapicera. Podríamos decir que de un lado están aquellos que pretenden volver a la doctrina de Perón y por el otro lado aquellos que están discutiendo una especie de trasvasamiento, una especie de pase de posta generacional de una forma poco ordenada.

Es evidente que la derrota del peronismo implica una revisión hacia adentro, yo diría que sin precedentes, porque teniendo en cuenta que nos gobierna Javier Milei. Una persona que fue capaz de llevar adelante, o por lo menos se presume, promocionar, difundir una estafa piramidal sin antecedentes históricos a través de esta criptomoneda $Libra, una persona que no se cansa de hacer metáforas sobre niños envaselinados, metáforas sobre pedofilia, una persona que claramente por lo que vemos no están sus cabales, que termina siendo presidente, necesariamente tiene que llamar al peronismo, no sólo a la crítica evidente de lo obvio, lo que está mal, sino preguntarse: ¿Cuáles fueron las condiciones de posibilidad para que Milei llegara al poder?

En ese marco son válidos, primero, los retornos a la lectura doctrinaria del peronismo, que es una doctrina nacionalista, pacífica y profundamente democrática, en este contexto mundial en el que afloran las identidades nacionales en la discusión geopolítica internacional (Rusia, China y EEUU) son tres variantes claras pero también en África está habiendo movimientos de carácter nacionalista profundamente transformadores. Es decir, entiendo que hay una reaparición del nacionalismo industrialista, que se puede leer en el lema “América primero” que lanzó Donald Trump o inclusive (lo que yo considero que es un elemento neo-reaccionario) en el movimiento MAGA. Con todos sus matices, estas experiencias son expresiones de un retorno del nacionalismo que había quedado abandonado desde el auge del neoliberalismo. Evidentemente estamos en una transición epocal en el que el ciclo de acumulación económica y de dominación política y social que estaba vigente hasta ayer no más, entró en crisis y con él las creencias, con él la institucionalidad, con él los aparatos clásicos que se organizaban en torno a esa forma de acumulación económica.

El peronismo cayó en esa transición histórica. En este marco mundial, el peronismo claramente, por sus debilidades, por sus límites, por su profunda vocación tibia en el anterior periodo de gobierno que le tocó, contribuyó a la llegada de Milei al poder estatal.

En lo que podemos denominar como una “venganza social” porque la sociedad le dijo al peronismo: “Pará hacer enunciados falsos, pará de decir que gobernás como si pensaras en los pobres, pará de decir que estás gobernando como si defendieras a las minorías, como si protegieras a los sectores populares, porque después, en la realidad, nos mostrás una política impotente”.

Evidentemente la sociedad dijo: “No vamos a continuar creyéndote”. Entiendo que eso implica, para la dirigencia y la militancia, un nivel de reflexión y de revisión de prácticas, de jerarquías, un barajar y dar de nuevo, que no tiene que ver con matar a nadie, pero sí con que tiene que haber corrimientos y descentralizaciones. Los que hasta ayer tenían la centralidad absoluta, hoy no pueden tenerla por completo. No quiere decir que no deban ser escuchados, pero si tienen que tener la capacidad de poder ampliar el margen de su escucha, de entender que son importantes tanto como son importantes muchos sectores más, por ejemplo el movimiento obrero organizado, por ejemplo las posiciones más filosóficas del peronismo, que tal vez no tengan incidencia electoral grande, como la de las estructuras hegemónicas, pero sí tienen razón en muchos de los temas en términos de verdad histórica.

APU: Decías que ese nuevo peronismo debería ser industrializador pero no homofóbico.

RL: Me parece importante poder pensar cómo tiene que hacerse un peronismo realmente popular, transformador, tomando nota de los errores que hemos tenido en el pasado más reciente. Me refiero a poder interpretar algunas preguntas clave. Por ejemplo, ¿es posible que la Argentina se industrialice en el siglo XXI luego de la experiencia kirchnerista?

Yo creo que sí. Para eso es importante pensar el rol que va a tener el movimiento organizado y el rol que va a tener el empresariado, si va a ser concebido como un enemigo o si va a ser pensado como un aliado táctico o estratégico, se definirá. Y al mismo tiempo también hay que revisar la centralidad de algunas agendas. No podemos seguir pensando que el superávit es de derecha, y el déficit es de izquierda. Por supuesto que, como decía antes, no se trata ser industrialista y ser homofóbico o terraplanista, pero también se trata de centralizar la política alrededor de una jerarquía de prioridades determinada. Yo creo que la jerarquía debe estar ordenada a partir de la economía. La economía debe ser el centro desde el cual pensar la política, la clase obrera el sujeto y la economía, el centro de la reflexión política.

¿Esto quiere decir que no hay que recuperar la agenda de las mujeres? Por supuesto que no. Lo que sí quiere decir es que primero la materialidad, luego la superestructuralidad, luego lo simbólico, luego lo cultural.

Por supuesto que no solo de pan vive el hombre, las expresiones artísticas, la cultura es central, la subjetividad también, pero cuando caemos en un exceso de subjetivismo y culturalismo, perdemos de vista la posibilidad real de entender que es la economía la que modifica o no las cosas. En ese sentido, Argentina tiene que definir cuál va a ser su rol en el concierto de naciones, qué tipo de mercancías va a producir.

El movimiento obrero tiene que poder sentarse a discutir con las centrales empresarias argentinas, qué, cómo y de qué manera vamos a producir y el Estado debe garantizar que eso ocurra. Es probable que haya que revisar los convenios colectivos de trabajo, pero de manera progresiva. Yo hace tiempo milito en la corriente federal de trabajadores, me siento parte de la Confederación General de Trabajo. Uno de los proyectos más interesantes y avanzados de la Corriente Federal fue la reducción de la jornada laboral, la creación del cuarto turno industrial y la implementación de la renta básica universal, que no es dar dinero por no hacer nada. Qué es otro problema que hemos tenido durante el kirchnerismo: los planes sociales, un esquema provisorio que duró 20 años. Era algo provisorio que fue mal armado, mal manejado y mal trabajado.

Entonces, esto implica que pensemos realmente cómo queremos insertar a la Argentina en el mundo y si, por ejemplo, queremos que el cartonero sea toda su vida cartonero, si creamos el cuarto turno industrial, por ejemplo, podríamos producir más porque tendríamos más cantidad de trabajadores y más horas disponibles para producir mercancías, ingresaría un montón de gente que hoy está sin trabajo al mercado laboral y al mismo tiempo, crearíamos un esquema de subsidios que acompañe al sector privado para que las cargas sociales o algunas cosas que han sido una demanda válida del sector empresario no sean tan determinantes a la hora de pensar si producir o no en un esquema como el de Argentina, que es cuatro años vas para adelante, cuatro años parás, cuatro años para adelante, y así.

Más cuando todavía no está definido el rumbo general del mundo. Entonces, es importante que pensemos la centralidad de la economía, que recuperemos el diálogo con el sector privado y el diálogo con la clase obrera en la forma realmente existente que tienen todos estos espacios, porque es fácil decirlo en abstracto, pero después hay que sentarse con los dirigentes sindicales, con los delegados, con los dueños de las fábricas. Eso pasa todos los días en los establecimientos fabriles. Un delegado de base se sienta con un empresario y fija criterios, términos y condiciones en relación a lo real, a un ideal. Le dice: Mirá, hasta acá no, hasta acá sí. También escucha al empresario cuando le dice: Mirá, yo esto no puedo. Bueno, hagámoslo por partes. Digo, hay un montón de formas en la que el Estado, desde la concepción peronista, podría garantizar marcos de reflexión. Tenemos desde el Congreso de Filosofía del 49 en Mendoza hasta el Congreso de la Productividad, como para poder pensar estos temas. Y luego, por supuesto, traer a colación todo lo que ocurrió después del cambio de patrón oro en Breton Woods, después de la liberalización del mundo, de la financiarización, de la globalización, que hoy está en declive, pero bueno, se han producido cambios y hay que pensar también las posibilidades reales en torno a eso. Pero creo que debemos hacerlo a todos los niveles, desde la capilaridad de lo municipal, donde un intendente tiene que ser capaz de sentarse con los sindicatos y darle un rol de escucha e intervención directa, donde los sindicatos van a tener que dialogar con el sector privado y también a nivel provincial y a nivel nacional.

La economía debe ser el centro desde el cual pensar la política, la clase obrera el sujeto y la economía, el centro de la reflexión política.